Cien días que conmovieron al mundo y construyeron otro Donald Trump

por Marcelo Cantelmi * – 28/04/2017

El lector no va a poder dejar de sorprenderse por el juego de las semejanzas. Macri vuelve de una gira “exitosa” por los EEUU y de haberse entrevistado con su colega y amigo Donald Trump. Clarín publica esta nota de la pluma de un periodista serio y bien informado. ¿Qué debemos opinar?

Si algo encomia a este presidente es que se muestra consciente de sus limitaciones y acaba de reconocer su limitada preparación para el cargo.

Donald Trump fue derrocado. Todo sucedió de tal modo imperceptible que pocos lo advirtieron, y quizá tampoco el propio mandatario. Un desenlace no tan inesperado que se produce antes de cumplirse este sábado los primeros cien días de su gobierno, fecha simbólica que alcanzó para revelar a un gran organizador de derrotas. Prácticamente ninguna de las metas planteadas por este extravagante gobernante fue alcanzada y su imagen, derrumbada a niveles únicos para un mandatario recién llegado, se unió a la irritación de su propio partido y hasta de Wall Street.

La buena noticia de esta pequeña broma es que quizá tranquilice conocer que no hay ya un mando imprevisible en el principal sillón del mundo. Si es posible llamarlas de ese modo, lo que en realidad fueron derrocadas son las ideas desordenadas que Trump enarboló durante su campaña electoral e impuso con improvisación y sin éxito en los primeros días de hiperactividad desde el Salón Oval. El giro no generó recelos. Si algo encomia a este presidente es que se muestra consciente de sus limitaciones y acaba de reconocer su limitada preparación para el cargo. Es claro que no es ya sólo su decisión espontánea y sanguínea la que opera en ese universo.

Una mirada no muy detallada alcanza para notar de qué se trata este aniversario. Trump llegó a la Casa Blanca proclamando un renacimiento de EE.UU., con fuerte celo en sus fronteras, exuberante nacionalismo, una alianza sin precedentes con el Kremlin y alejado de los conflictos globales. También, codazos amenazantes contra el competidor chino y un cambio radical de todo lo legado por Barack Obama.

Ese tablero quedó a un costado de la ruta y el presidente pagando los costos del desgaste. Trump se comprometió políticamente con cada una de esas medidas, convirtiendo una y otra derrota en un lastre personal que la novedad de su llegada no neutralizó. Dos decretos ejecutivos para frenar el ingreso de ciudadanos de países musulmanes, que fueron sus primeras lanzas de un estilo nuevo e implacable, fueron bloqueados por la Justicia y al archivo. Un dibujo del presupuesto nacional que pergeñó con formidables recortes y aumentos del gasto militar pero sin claridad en la formulación, se perdió en los pasillos del Congreso. El muro en la frontera mexicana que desde la campaña simbolizó la xenofobia y el aislamiento del lema “American First”, no pasó de la instancia retórica sencillamente porque no le autorizarían el dinero para edificarlo. También zozobró en el palabrerío el desmantelamiento del Nafta entre EE.UU. Canadá y México que opera desde 1994.

Esta especie de UsEexit, versión local del Brexit con el que Trump pretendía condecorarse, implicaría un incómodo desastre financiero y económico debido al cruce de inversiones norteamericanas del otro lado de la frontera. Esas operaciones han convertido a ambos aliados en el primer y segundo socio comercial de EE.UU. Cualquier movimiento debería darse en puntas de pie, o no dárselo. Por la misma senda, el intento para demoler el sistema sanitario Obamacare colapsó por la resistencia del Tea Party, el ala más dura del Partido Republicano opuesto al esquema alternativo gubernamental.

Ese fracaso, quizá el más notorio de la lista, incluye otra dimensión. De los recortes de este sistema que cubre a los menos favorecidos de la sociedad norteamericana se hubiera generado un ahorro multimillonario capaz de brindar un cierto fondeo que alivie la reducción de impuestos que anuncia y aun no implementa Trump. Pero el Obamacare no pudo ser derogado.

Ese capítulo económico merece una observación cuidadosa. Trump ha anunciado una rebaja de 35% al 15% del tributo de las empresas, en un esfuerzo para reconciliarse con Wall Street donde el entusiasmo desapareció tras el desastre del Obamacare. Ayer seguramente leía cómo se debilita el crecimiento, con un alza de apenas 0,7% en el primer trimestre contra 2,1% el último período de 2016, debido a la disminución del consumo. Lo que es aún peor, las empresas constructoras no volvieron a crecer evidenciando una cuota más de la desconfianza en las promesas del magnate. Un dato lateral que tienta señalar es que ese plan impositivo beneficiará al propio presidente con la consiguiente polémica.

Al abolir el impuesto Alternative Minimum Tax, AMT, mira a su propio negocio. En 2005 se filtró que pagó US$ 38 millones en gravámenes sobre la renta, cuando podría haberlo reducido a 5 millones. El problema era el AMT. Analistas que recuerdan que el mandatario elude informar sobre sus pagos impositivos, con esta iniciativa liberará, además, a sus cinco hijos de pagar una sola moneda. Como la propuesta elimina, además, tributos por encima de ingresos de US$ 5 millones, los dos grandes defensores de la medida, el responsable de la economía Steven Mnuchin y el titular del Consejo Nacional Económico Gary Cohn, también tienen razones propias. El titular del Tesoro reúne una fortuna de US$500 millones, y el otro funcionario, estratega por cierto del retroceso en la ofensiva sobre el Nafta, acumula 610 millones en sus cuentas.

Por fuera de estas disquisiciones sobre el estilo personal del mandatario y su gente, el problema más agudo de la propuesta es que para muchos expertos no garantizará un crecimiento de la economía. No se ha probado que los recortes tengan efectos estimulantes salvo para quienes los reciben. “No es una reforma, es un obsequio para los millonarios”, según la estimación afilada del titular del bloque demócrata en el Senado, Charles Schumer. La rebaja amputará ingresos fiscales por US$ 2 billones en una década. Si no hay crecimiento no es claro cómo se fondeará el faltante. Por esos motivos, Trump evitó anunciar su programa de obra pública, otro de los caballitos de la narrativa electoral, consistente en una extendida construcción de puertos, rutas, aeropuertos y otras infraestructuras con una base de US$ 500 mil millones a un billón. Ese esfuerzo fiscal estimularía la economía, pero el dilema es la financiación. Con menos impuestos debería aumentar las tasas para atraer dólares con un nítido riesgo recesivo.

Dado los intereses que involucra y a quienes beneficia, es improbable que esta medida siga el camino de atasco de las otras propuestas. Pero sus consecuencias son imprevisibles para la economía de la potencia. El resto del paquete que definía a la gestión Trump definitivamente se ha diluido. El equipo que rodea al magnate ha hecho limpieza interna y reposicionado la agenda. Así, el presidente debió reducir a figura simbólica y casi en la puerta de salida a su principal asesor el ulranacionalista Steve Bannon. También alejarse de su mayor aliado Michael Flynn expulsado del Consejo de Seguridad Nacional por los vínculos con Rusia y con cierto submundo de de ese país. El caso en manos del FBI es una bomba de relojería que palpita muy cerca del presidente lo que explicaría su ductilidad para asumirse como otro diferente al que era.

Esa cúpula en el comando la conforman el vicepresidente Mike Pence, el canciller Rex Tillerson, el jefe del Pentágono James Mattis y el Asesor de Seguridad Nacional, Herbert McMaster, ademas de los dos funcionarios nombrados y su yerno Jared Kushner. Son todos halcones que giran en la órbita del mercado y del influyente Goldman Sachs de donde brotaron muchos de esos funcionarios. Son ellos quienes corrigieron la brújula para recolocar a Rusia e Irán en el blanco de su geopolítica, reforzar la alianza con Arabia Saudita y construir una vinculación madura pero inclemente con la potencia china, que para eso también sirve el resquemor creciente con Norcorea.

* Marcelo Cantelmi – Periodista, jefe de política internacional del diario Clarín. Docente de la Universidad de Palermo. www.clarin.com/opinion

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