Los dueños de la diversidad… y la necesaria resistencia. Por Facundo Martín Quiroga


Por Facundo Martín Quiroga

Los campos científico, intelectual, cultural y académico, son el escenario de una disputa de la que el común de la sociedad parece no estar enterada, o bien se alimenta de sus destellos. Se trata de la controversia en torno al género, al feminismo y su influencia doctrinaria. En este artículo sostenemos que el sistema científico y académico nacional se encuentran bajo un asedio neocolonial en donde la punta de lanza globalista es el conglomerado de teorías reduccionistas socioculturales, que se encuentran condicionando de manera creciente la producción intelectual y académica soberana.

Las presiones a la ciencia en el norte global

Comencemos con un importante antecedente: el 30 de noviembre de 2018, el Doctor Colin Wright, en la revista Quillette (el artículo traducido al castellano, en el siguiente link: http://de-avanzada.blogspot.com/2018/12/negacionistas-evolucion.html), publicó una nota titulada “Los nuevos negacionistas de la evolución”. Se trata de una crítica muy sesuda a las teorías de género reduccionistas socioculturales que, aún cuando desde hace muchos años se vienen refutando de manera categórica, reproducen sin cambiar una linea, la teoría que Stephen Pinker denominó de la “tabla rasa”, que indica que los seres humanos llegamos al mundo como una página en blanco, que es completamente formateada por la cultura: ni los millones de años de evolución puramente biológica, ni los complejos acontecimientos intrauterinos, tienen la más mínima influencia en las conductas individuales. Es así como esta teoría le confiere una relevancia casi absoluta a las construcciones culturales, incluso llegando a medios de divulgación como la revista Nature o la National Geographic, que invitaban a abandonar toda definición de la sexualidad que tomase en cuenta a la biología por razones de corrección política y no por razones científicas.

Se llega de este modo a introducir el reduccionismo culturalista incluso en el ámbito de las ciencias naturales. Esta operatoria da cuenta de la influencia enorme y la capacidad de presión que ejercen los constructos nacidos en escuelas como el psicoanálisis o el posestructuralismo, que constituyen los endebles cimientos de la academia posmoderna francesa y anglosajona: conceptos tales como “el poder” (que -y esto es muy importante- jamás explican; el posmodernismo no aporta ninguna teoría convincente y/u original sobre el poder, sólo lo presupone, reversiona y reacomoda conceptos anteriores de otros autores como hace con Maquiavelo, Marx o Gramsci), el “discurso” (con el embaucador Lacan y su prestidigitación como vanguardia), “el patriarcado” (mezcla confusa de antropología y política -de ésta área proviene dicho concepto, que jamás debería haber salido de allí-, que se confunde con el concepto de división sexual del trabajo a niveles escandalosos), la “heteronorma” (otra invención simplificadora: no existe como mandato; emperadores y figuras de la historia política básica fueron homosexuales, lo que jamás les prohibió arribar al poder ni expandir sus dominios), se han popularizado de semejante forma que ya en el mundo académico suena a monstruosa herejía -no utilizamos este término por casualidad- criticar su lógica y su rigor.

Wright denuncia justamente la forma imprudente en la que estos conceptos son aplicados y reproducidos, al punto tal que investigaciones del campo mismo de las ciencias naturales e incluso las exactas, se ven contaminados por su presencia, y determinadas orientaciones investigativas con sus figuras científicas (como por ejemplo las investigaciones en torno al dimorfismo sexual y los factores prenatales) se ven silenciadas o se les quita presencia, o se les ridiculiza, lo que lo lleva a concluir que lo políticamente correcto condiciona de manera creciente el desarrollo independiente del campo científico. Ya son numerosos los ejemplos en todo el mundo de censura a académicos que siquiera osen señalar la importancia de las diferencias biológicas, incluso siendo ellas de un peso innegable al hablar de condicionantes sexuales en el desarrollo de, por ejemplo, enfermedades y tratamientos para combatirlas. El fundamentalismo de creer que los seres humanos somos exactamente iguales en cuanto a la conducta sexual y que las diferencias biológicas no tienen ningún peso ni en la contextura neurológica ni en la psicológica, ejerce una presión tan pero tan grande que científicos independientes ya están desarrollando canales de socialización alternativos que les garanticen que no serán perseguidos por el lobby posmoderno.

La imposición de una sola mirada en la academia y la ciencia locales

En cuanto a ciencia y academia se refiere, veamos algunos casos que confirman la llegada y reproducción de las teorías de género:

El CONICET, en lo que constituye su área de Ciencias Sociales (esto pasando por alto la discusión de si es necesaria o no la integración de este campo de estudios a dicho organismo) se estructura una ciencia dependiente cada vez más de los paradigmas de género; poco y nada se admite del hecho de que ni un sólo investigador que adscriba a estas tendencias haya sido desplazado ni negado en la continuidad de sus trabajos, siempre y cuando se traten de esta área y en términos apologéticos.

Tan es así que se ha elegido a un ferviente impulsor de las teorías de género y compromiso con la legalización del aborto en la Dirección de dicho organismo: El Doctor Mario Pecheny (compromiso comprobado también desde lo institucional y económico, tal como señala esta nota de El Disenso https://www.eldisenso.com/informes/el-extrano-caso-del-expositor-pro-ive-que-se-olvido-de-decir-que-trabaja-para-el-fabricante-de-los-aspiradores-manuales-para-abortos/). Interesante doble discurso de la militancia de género, que aduce vaciamiento, desfinanciamiento, y demás perjuicios, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que el relato de género se solidifica y radicaliza cada vez más dentro de los claustros universitarios y las instituciones públicas de la ciencia.

Otro ejemplo del campo académico es el reciente lanzamiento de la Diplomatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (cuya Decana es ni más ni menos que Graciela Morgade, una de las máximas autoridades en tema género) en Educación Sexual Integral (http://novedades.filo.uba.ar/novedades/diplomatura-de-extensi%C3%B3n-en-educaci%C3%B3n-sexual-integral-esi-inscripci%C3%B3n-2019), que casi de inmediato rebalsó de inscriptos. Analizando el plan de estudios, es total su adscripción a las teorías de género, y no precisamente desde una mirada moderada.

El 20 de abril del año pasado se abrió una Subsecretaría de Políticas de Género dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Recordemos que uno de los organismos de investigación en Ciencias Sociales más importantes del país es el Instituto Gino Germani, dependiente de dicha casa de estudios. Es muy escueta la información que se da de sus funciones, sólo que “la Subsecretaria viene a funcionar como un engarce entre los grupos de trabajo preexistentes en torno a feminismos, géneros y diversidad sexual y una mayor institucionalización”, según cuenta su Decana Carolina Mera (https://www.pagina12.com.ar/110932-crean-subsecretaria-de-genero-en-fsoc).

Estos son sólo algunos ejemplos ilustrativos de un operar que se está expandiendo desde hace ya algunos años en las Universidades Nacionales: creación de instituciones a su interior, financiamientos que no se explican (el Doctor en intolerancia Daniel Jones me bloqueó al ser interpelado respecto del mismo y la función de dicha Subsecretaría, más su apoyo a las políticas progresistas impulsadas por Soros), perspectivas que no dialogan de forma interdisciplinaria, autores que se citan entre ellos… esto ha dado pie a investigaciones muy legitimadas institucionalmente que llegan a posicionarse desde una mirada “de género” para con campos como las neurociencias (las barbaridades dichas por investigadoras tendenciosas como Lucía Ciccia o Mercedes D’Alessandro no tendrían cabida en ninguna institución científica competente de sus áreas) o las ingenierías. Y cada vez que uno lee los abstracts o algunos papers se da cuenta de que lo que justamente no hay en esos trabajos son, precisamente, neurociencias o ingenierías… ¡pero se publican como trabajos de dichas disciplinas!

El lobby de género en medios progresistas, con rockstars incluidas

Existe también una creciente articulación entre cátedras de género en Universidades Nacionales y producciones mediáticas con dicha perspectiva. Por ejemplo, el programa “TODES”, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, o “Caja de Herramientas”, de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Siendo breves, y sin intentar cansar a los lectores, la cantidad de lugares comunes torpes e injustificables, pero fácilmente reproducibles y asimilables sobre todo por los adolescentes y jóvenes, que figuran en dichos programas, es enorme: el idioma por entero es machista, el patriarcado es la dominación de todos los hombres heterosexuales sobre las mujeres, la biología tiene prácticamente nula influencia en las decisiones de los sujetos sobre su conducta sexual, existen tantas identidades de género como personas en el mundo, la violación y la violencia hacia las mujeres son pura consecuencia de ese sistema omnipresente, la “cisheteronorma” es un mandato producto de las relaciones de poder masculinas, a las mujeres se les paga un salario menor por el mismo trabajo, la violencia de género es sólo del varón hacia la mujer, todo deseo sexual es pura y exclusivamente una construcción social… en fin, la lista podría extenderse casi infinitamente.

Lo injustificable, lo infame, es que estos contenidos son producto de Universidades, de casas de estudios en donde debería haber una problematización acorde al nivel de las mismas; todos estos lugares comunes son continuamente puestos en cuestión no por el sentido común, sino por pares, por intelectuales y científicos que no encuentran eco en los claustros, y mucho menos en los medios. Uno de los fines más importantes de todo esto es construir un sentido común en donde toda plataforma material y biológica que una al ser humano con algo que lo supera, sea descartada, que las infinitas posibilidades de autopercibirse y autotransformarse puedan convertirse en un derecho, desligando al sujeto, atomizado, frágil, de sus marcas identitarias, infinitos yoes en constante indefinición, que puedan ingresar en el mundo del capital global, bajo el engaño de una revolución inexistente.

Es de notar cómo, al compás de la construcción y reproducción de estos programas, numerosas Universidades invitan a grandes referentes de las teorías de género a charlas, conferencias, agitaciones varias. Sin pretender movilizar al tedio, invitamos a los lectores a que busquen en las redes las charlas que ofrecieron Beatriz (Paul) Preciado, María Galindo, Rita Segato y, sobre todo, Judith Butler, además de leer algunos de sus textos claves. Un “extraño” hilo conductor mueve sus discursos en dichas conferencias: una constante crítica a los estados nacionales, por un lado, y un no menos constante llamado a transnacionalizar el feminismo y las luchas de lo que llaman “disidencias sexuales”. Respecto de lo primero, se logra entrever esta articulación entre el intento de desprestigiar toda cultura nacional sustentada en un estado sólido (términos negativizadores como “criollismo” en Segato y las derivaciones a veces delirantes del análisis del panóptico de Foucault, juegan un papel muy importante en la producción teórica de género) y en cuanto a lo segundo, es de notar la constante alusión a una “marea” que busca generar una causa común que no tenga en cuenta frontera ni construcción de sentido nacional alguna. Interesante similitud con el capitalismo neoliberal globalista y transhumanista, gran prestidigitación manipuladora de consciencias, que moviliza a “les sujetes” a optar por las endebles definiciones de “mujer”, “LGBTIQ” o “disidencias” para luchar contra un simulado orden existente opresivo para con dichas minorías, cuando en realidad lo que se está haciendo justamente es reproducir el orden opresivo real, acabando con la potencialidad movilizadora de, por ejemplo, la argentinidad. Por algo se insiste tanto, pero tanto, en la transformación del lenguaje, en endilgar a una supuesta hispanidad patriarcal hasta la imposición de la estructura y la sintaxis del idioma.

Algunas figuras intelectuales y mediáticas como Roxana Kreimer (con quien, desde lo político y epistemológico tenemos profundas diferencias, pero su trabajo de divulgación de las críticas a las teorías de género es fundamental), o del campo del pensamiento nacional y popular como Nancy Giampaolo o Romina Rocha, esporádicamente realizan algunos aportes muy iluminadores sobre el discurso de género casi dominante al cien por ciento en todos, todos los medios, oficialistas, opositores, independientes (y peor, ¡en casi todos los medios comunitarios y populares!). Pero estos casos son contados con los dedos de una mano. Sería interesante que la militancia de género logre dar cuenta de cómo el grueso de la sociedad, lejos de adscribir a su radicalismo, se aleja cada vez mas de él. En este sentido, el lobby académico cumple ni más ni menos que el rol de trinchera y fuerza de choque. Claro que con muy jugosos financiamientos e influencia mediática.

El campo pedagógico en disputa

En torno a lo que ha sido nuestra experiencia en ESI, realizamos algunas apreciaciones del campo educativo en Formación Docente y talleres para la comunidad, que, en última instancia, es lo que más nos interpela: la perspectiva o enfoque de género es un paquete de estrategias pedagógicas, lecturas sesgadas de la realidad, y conspiranoia feminista validada por mera retórica. No estamos diciendo que no se deba construir ningún conocimiento con dicha perspectiva, el problema es que justamente no se construye, sino que se absorbe, y se busca generar asimilación automática. Gran parte del contenido de la ESI es precisamente administrado con una nula problematización de la rigurosidad de sus categorías, no hay un sólo momento que uno haya protagonizado (habiendo formado parte de un equipo de construcción de dichas dinámicas, y lo enfatizamos lo suficiente: fuimos protagonistas de dicha construcción, hablamos con conocimiento teórico y experiencia práctica) de talleres, o capacitaciones, o reuniones, en donde se hable con contenidos actualizados, con revisión de pares, con autocrítica respecto de la forma de interpelar a estudiantes y familias. Y, nuevamente para peor, cada vez es mayor la incidencia de agrupaciones no docentes en dichos talleres.

Uno de los principales errores que noto es la confusión entre contextos de explicación y de justificación: inmediatamente uno explica -siempre en pequeños grupos o con algún colega al paso- las importantes diferencias psicológicas y neurológicas entre sexos (por ejemplo: que las mujeres tienen desarrollados mecanismos de apego que condicionan -no determinan- sus elecciones de carrera, algo además profusamente demostrado por trabajos que aún no pueden refutarse de parte de los estudios de género), automáticamente esas explicaciones se perciben o son entendidas como justificaciones del machismo, la violencia, la violación, y un largo etcétera. Son muy comunes no sólo en medios de comunicación escuchar frases como “vos defendés a los violadores”, “vos querés que la mujer se quede en la casa”, o “querés obligar a las mujeres a ser madres”, y demás. La ignorancia que se tiene de autores como Simon Baron-Cohen, Stephen Pinker, Heléna Cronin, David Buss, Robert Trivers, Marta Iglesias Julios, y un enorme etcétera, es absoluta; repito: absoluta. Y cada vez que se los cita, que se los toma como referentes científicos de innegable peso (invitamos nuevamente a los lectores a acercarse a sus ideas, darán cuenta de la enorme importancia de conocerlos), las reacciones de difamación, de agresión, de ataque a la persona, son automáticas, y precisamente en ese automatismo queda plasmada la eficacia del adoctrinamiento. El problema es que el campo académico, el científico y, obviamente, el pedagógico, deberían estar resguardados de dichos deslices.

La cantidad de grupos que, sin experiencia docente, provenientes de la militancia, se están encargando de realizar talleres de Educación Sexual Integral con “perspectiva de género” en todos los niveles, e incluso sacrificando espacios curriculares como Historia Argentina, es enorme. Ellos aducen que se realizan, nuevamente, por la falta de una política nacional de ESI, lo que es absolutamente falso: El Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD) ofrece cursos sobre ESI con dicha perspectiva de una manera profusa en su página, esto sin mencionar la enorme maquinaria de propaganda de la ESI y la diversidad sexual de ciudades como Buenos Aires o Rosario y sus Ministerios de Educación. De hecho, en proporción respecto de todas las demás temáticas, es la de mayor cantidad de capacitaciones del INFoD. La falacia de la militancia feminista salta a la vista al dar cuenta de que ni un sólo curso de capacitación se ofrece en, por ejemplo, enseñanza de Historia Argentina.

Como decíamos más arriba, analizando las bibliografías de los programas de capacitaciones en ESI, podemos observar que la perspectiva de género es omnipresente, sin presentar un sólo autor o autora de perspectiva crítica, ya sea desde la visión evolutiva o desde la geopolítica, o simplemente desde visiones informadas científicamente que no sean del consenso de género. Eleonor Faur, Laura Fainsod, Graciela Morgade, Rita Segato, por sólo mencionar algunas autoras (todas ellas con una postura fervientemente opositora al gobierno de ocupación macrista, es decir, más doble discurso), son la lectura obligatoria de todos y cada uno de dichos planes. Tanto se habla de interdisciplinariedad… ¿por qué no se puede abordar, por ejemplo, la problemática del aborto como derecho y el globalismo antinatalista tan en auge desde las usinas coloniales? Y no necesariamente podemos remitirnos a autores tildados falsamente de reaccionarios, como los mencionados más arriba; simplemente podemos invitar a los estudiantes a leer las páginas 18, 19 y 20 de Las venas abiertas de América Latina, ya que tan “de izquierda” nos asumimos…

En abril de este año quien suscribe publicó una nota de crítica a la ESI tal cual está planteada y reproducida hasta el hartazgo (https://kontrainfo.com/una-critica-a-las-teorias-de-genero-que-subyacen-a-la-esi-por-facundo-martin-quiroga/). En ella se desarrollan algunos de los puntos flacos de la ESI a la luz de los descubrimientos en psicología evolucionista, antropología biológica y neurofisiología, sin mención a postura religiosa o moral alguna, mencionando que quien suscribe se asume agnóstico. Se ha socializado a varios sitios de redes sociales de ESI, incluso a autoras como Morgade, Ciccia y demás. Aún no ha habido respuesta alguna.

Conclusión… dialogar, pero sin dejar de resistir

En el contexto del desarrollo científico global, se reconoce desde hace tiempo que quien no desarrolle un conocimiento progresivo en las disciplinas conocidas como STEM (Ciencia, Ingeniería, Tecnología y Matemáticas, por sus siglas en inglés), quedará rezagado en el juego geopolítico. Nos seguimos preguntando si no se percibe como una acción de colonialismo epistemológico el hecho de que tan profusamente se promocionen dentro de los campos abordados en esta nota las teorías de género, el feminismo en todas sus variantes, la teoría queer…

Hacemos un llamado a la reflexión y a la autocrítica a quienes se dedican religiosamente a expandir la doctrina de género utilizando las instituciones públicas como cabeza de playa. No estamos en contra de la problematización de las relaciones de opresión, o del posible contenido misógino que puede emerger de las mismas, estamos en contra de la difusión de contenidos sesgados, y también estamos bastante hartos de los mecanismos de defensa ad hominem de parte de la militancia. Los invitamos, vengan, dialoguen, pero para lograr ese diálogo constructivo es necesario dejar de confundir contextos de explicación y justificación, y pensar en la integridad y complementariedad de los saberes, para que, a expensas de las ciencias e ingenierías nacionales y soberanas posibles y potenciales, deje de desarrollarse la única ingeniería que le importa al globalismo: la ingeniería social.

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