Por Ricardo Vicente López
Los jóvenes durante gran parte del siglo XX (salvo las últimas décadas), pasamos por las aulas del sistema educativo sin haber oído una palabra sobre un acontecimiento fundamental para la construcción de nuestra Patria como Estado soberano. Por esa razón me veo ante el deber de no dejar pasar un aniversario más sin recordarlo. Para ello, de la mano de algunos de nuestros historiadores, recordaré lo que fue una derrota-triunfo enfrentando a la flota de guerra más poderosa del mundo en ese siglo.
Fuerzas anglo-francesas que se presentaban en el Río de la Plata
«Una flota anglo-francesa – integrada por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes – fue interceptada por tropas argentinas, al mando del general Lucio Norberto Mansilla. Los europeos disponían de 418 cañones y 880 soldados. Once buques de combate de la escuadra anglo-francesa navegaban por el río Paraná desde los primeros días de noviembre; estos navíos poseían la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro y de rápida recarga de cohetes Congreve».
Las fuerzas argentinas de la defensa
«La principal fortificación argentina se encontraba en la Vuelta de Obligado, donde el río Paraná tiene 700 m de ancho, y un recodo pronunciado que dificultaba la navegación a vela. El general Mansilla hizo tender tres gruesas cadenas de costa a costa, sobre 24 lanchones. La operación estuvo a cargo, principalmente, de un italiano inmigrado a la Argentina, de apellido Aliverti. En la ribera derecha del río se montaron 4 baterías artilladas con 30 cañones, muchos de ellos de bronce, con calibres de 8, 10 y 12 (muchos de ellos capturados a los británicos que nos invadieron en la primera década de ese siglo. Estos eran servidos por una dotación de 160 artilleros. La primera, denominada Restaurador Rosas, estaba al mando de Álvaro José de Alzogaray, la segunda, General Brown, al mando del teniente de marina Eduardo Brown (hijo del almirante), la tercera era la General Mansilla, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios y la cuarta, de reserva y aguas arriba de las cadenas, se denominó Manuelita y estuvo al mando del teniente coronel Juan Bautista Thorne.
Además, en las trincheras había 2.000 hombres, la mayor parte gauchos asignados a la caballería, al mando del coronel Ramón Rodríguez, jefe del Regimiento de Patricios. En el río estaba estacionado un único buque de guerra argentino, el Republicano, que tenía como misión cuidar las cadenas que cruzaban el río. También participaron tropas del 2do batallón de Patricios».
«Más allá de las polémicas que afortunada y deseablemente, sigue despertando una figura tan interesante y clave de nuestra historia como la de Rosas, quizás uno de los aspectos más positivos de su gobierno haya sido el de la defensa de la integridad territorial de lo que hoy es nuestro país. Debió enfrentar conflictos armados con Uruguay, Bolivia, Brasil, Francia e Inglaterra. De todos ellos salió airoso. Compartía con los terratenientes bonaerenses la seguridad de que el Estado no podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto en Rosas y sus socios políticos y económicos una actitud fanática que se transformara en xenofobia ni mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente».
En la mañana del 20 de noviembre de 1845 pudieron divisarse claramente las siluetas de decenas de barcos. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por las dos flotas más poderosas del mundo, la francesa y la inglesa. Tres enormes cadenas atravesaban el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional. Aquella mañana el general Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas y padre del genial escritor Lucio Víctor, arengó a las tropas:
«¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Que flamee el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea».
La lucha, claramente desigual, duró varias horas hasta que por la tarde la flota franco-inglesa desembarcó y se apoderó de las posiciones criollas. La escuadra invasora pudo cortar las cadenas y continuar su viaje hacia el norte. En la acción de la Vuelta de Obligado murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos. Al conocer los pormenores del combate, el General San Martín escribía desde su exilio francés:
«Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside a la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán […]; estoy persuadido que será muy corto el número de argentinos que quiera enrolarse con el extranjero; en conclusión, siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, … todo ello es suficiente para que puede mantener el general Rosas, y son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires».
Juan Bautista Alberdi, claro enemigo del Restaurador, comentaba desde su exilio chileno:
«En el suelo extranjero en que resido […] beso con amor los colores argentinos y me siento vacío al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias: aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentinos […] No me ciega tanto el amor de partido como para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no llamó tanto la atención del mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos».
Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después. El tratado definitivo de la Confederación con Inglaterra, la Convención Arana-Southern, se firmó el 24 de noviembre de 1849. Por ella el gobierno inglés se obligaba a «evacuar la isla de Martín García». Por el artículo 4º, el gobierno de su majestad reconocía «ser la navegación del río Paraná una navegación interior de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental».
Ese tratado, también reconocía a la Confederación Argentina «la plena soberanía sobre sus ríos interiores, incluido el río Uruguay en común con la República Oriental. Además se reconocía el derecho de la Argentina de solucionar sus diferendos con el gobierno uruguayo por vías pacíficas o bélicas sin intervención extranjera. También se le devolvían la flota capturada y la isla Martín García, y habría un desagravio de la bandera argentina por la flota británica. El Reino Unido se reconocía vencido. El tratado es visto como un triunfo considerable para Rosas, ya que era la primera vez que los países sudamericanos emergentes fueron capaces de imponer su voluntad a dos imperios europeos.
Todavía hoy muchos historiadores se empeñan -hasta se complacen- en subrayar que Vuelta de Obligado fue una derrota militar. Pero olvidan, o niegan, el desenlace final de la agresión anglo-francesa contra la Confederación, que fue la frustración de la nueva aventura colonial de las potencias europeas en el Río de la Plata. La victoria militar y diplomática de la Confederación Argentina fue saludada por todos los pueblos hispanoamericanos que la vivieron como un triunfo propio.
Creo que ahora queda más claro por qué escribí que fue una derrota-triunfo.