La historia del hombre y la tecnología (III)

Ricardo Vicente López

Un aporte al tema que estoy investigando, que roza la fascinación tecnológica, fue abordado por Umberto Eco (1932-2016), Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín, Profesor  en la Universidad de Bolonia. Publicó una obra que se convirtió en uno de los grandes bestsellers de la época, y dio lugar a una interesante controversia entre, lo que el describió, como dos grandes grupos de personas frente a los cambios culturales de la década de los sesenta que quedaron expresados en el título: Apocalípticos e integrados (1964). Si bien la relación entre sus reflexiones y el tema de este trabajo no son directas, me apropio un poco arbitrariamente de esa dicotomía que expresa. Lo hago con el debido respeto a la inteligencia y versación del autor.

Yo voy a hacer un uso libre de esas definiciones, sin atenerme estrictamente a los significados que les dio en su libro. Me sentí atraído por esa dicotomía con la que intentaba pintar dos actitudes contrapuestas respecto de la presencia de los medios masivos de comunicación y las modificaciones en la cultura de masas. Me siento autorizado por la respuesta que le dio al periodista Carlos A. Scolari quien lo en enero de 2013, cincuenta años después de aquella publicación. A la pregunta por  la vigencia que podía mantener la caracterización de aquel libro, el autor le contestó:

Sí, eso que era un debate típico de aquella época, entre los filósofos e intelectuales varios, parece mantenerse… ellos todavía hoy no logran comprender el mundo tecnológico, por lo cual sigue existiendo esa división… Aunque hoy utilizan la tecnología, siguen sin comprender sus consecuencias… si bien la división no es tan tajante, lo cual me resultaría muy difícil decir hoy: “Usted es apocalíptico o usted es integrado”. Tal vez haya hoy un poco de cada cosa en ellos…

Comencemos, entonces, por los significados de esos dos conceptos, puesto que creo que se pueden percibir resonancias útiles para nuestro tiempo. La erudición de la que siempre hizo gala el profesor italiano obliga a pensar que estas dos palabras no fueron arbitrarias, que son el resultado de una larga meditación, por lo que encierran un mensaje a interpretar.

Las etimologías siempre abren caminos a la reflexión: Apocalipsis es de origen griego (apo=quitar; kalyptein= estorbar, esconder) que se debe entender como una revelación, que quita el velo que molesta o esconde. Fue utilizada por San Juan, Apóstol de Jesús, — al que se le atribuye también la autoría del cuarto Evangelio, pero de todo esto no hay certezas–. Por lo tanto, el significado de la palabra quedó fijado por este autor: apocalíptico, lo “relativo al fin del mundo”.

Agrega wikipedia al respecto:

Se conoce como género apocalíptico a un conjunto de expresiones literarias surgidas en la cultura hebrea y cristiana durante el período helénico y romano (siglos II a .C. y el siglos II) y que expresan, por medio de símbolos y complejas metáforas, la situación de sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora o en el caso de la apocalíptica cristiana en la Parusía o segunda venida de Cristo. ¿Por qué fue la literatura apocalíptica escrita con tales imágenes y simbolismos? Los libros apocalípticos fueron escritos cuando era más prudente disfrazar el mensaje en imágenes y simbolismos, que dar un mensaje en un lenguaje claro. Más aún, el simbolismo creó un elemento de misterio acerca de los detalles del tiempo y el lugar. Sin embargo, el propósito de tales simbolismos, no era causar confusión, sino más bien instruir y animar a los seguidores de Dios en tiempos difíciles.

Amigo lector, le ruego me perdone estas incursiones académicas, pero creo que la sapiencia del autor exige ser cuidadoso con las interpretaciones. Agrego a ello que tengo la seguridad de que no utilizó las dos palabras del título al azar y que encierran un mensaje necesario para una correcta reflexión, que hago extensiva a este siglo XXI.

La segunda palabra, integrados, es de uso mucho más reciente, y tiene resonancias técnicas. Su etimología nos dice que sus raíces latinas son in=negación; tangere=tocar, cuyo significado debe ser entendido como “completado, hecho entero”. Según nos aporta wikipedia:

Un circuito integrado (CI), también conocido como chip o microchip, es una estructura de pequeñas dimensiones de material semiconductor, normalmente silicio, de algunos milímetros cuadrados de superficie (área), sobre la que se fabrican circuitos electrónicos generalmente mediante fotolitografía y que está protegida dentro de un encapsulado de plástico o de cerámica. El encapsulado posee conductores metálicos apropiados para hacer conexión entre el Circuito Integrado y un circuito impreso.

Un comentario que agrega a la primera definición, nos permite aventurarnos en una interpretación útil para nuestro camino, es el siguiente:

La integración de grandes cantidades de pequeños transistores dentro de un pequeño espacio fue un gran avance en la elaboración manual de circuitos utilizando componentes electrónicos discretos. La capacidad de producción masiva de los circuitos integrados, así como la fiabilidad y acercamiento a la construcción de un diagrama a bloques en circuitos, aseguraba la rápida adopción de los circuitos integrados estandarizados en lugar de diseños utilizando transistores discretos.

Las definiciones que más se acercan a nuestro propósito es: «formar partes diversas un todo o conjunto; unir a alguien o algo a un grupo, sociedad, etc., y hacer que participe de ellos».

La relación entre los dos conceptos propuestos no puede ser casual ni caprichosa, como ya señalé, mucho menos si la recibimos de la pluma de un experto en el uso de las palabras. Me voy a aferrar a un concepto, enseñado en casi todas las universidades del mundo: «Los hechos son sagrados las interpretaciones son libres»; los hechos están impresos en las páginas del libro de Umberto Eco, las interpretaciones son el resultado del ejercicio de mi libertad, con la debida prudencia que corresponde.

Las dos categorías de Eco me llevan a pensar que el avance de la tecnología generó en los habitantes del siglo XX reacciones contrapuestas detectadas por el autor que las calificó de ese modo. Apocalípticos son aquellos que ven en ese avance, y en la introducción de inventos o diseños complejos, la posible deshumanización de la vida moderna, casi un ataque de graves riesgos. Una especie de sustitución o perturbación de las relaciones sociales por la interferencia de una aparatología patologizante. El profesor habla de una pequeña aristocracia de intelectuales que rechazan por incapacidad de un análisis más detenido y sustancioso. De allí, la figura del fin del mundo, el Apocalipsis, aparece como la posibilidad de la amenaza sobre lo humano, que llevada a su extremo anunciaría el fin del mundo, expresión de Juan.

En el otro polo de la dicotomía aparece una masa amorfa, una cantidad de hombres pequeños que se someten acríticamente a las innovaciones, aceptan sin comprender, sin la menor reflexión, puesto que no le cabe una actitud cuestionadora. Parten de la certeza de que todo lo moderno es mejor, es para bien de todos, mejora la vida con una gran oferta de novedades. El concepto de integrados se entiende mejor aún si se relee la definición propuesta más arriba:

La integración de grandes cantidades de pequeños… dentro de un pequeño espacio fue un gran avance… por la rápida adopción de los… integrados estandarizadospara formar partes diversas de un todo o conjunto; unir a alguien o algo a un grupo, sociedad, etc., y hacer que participe de ellos. Parece una metáfora de la idea de hombres-masa. Todo ello habla de masas de hombres que se adaptan con facilidad, que adoptan toda oferta estandarizada. En pocas palabras el fenómeno de la masa obediente y sumisa.

Creo que nos hemos acercado bastante a una comprensión aceptable del fenómeno que venimos estudiando: el hombre y las tecnologías, las diversas actitudes que se asumen en presencia de lo nuevo no bien comprendido: rechazados por unos pocos — aristocráticos dice Eco, subrayando su condición minoritaria y soberbia–; y aceptados sin más reparos por los más, con mucha docilidad y acatamiento.

Avancemos. La tecnología tiene una historia tan antigua y contemporánea de la existencia del hombre sobre el planeta. Hay una relación de mutua dependencia: el hombre comenzó a fabricar herramientas para sobrevivir y su uso y perfeccionamiento fue modificando al hombre en su proceso evolutivo.

La metáfora de la película de Stanley Kubrick, Odisea del espacio (1968) comienza con una alegoría respecto de la historia de la tecnología: “unos simios arrojan al espacio un fémur de algún animal de enorme tamaño, que utilizan como arma, y en su vuelo se convierte en la nave espacial HAL 9000, una máquina dotada de inteligencia artificial”. La historia de la tecnología queda sintetizada en ese viaje espacial, en cada extremo se patentiza el estado primario y el complejísimo resultado actual.

Es sorprendente el caso de la escritora, ensayista y filósofa británica, Mary W. Shelley (1797-1851), quien en los comienzos del siglo XIX, publicó la novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). En ella aparece la narración que hoy denominaríamos de ciencia ficción. Describe los diversos pasos y sus dificultades que debe afrontar el Doctor Víctor Frankenstein en la estructuración de un supuesto ser humano artificial. Para ello utiliza partes diversas diseccionadas de cadáveres, ensambladas para la reconstrucción de un cuerpo humano al cual intentará darle vida. El monstruo no tenía nombre en la novela, como indicación de que era una cosa, no un ser humano, “un símbolo de su orfandad, alienación y su carencia de sentido e identidad”.

Pero la película estrenada en Londres en 1927 le adjudica el nombre del médico a la creatura monstruosa, por lo cual pasó a designarse Frankenstein al monstruo. Este ser finalmente adquiere vida propia pero desobedece y enfrenta a su creador. La metáfora del riesgo de la fabricación tecnológica que escapa al dominio de su creador aparece en época tan temprana como una advertencia.

Entonces lo que someto a un cuestionamiento, lo propongo en la pregunta, que creo necesaria y obligatoria, respecto de la relación que se ha ido generando entre el hombre y la tecnología. Las relaciones cada vez más intrincadas y difícil de desentrañar que se han ido entretejiendo entre ambos términos de esta ecuación. El profesor italiano define las respuestas de la cultura de la sociedad de masas de los sesenta que encuadra en los dos conceptos ya mencionados: Apocalípticos e integrados. Ahora, con las elucubraciones sobre lo que ya quedó escrito –las definiciones, las etimologías y las interpretaciones–, debemos arriesgarnos a intentar comprender un poco más.

Teniendo en cuenta que ya han pasado unos cincuenta años desde su publicación, tiempo que obliga a tomar distancia respecto de cómo se entendía el mundo en aquel entonces y de sus pronósticos. La historia nos enseña a mirar cada época dentro de su propio marco cultural y no dejarnos arrastrar por la óptica engañosa de un presente distante. Por ello, el uso, o el abuso, que estoy proponiendo de esos dos conceptos deben atribuirse enteramente a mi responsabilidad.

Los apocalípticos, la aristocracia intelectual, exquisitos, exigentes, escépticos por las dudas, según el autor, son los primeros que se demuestran muy preocupados por cualquier avance tecnológico. No significa esto que todos los intelectuales respondan a estas características. Son sólo los que rechazan sin una fundamentación necesaria. Se asustan por la facilidad con la cual la masa, los integrados, aceptan sin el más mínimo reproche. Eso parecería ser la prueba de las consecuencias de las novedades tecnológicas que los manejadores del mercado aprovechan para imponer todo lo que le retribuya el lucro necesario.

Para los apocalípticos esta cultura de masas y sus medios de difusión destruyen las características de la diversidad necesaria de un público que no expresa sus preferencias y por consiguiente se mantienen conformes con lo que le ofrecen. Los medios masivos son el instrumento creado para el entretenimiento y sometimiento de la masa de integrados.

No estoy postulando que lo las posiciones adoptadas por cada uno de los sectores sean correctas o no, sólo describo, a partir del aporte muy interesante del profesor italiano, las condiciones que parecen presentar los polos en pugna. Ello permite una simplificación que ayuda al proceso de la investigación. Pero, nos obliga, a partir de allí, a avanzar en un análisis más detallado y profundo de lo que se está produciendo y de sus ventajas y perjuicios posibles. (Continuará)

 

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