La Rusia de Putin. Estados soberanos vs Estados vasallos. Parte IV.
Por Padre Alfredo Sáenz*
La posición política de Putin en el ámbito de Eurasia
En su discurso de Valdai, tantas veces citado, de septiembre de 2013, Putin se refirió a lo acontecido en el Tratado de Versalles, el cual, como recuerda en su ponencia, se firmó sin la participación de Rusia. “Muchos expertos, y estoy totalmente de acuerdo con ellos, creen que Versalles sentó las bases de la Segunda Guerra Mundial, debido a que fue injusto con el pueblo alemán; le impuso restricciones que ellos no podían cumplir, y el curso del siglo siguiente lo puso en evidencia”. En el discurso de Valdai en noviembre de 2014, Putin volvió sobre el tema. La Segunda Guerra Mundial, dijo allí, trajo consecuencias deplorables. Y tras ella, la larga Guerra Fría.
Putin se detiene en este estadio. “La guerra fría terminó. Pero no lo hizo con una declaración de ‘paz’ mediante acuerdos comprensibles y transparentes de observación de las normas y estándares existentes o de creación de unos nuevos. Parecía que los así llamados vencedores de la guerra fría decidieron explotar la situación, tomar todo el mundo exclusivamente para ellos, para sus intereses… El propio concepto de ‘soberanía nacional’ para la mayoría de los países se ha convertido en algo relativo. En esencia se propuso la fórmula: cuanto mayor sea la lealtad a un solo centro de influencia en el mundo, mayor es la legitimidad de éste o aquel régimen de gobierno”.
Putin se refiere, como es obvio, a los Estados Unidos. Nos parece que para ser ecuánime, hubiera debido aludir también al otro polo imperial, el soviético, que durante la guerra fría tomó las riendas en tantos países e infiltró a otros. Pero, por cierto, esa guerra fría favoreció especialmente a los Estados Unidos, que en ella, a la larga, resultaron vencedores. Y a eso se refiere, creemos, a la persistente injerencia de aquella nación en asuntos internos de otros países, o al chantaje abierto con algunos de sus líderes. “¿Puede ser que no tengamos motivos para preocuparnos, discutir, formular preguntas incómodas? ¿Puede ser que la exclusividad de los Estados Unidos, tal y como ellos ejercen su liderazgo, sea realmente beneficiosa para todos, y la continua injerencia en los asuntos del mundo lleve tranquilidad, beneficio, progreso, florecimiento, democracia, y simplemente haya que relajarse y gozar? Me permito responder que no. No es así”.
Juan Manuel de Prada, en su excelente serie de artículos que publicó a lo largo del año 2014 en el diario madrileño ABC, dedica a nuestro tema uno de ellos, donde para comprender mejor lo que hoy ofrece Occidente a los jóvenes, recomienda una relectura inteligente de Los hermanos Karamazov, la espléndida obra de Dostoievski: “Nosotros les enseñaremos, dice el Gran Inquisidor, que la felicidad infantil es la más deliciosa… Desde luego, los haremos trabajar, pero organizaremos su vida de modo que en las horas de recreo jueguen como niños entre cantos y danzas inocentes. Incluso les permitiremos pecar, ya que son débiles, y por esta concesión nos profesarán un amor infantil. Les diremos que todos los pecados se redimen si se cometen con nuestro permiso”. Tal es la felicidad de hormiguero que Occidente promete.
Pero ese mundo aparentemente triunfador, prosigue de Prada, tiene patas cortas. Dostoievski, agrega, escribió en Diario de un escritor: “La caída de vuestra Europa es inminente. Todas esas doctrinas parlamentarias, todas las teorías cívicas profesadas hoy en día, toda la riqueza acumulada, todo eso será destruido en un instante y desaparecerá sin dejar rastro”. Advierte de Prada que a los bobalicones les parecerán lucubraciones misticoides. “Pero por defender tales lucubraciones muchos rusos entregaron su sangre en el Gulag; y alguno que sobrevivió al Gulag la siguió defendiendo después, como por ejemplo Solzhenitsyn, quien en El roble y el ternero escribió: ‘En cuanto a Occidente, no hay esperanza. Es más, nunca debemos contar con él. Si conseguimos la libertad sólo nos las deberemos a nosotros mismos. Si el siglo XX comporta una lección para con la humanidad, seremos nosotros quienes la habremos dado a Occidente, y no Occidente a nosotros: el exceso de bienestar y una atmósfera contaminante de sinvergüenzería le han atrofiado la voluntad y el juicio…’” Por eso, concluye de Prada, “quienes leemos a Dostoievski y a Solzhenitsyn y no nos dejamos cloroformizar por la alfalfa tertulianesa estamos con Rusia”.
En la revista católica francesa Il est ressucité se incluyó recientemente un interesante análisis de actualidad en lo que a nuestro tema respecta. Hoy los cañones de Occidente, allí se dice, apuntan contra Rusia. No apuntaron antaño, por cierto, contra la Revolución Soviética -fue su aliada en la guerra- pero apuntan ahora contra la Rusia postcomunista, particularmente la de Putin.
Luego del derrumbe de la Unión Soviética, la región volvió a concitar la atención de los grandes “estrategas” occidentales, en particular de Zbniew Brzezinski, el mentor ideológico de la Trilateral Commission, quien en su obra The Grand Chesboard, publicada en 1997, ha sostenido que la clave del poder global es el control de las repúblicas del Asia Central.
“Para obtener tal control -explica- es importante empujar a Rusia (debilitada), dejando, así, campo libre a Washington de hacerse garante de la estabilidad y del libre acceso al área. La finalidad de dicha estrategia es obstaculizar, y sucesivamente, después de que Rusia ha perdido vigor, impedir una Rusia potente y soberana, como es la actual…”.
En el año 2004, y luego en el 2009, los Estados Unidos y sus aliados han incentivado el avance de la OTAN hacia el Este, con la cooperación de la casi totalidad de los antiguos satélites del Pacto de Varsovia e incluso de los tres países bálticos, antiguas repúblicas soviéticas, hoy particularmente hostiles a Rusia.
Esta ampliación, que implica la instalación de nuevas bases de la OTAN cada vez más cerca de las fronteras rusas, no puede sino inquietar a Rusia. En fin, Rusia cree advertir que los Estados Unidos buscan el dominio del mundo. En su famoso discurso del 19 de septiembre de 2013 en Valdai, Putin dijo: “Estados Unidos fracasará como la Unión Soviética al imponer su modelo al resto del mundo”. Y también: “Notamos intentos por hacer revivir de alguna manera un modelo estandarizado de mundo unipolar y de ofuscar las instituciones de derecho internacional y la soberanía nacional. Un tal mundo, unipolar y estandarizado, no requiere Estados soberanos; requiere vasallos. Esto equivale al reniego de la propia identidad, de la diversidad del mundo donada por Dios”.
* El Padre Alfredo Sáenz es Licenciado en Filosofía y Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de San Anselmo, en Roma. Durante 13 años fue Encargado de Estudios en el Seminario Arquidiocesano de Paraná, teniendo a su cargo, la revista cuatrimestral Mikael. Ha estado a cargo de Teología Dogmática y Patrística en la Facultad de Teología de San Miguel, dependiente de la Universidad del Salvador, de Buenos Aires. Autor de numerosos artículos en diversas revistas nacionales y extranjeras, principalmente en Mikael y Gladius. Ha recibido los Doctorados Honoris causa por la Universidad Católica de La Plata y por la Universidad Autonoma de Guadalajara.