La propuesta de un “contrato social” de carácter global. Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

¿Qué “sapa”, señor…? ¡Que todo es demencia…!

Los versos de Discepolín continúan así: “Los reyes temblando remueven el mazo buscando un “yobaca” para disparar…” Para las personas nacidas en la segunda parte del siglo XX estas palabras pueden no decirles gran cosa. Fueron escritas en 1931, dos años después de la primera crisis, casi final, del capitalismo. Sus causas fueron múltiples y complejas, su resultado puso al borde de la catástrofe social, política, económica y financiera a la mayor parte del mundo occidental. Veamos cómo lo describe Wikipedia:

Se denominó “El Jueves Negro” al que tuvo lugar el 24 de octubre de 1929, día en el que dio comienzo la caída en la Bolsa de Nueva York y con ella el Crack del 29 y la Gran Depresión. El desplome de la Bolsa de Nueva York produjo una situación de verdadero pánico que provocó la posterior crisis bancaria en Estados Unidos.

Se puede leer una nota cuyo título es “Crack de 1929: Causas, desarrollo y consecuencias”, en la página www.revistainternacionaldelmundoeconomicoydelderecho.net del 22-11-09. En ella aparece el siguiente comentario:

El crack del 29, fue la mayor crisis, jamás conocida, en la cual estalló la Bolsa de Valores de Wall Street. En pocos días sufrió una fuerte caída del precio de sus acciones. Esto provocó la pérdida de trabajo para millones de ciudadanos. El problema se trasladó a casi todos los países del mundo como un efecto dominó. Afectó tanto a países desarrollados como a los que estaban en vías de desarrollo. Europa, que se estaba recuperando de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, padeció un empeoramiento general. Lo que comenzó como un simple descenso de las cotizaciones en la bolsa de Nueva York, en el otoño de 1929, se convirtió, en poco tiempo, en la mayor crisis de la historia del capitalismo.

Nuestro país no podía evitar esas mismas repercusiones, en una década que se la conoció como la Década Infame, desde la caída del Gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen (6-9-1930). Tiempos de negociados, gobiernos fraudulentos y pobreza generalizada.

Este breve comentario, me parece, que permite ubicar y entender los tiempos que se vivían: desconcierto político, descalabro económico, graves consecuencias sociales. Discépolo, pocos años después, va a pintar todo ello, en un cuadro muy realista en los versos de Cambalache (1935). Si reflexionamos un poco en la definición que contienen esos versos podemos concluir que, salvando los detalles específicos de aquella época, las diferencias con este hoy no son grandes. Estamos cayendo en una etapa en la cual podemos agregar al cuadro pintado algunos trazos aún más graves. Sobre todo, el grado de escepticismo que invade la conciencia colectiva creo que es más grave. Un clima de final de época apocalíptico paraliza a no pocos en estos tiempos.

Amigo lector, lo que sigue puede sorprenderlo, razón por la cual voy a introducirlo con algunas justificaciones. La nota que voy a pasar a comentar tiene su origen en un Centro de Estudios de Barcelona:

Cristianismo y Justicia es un centro de estudios dedicado a la reflexión social y teológica en la actualidad su proyección tiene alcance internacional. Su actividad consiste en la promoción del estudio y la reflexión para contribuir a la transformación de las realidades generadoras de injusticias.​ Esta tarea la realiza mediante la difusión de su pensamiento a través de cursos, charlas, presencia en las redes sociales y la publicación de los Cuadernos CJ que llegan a más de 45.000 personas en todo el mundo.

¿Por qué a ellos? Porque la información que circula por el espacio público, principalmente por los medios de información concentrados, responden a una matriz de pensamiento de carácter neoliberal. Esto se puede verificar en el modo de sus análisis en los cuales predominan las cantidades, los índices, las tendencias. Es decir, un tipo de información que descuida (o niega) la presencia de lo humano en todo ello. Reducir a cantidades los problemas que afectan a las personas estandariza, achata, homogeniza, desvirtúa el problema fundamental: la calidad de la vida humana. Además, este modo de informar es la causa de la decepción y del escepticismo que hoy nos domina. Un importante psicoanalista estadounidense, Rollo May, pionero de la psicología y psicoterapia existencial nos advirtió: “En la actual confusión de episodios racionalistas y técnicos, perdemos de vista al ser humano”.

Por ello mi propuesta es introducir un pensamiento humanista que coloque en el centro del debate el tema humano. Este cambio de mirada nos posibilita pensar más allá de los intereses puramente materiales. La nota, publicada por ese centro de estudios nos alienta a pensar desde la esperanza en un mundo mejor. Veamos. El título ya nos adelanta algo en un tema que aparece en la información pública con un sesgo distorsionador (para no ser demasiado duro): “El miedo de Davos y el nuevo contrato social” (22-2-2019). Su autor es el investigador Oscar Mateos, Doctor en Relaciones Internacionales por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Posgrado en Cultura de Paz y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración; Profesor y Coordinador del Grado de Relaciones Internacionales de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna (Universitat Ramon Llull). Sus antecedentes nos hablan de su dedicación académica y su sapiencia. Comienza así:

En el conocido documental Inside Job (2010), que denuncia la crisis financiera de 2008, hay una secuencia que atormenta al espectador. El gran directivo de una firma financiera aparece mostrando una asombrosa rutina: llega en su limusina, toma un ascensor exclusivo que lo llevaba al piso 40 sin encontrarse con nadie, sin cruzar palabra con nadie, sin mirar a nadie. Esta desconexión, sugiere la mejor metáfora de la vida de los super-ricos en la globalización. La gente corriente no existe, no lo incomoda. La realidad se sitúa en otra órbita, prácticamente en otra galaxia.

Las reuniones anuales del Foro Económico de Davos, convoca a personas que pertenecen a esa clase que se desconecta de los problemas mundanos. El polo opuesto lo presenta el Foro Social Mundial de Porto Alegre que tuvo la suficiente cobertura mediática como para denunciar que el sistema iba rumbo al desastre: en lo medioambiental, en lo social y en lo político. Davos siempre hizo oídos sordos a las alertas que activistas sociales, ONG e incluso organismos internacionales que lo plantearon de manera recurrente. Agrega el autor:

Los últimos años, sin embargo, han sido testigos de una notable aceleración e intensificación de los tres problemas globales que la humanidad enfrenta en este momento histórico: el cambio climático es una dramática realidad que cae por su propio peso; las desigualdades están generando un gran malestar; y la enemistad social se amplía ante gobiernos incapaces de dar respuestas. Ante este panorama Davos ha empezado a manifestar momentos de pánico. Los síntomas que afectan a poblaciones mundiales quedan lejos de las élites privilegiadas. Son hoy una realidad que puede derivar en graves protestas y disturbios sociales. Se asiste a un notable resquebrajamiento del orden liberal hasta hace poco incuestionado.

El estado de ánimo de esos privilegiados es cada vez más consciente de los síntomas de una realidad global amenazante. Estos temores pueden dar lugar a diferentes escenarios, algunos disparatados pero pensados por muchos de ellos: viajar a otro planeta. Otro posible es el de proponer cambios superficiales para distender un poco. Un dato llamativo para esas reuniones es que este año Christine Lagarde, Directora del FMI, citó el Informe sobre desigualdad de Oxfam [[1]]: “26 personas que caben en un minibus poseen más riqueza que el 50% del planeta -3800 millones de personas”. Nos aclara el autor:

No parece que, al menos en el corto plazo, muchos en este selecto club estén dispuestos a cuestionar el modelo de crecimiento actual, la disparidad de ingresos y la precarización del trabajo, o la existencia de paraísos fiscales. Pero no debe descartarse la posibilidad de un “contrato social con carácter global”. Un pacto en el que esta plutocracia financiera global, causante del creciente conflicto social, se vea obligada a plantear ajustes, centrados en la redistribución y en una transición ecológica de la economía, una idea cercana a un nuevo pacto que revea la gravedad del mundo actual. Este es un escenario globalmente posible y deseable. La preocupación de Davos debe ser el acicate para reconstruir los contrapoderes globales ante esta exclusiva élite mundial.

Amigo lector, creo que una mirada tan esperanzadora, que nos aleja del catastrofismo que abunda en el escenario público, muchas veces ocultado, pero permanentemente presente, es una fresca brisa que abre el horizonte hacia una sociedad más justa. Se requiere para ello saber mirar por debajo de las superficies informativas engañosas. Para ello se requiere capacidad analítica y compromiso humano. Cosa poco habitual en la información pública.

Espero que podamos compartir esta mirada esperanzadora. Porque un mundo mejor es deseable y es posible. Pero requiere que seamos capaces de estar a la altura de estas exigencias.

 

[[1]] Se puede consultar en su página www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2018-01-22

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