El desempleo en el mundo ha alcanzado su nivel más elevado desde la gran depresión de los años treinta

Los amigos del barrio pueden desaparecer
por Ricardo Vicente López

Charly García cantaba en 1983 una canción que ironizaba con estas palabras sobre un problema social grave, hoy podemos decir, pero ya sin ironías: el trabajo puede desaparecer… aunque debe aclararse de inmediato que se está hablando del trabajo asalariado de la sociedad capitalista. Y ante una fecha tan significativa y simbólica como la del 1º de mayo propongo detenernos a pensar en un tema que no aparece en las primeras planas de la información, y por lo tanto encubre un tema altamente delicado y grave que avanza demoledoramente.

Por la importancia del tema y la seriedad de la información que se debe manejar, acudo a investigadores y académicos prestigiosos.

Desde hace algunas décadas, acelerándose cada vez más, se viene produciendo La sustitución digital de la mano de obra, título de una nota que el economista y profesor canadiense, Licenciado por la Universidad de Princeton, Doctorado por la Universidad de Harvard y Premio Nobel de Economía (2001), Michael Spence, publicó en 2014. En ella anuncia (lo que puede interpretarse como una denuncia) lo siguiente:

Las tecnologías digitales están transformando las cadenas globales de producción y, con ellas, la estructura de la economía global. Los primeros efectos fueron un aumento de la eficiencia y una reducción drástica de los tiempos. Siendo el capital más móvil que la mano de obra, la actividad económica (producción, investigación, diseño, etcétera) se ha trasladado a cualquier país o región accesible que contara con mano de obra y capital humano relativamente baratos.

En el transcurso de esta innovación millones de personas se han visto integradas a la economía global, lo que trajo consigo consecuencias de importantes en materia de pobreza, precios, salarios y distribución del ingreso, dada la expulsión de otros tantos millones. Ahora se aproxima una segunda ola de digitalización de consecuencias mayores, que supone la sustitución de mano de obra en las tareas más complejas. Este proceso de sustitución de trabajadores ya se viene produciendo. Agrega más adelante:

Basta pensar en los cajeros automáticos, la banca electrónica, la planificación de recursos empresariales, la gestión de relaciones con los clientes y los sistemas de pago móvil. Y la revolución ahora se está extendiendo a la producción de bienes, donde los robots desplazan la mano de obra. Esta transformación tiene importantes efectos colaterales. La relocalización constituirá un cambio fundamental en la estructura social de las redes globales.

El profesor va dar un paso más:

Pero hay otra tecnología con fundamentos digitales, la robótica, cuyo impacto no se limita a la producción. Aunque sus ejemplos más notables son los autos sin conductor y los aviones no tripulados (drones), el potencial transformador de los robots en la logística no es menos importante. La mano de obra, por más barata que sea, dejará de ser un activo tan importante para el crecimiento y la creación de empleo. No es que la producción desaparecerá, sino que demandará menos mano de obra.

La Doctora Silvia Ribeiro – Investigadora del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC) alertando sobre el avance tecnológico, dice en un artículo titulado Cuarta revolución industrial, tecnologías e impactos (1-11-16)

Según los más ricos y poderosos del planeta, la cuarta revolución industrial ya está en marcha y es resultado de la convergencia de robótica, nanotecnología, biotecnología, tecnologías de información y comunicación, inteligencia artificial y otras. El Foro Económico Mundial de Davos en su informe de 2016 afirma: «Con la “tormenta perfecta” de cambios tecnológicos junto a lo que llaman asépticamente “factores socio-económicos”, al 2020 se perderán 5 millones de empleos, incluso contando los nuevos que se crearán por las mismas razones». Si ellos hablan de una pérdida de 5 millones de empleos, seguramente serán muchos más.

El Profesor Jeremy Rifkin, sociólogo y economista, ha investigado el impacto de las consecuencias de estos procesos “modernizadores” sobre el trabajo y el ambiente. Publicó un libro de amplia repercusión El fin del trabajo (1995), cuyo título levantó bastante polvareda. Afirma en él, y llamo la atención sobre la fecha de edición por los datos que muestra, hoy largamente superados:

El desempleo en el mundo ha alcanzado su nivel más elevado desde la gran depresión de los años treinta. Más de 800 millones de seres humanos están en la actualidad desempleados o subempleados en el mundo. Esta cifra puede crecer dramáticamente entre hoy y el final de siglo, puesto que millones de recién llegados al mundo laboral se encuentran sin posibilidades de trabajo, muchos de ellos víctimas de la revolución tecnológica que está sustituyendo, a pasos agigantados, a los seres humanos por máquinas en la práctica totalidad de sectores económicos e industriales de nuestra economía global.

La competencia por el predominio de los mercados lleva a las empresas a lograr un funcionamiento técnico-productivo que debe incidir del menor modo posible en el costo final. La eficiencia apunta al logro de la mayor producción posible, lo que debe redundar en el menor costo por unidad de producción. Nos encontramos aquí con objetivos en los que la mano de obra humana se enfrenta con un rival imbatible: el robot. El aumento de la desocupación está ligado estrechamente a este fenómeno, aunque se pretenda con argumentos circunstanciales desmentirlo. Para ejemplificar la sustitución  mencionada podemos leer estas cifras comparativas que hablan en ese sentido:

En los Estados Unidos en la década del sesenta cada millón de dólares de inversión industrial generaba entre cuarenta y cincuenta puestos de trabajo, la misma inversión en 1994 produjo la creación un cuarto de puesto de trabajo. Es decir que se requería cuatro millones para generar un puesto de trabajo. En treinta y cinco años el sistema exige una inversión doscientas veces mayor para demandar la misma cantidad de trabajadores. Estas cifras van en aumento.

El Profesor Rifkin advierte sobre sus consecuencias:

Justo a las puertas de la nueva aldea global de base tecnológica encontraremos un creciente número de seres desesperados y sin futuro, muchos de los cuales se ven abocados a entrar en una vida de crimen, colaborando de esta forma a la creación de una vasta subcultura criminal. La nueva cultura “fuera de la ley” está empezando a plantear una seria e importante amenaza para la capacidad de los gobiernos a la hora de mantener el orden y de garantizar la necesaria seguridad a sus ciudadanos.

Más de veinte años después el problema sigue bastante oculto. No lo propongo para generar escepticismo, sino para comenzar a pensar alternativas necesarias y posibles.

 

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