Por Ricardo Vicente López
Parte I
Con este título la doctora Cynthia Ottaviano [1] (1973) ha recuperado una historia, de las muchas que han sido enterradas por el odio de clase y el antiperonismo rampante que imperaron desde 1955 en adelante, con diversas intensidades. El resultado de esa actitud rastrera posibilitó el ocultamiento de una multiplicidad de pequeñas-grandes historias que nos hablan de la creación de instituciones nuevas que cumplieron un papel muy importante en la Revolución peronista. Algunas han desaparecido sin dejar rastros que nos permitieran conocer sus obras y actividades.
Afortunadamente, la vocación investigativa y la actitud militante de la autora le han permitido reconstruir, en parte, la historia de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. Fue una institución de vanguardia creada el 19 de junio de 1948, con el propósito de capacitar a cientos de mujeres tanto en lo sanitario como en formación política y hasta en “defensa nacional y calamidades públicas”. Marcelo Goyeneche [2] Director del documental Las enfermeras de Evita cuentan sus experiencia:
«La Escuela no sólo buscó cambiar el esquema caritativo por uno humanitario, sino que además involucró en su funcionamiento a las mujeres como nunca antes había sucedido. Revolucionó la manera de enseñar a cuidar a los enfermos y les otorgó profesionalismo a las mujeres que deseaban brindar un servicio social. Este proyecto formó parte de un plan mayor e integral del gobierno de Juan Domingo Perón que entendía a la salud pública como uno de los pilares de sus medidas políticas. Sin duda que fue un elemento de cambio porque, por primera vez, participaban activamente, no sólo en la política sino también en la toma de decisiones en un aspecto tan importante como la salud pública. Ellas eran las encargadas de ir a las distintas provincias, de hacer los nexos con los médicos. Ese modelo médico hegemónico se ponía en duda a través de un modelo sanitarista como el de Ramón Carrillo, que hacía una medicina de la prevención y las enfermedades estaban ocupando un rol muy importante».
Volvamos a la doctora Ottaviano, ella describe el espíritu de la institución:
«Tenían el día organizado “para cultivar el espíritu, la mente y las condiciones físicas”. Se despertaban al alba, hacían gimnasia, se duchaban y tomaban clases teóricas. Incluían Anatomía, Fisiología y también Doctrina Peronista. Almorzaban respondiendo a un régimen alimentario científico. Volvían a hacer deporte y se retiraban a limpiar su cuarto, bajo el más estricto aseo de sus tres uniformes reglamentarios. Respecto a su alma: antes del sueño reparador debían realizar un examen de conciencia, preguntándose qué han hecho para la felicidad de la comunidad y de la patria. No podían mentir. Estas eran algunas de las normas que cumplieron las mujeres, de entre 16 y 21 años, que se sumaron a la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. Esta verdadera milicia sanitaria llegó a formar 858 enfermeras y 430 especialistas, cifra récord para la época».
Es probable que este régimen institucional provoque resquemores en personas de una época muy distinta a aquella. No sólo estaba todo por hacerse, sino que debían enfrentar el machismo profesional del ambiente hospitalario: estas jóvenes debían modificar las reglas, los usos y costumbres consolidados por décadas. Fundamentalmente los valores humanitarios en el trato con los pacientes, era una revolución institucional.
Pero ese sueño dorado no duró mucho, fue una experiencia profunda que debía transformar los conceptos básicos de las reglas sanitarias… la doctora Ottaviano nos cuenta las consecuencias del Golpe militar de 1955:
«Con el golpe del ’55, las persiguieron, les allanaron las casas y les quemaron hasta los uniformes. Su historia fue silenciada hasta hoy. En su mayoría eran chicas humildes, a las que no les importaba nada más que “servir a su pueblo”. Todo lo que pudieran hacer, para ello, era poco, porque la escuela significaba “la dignidad, la vida”. “El rigor era lo de menos”, así lo recuerda María Luisa Fernández: “Abnegación, desinterés y amor, esa era la frase de Evita. Y nosotras lo vivíamos así, no se nos ocurría cuestionarlo”. Lo mismo cree Nilda Cabrera, egresada de la escuela en 1951: “En nuestras vidas no habíamos ido ni a La Salada –relató–. Era un sueño para nosotras. La primera vez que me subí a un avión fue para ir a Ecuador. Después a Perú. Y nos recibía el presidente del país”».
Esas mujeres que habían atravesado una experiencia única, insospechada, pensaban que todo eso se había perdido para siempre. Sin embargo sentían que ellas habían sido transformadas y, en definitiva, ese era el objetivo de la Escuela:
«Formar “misioneras de paz”, siempre “dentro de la norma disciplinaria”. Así lo explicó Adelina Fiora, la primera regenta: “muchas venían de hogares muy humildes y desconocían por completo el sentido de la palabra disciplina, indispensable para el estudio que emprendían. Se me ocurrió que una manera de enseñarles a organizarse era izar y arriar la bandera en el patio. Tal como hacen en la escuela primaria y secundaria”. Y funcionó. La idea tenía dos fuentes de inspiración muy concretas: el justicialismo, de raíz socialcristiana, y el proyecto del médico Ramón Carrillo [3] para cambiar el mapa sanitario argentino».
Como una especie de balance la autora cuenta: en 1945, por ejemplo, en la provincia de Jujuy, se morían 300 bebés de cada mil que nacían:
«Carrillo sostenía que debía formar a 20 mil enfermeras profesionales, para el cuidado de la población civil, pero también para la defensa nacional en casos extremos, como guerras y catástrofes. En su “Plan Analítico de Salud Pública” (1947) sostuvo que por medio de la medicina asistencial, la sanitaria y la social podía cambiarse la realidad».
Y el plan se puso en práctica. Hasta ese momento, la escuela de enfermería más conocida, tal vez, era la de la Cruz Roja Argentina. Para el peronismo, no servía: eran del sistema capitalista. Bajo los parámetros de Eva y Carrillo, las alumnas debían tener otros principios:
«No creen ofrecer limosnas, no entienden que van a regalar ayuda a los pobres: están regidas por el concepto justicialista, que constituye la base de la entidad central a la que pertenece. No esperan el llamado de los necesitados, se dedican organizadamente a buscar a quienes necesitan auxilio”, detalla una publicación de 1949, de la propia escuela. Para las alumnas era sencillo: la Cruz Roja era para la aristocracia. “Era gente de dinero, de doble y de triple apellido. Se anotaban para casarse con un médico. Nosotras éramos el Pueblo, las grasitas”, explica María Luisa. Grasitas o no, teníamos que pasar exámenes, bolillero de por medio “Llegábamos muy nerviosas”, agrega».
[1] Doctora en Comunicación, periodista, docente, investigadora y escritora argentina. Fue funcionaria a cargo de la Defensoría del Público.
[2] Director cinematográfico, Guionista, Camarógrafo, Documentalista argentino.
[3] (1906-1956) fue un neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista de Argentina, fue la primera persona que ejerció el cargo de ministro de Salud de la Nación Argentina, durante la presidencia de Juan Domingo Perón.
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