Por Ricardo Vicente López
Parte III
He seguido, en las notas anteriores, el curso de la investigación de la Doctora Blanca Montoya para ir abriendo un camino de comprensión respecto de las consecuencias que produce la manipulación de la conciencia colectiva. Este proceso tiene una larga historia desarrollada en el siglo XX que mostró, en el período de la posguerra, avances muy importantes. Creo necesario recurrir a algunos temas teóricos para facilitar la comprensión de las consecuencias y la eficacia de los resultados obtenidos por el sistema imperante. Estamos en un punto de ruptura, en la consolidación del dominio de públicos masificados. De allí en adelante todo es incierto.
En esta nota me voy a apoyar en el análisis que nos ofrece Esther Blanco García – Licenciada y Doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo (Asturias). Intentaré describir lo que se puede denominar el desarrollo de la conciencia, este conocimiento es una de las bases que posibilita su control. Blanco García nos ofrece algunas ideas sobre la génesis de la conciencia humana. En una publicación que lleva por título La construcción social de la personalidad del niño, describe los pasos de lo que se ha denominado el origen y el desarrollo de la conciencia. Salvo en medios especializados, el tema arrastra las ideas de los liberales de los siglos XVII y XVIII. Veamos una síntesis.
Dos padres del liberalismo, el filósofo inglés John Locke (1632-1704), conocido como el Padre del Liberalismo Clásico y el filósofo francés René Descartes (1596-1650), el Padre de la filosofía Moderna, dejaron sentado algunas ideas cuya fuerza ha llegado hasta nosotros:
«Para el primero el hombre es un ser razonable y esa capacidad razonadora le hace ver que el fin de él es la búsqueda de la felicidad. Afirmaba que la mente humana es como un lienzo en blanco, o tabula rasa, al nacer. Nuestro conocimiento del mundo sólo puede proceder de la experiencia, a través de los sentidos. El segundo sostiene que el conocimiento parte de una relación sujeto-objeto; a partir de allí un yo que piensa frente al mundo que lo rodea, fundamenta su existencia apoyado en esa capacidad».
Lo que me interesa subrayar, amigo lector, es que ambos viven y piensan en una época que comienza a criticar la herencia del pasado medieval. Se produce la revolución moderna que enarbola el valor de la persona, lo que da lugar al humanismo y al culto de la libertad individual como valor fundamental:
«La modernidad es la creencia en la libertad de los seres humanos –natural e inalienable, según muchos filósofos de la época–, así como en la capacidad de raciocinio de los hombres, combinada con la inteligibilidad y asequibilidad del mundo para la razón humana».
Este liberalismo se exacerba en los siglos XIX Y XX y, sobre todo en la posguerra, a partir de mediados del siglo XX, adquiere ribetes exagerados como rechazo a la concentración del poder internacional, en manos de las multinacionales, que va asfixiando al individuo:
«Esta tendencia que postula una libertad sin límites, que lleva a una persona a obrar según su propia voluntad, sin contar con la opinión de las demás, que pertenecen al mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento que regulan sus relaciones».
Digresión: El problema de la falta de libertad, de la despersonalización del hombre masa fue un tema de los encuentros entre el pensador francés André Malraux (1890-1970) y el General Charles De Gaule [1], ya muy anciano. Encierra una profunda sabiduría que es importante recordar:
«Las implicaciones políticas de la pérdida de la libertad abarcan dimensiones cada vez más amplias. Son muchas las formas de libertad que la masificación actual ha sometido, faltas que definen todos los movimientos humanos de hoy. ¿Quién soportará sin reír, dentro de cien años, el vocabulario: alienación, estructura, frustración, civilización de consumo?.. Nos encontramos, sin duda, ante una serie de conceptos instrumentales circunstancialmente empleados para definir nuestra propia situación, transitoria y crítica por excelencia. En este ámbito, recuperar un concepto auténtico de la libertad es tarea ardua y, por tanto, preliminar a todas las demás tareas del espíritu, que la libertad condiciona y vivifica».
Esa falta de libertad ha generado una profunda herida en la conciencia colectiva del hombre actual, que anula en gran parte las posibilidades vitales y nulifica su libertad.
Retomemos las ideas de Esther Blanco García que, desde una perspectiva científica nos permite pensar sobre bases más sólidas. El niño no es un procesador independiente de la información, ello nos obliga a ser muy críticos con la tesis de los filósofos liberales, que menosprecian el contexto histórico-político, componente fundamental de este proceso.
«La conciencia es un producto subjetivo del desarrollo humano, y al mismo tiempo su contenido es el conocimiento del mundo que nos rodea, sus conexiones y leyes básicas. Esto significa que la conciencia puede ser llamada una imagen subjetiva de la realidad objetiva. En el transcurso del desarrollo histórico de la humanidad, la conciencia humana también se fue desarrollando gradualmente. La fuente de su desarrollo es la necesidad de la persona de cooperar, comunicarse e interactuar con otras personas. Esta necesidad surgió ya en la sociedad primitiva, en una situación en la que las personas comenzaron a trabajar juntas para producir su subsistencia. En el proceso de realización de estas actividades, y para su resolución efectiva, las personas necesitaban hablar para poder acordar los objetivos y los detalles de la tarea que tenían por delante».
De un manual, de mi época de estudiante, extraje una serie de definiciones que nos iluminará el tema. Me voy a centrar en las de Freud, aunque algunas de ellas están cuestionadas por los especialistas. Pero, para el nivel de lo que estamos necesitando, nos serán de mucha utilidad. Veamos:
«La consciencia es, a nuestro modo de ver, la cara subjetiva de una parte de los procesos físicos que se producen en el sistema neuronal, especialmente los procesos perceptivos […] la consciencia no es más que un órgano sensorial para la percepción de las cualidades psíquicas […] La conciencia está formada por todos aquellos pensamientos y sensaciones que se procesan a través de los sentidos y las emociones. […] El nivel pre-consciente es el que se encuentra entre el inconsciente y el consciente. Representa todos los sentimientos, pensamientos, fantasías, etc. […] El sistema inconsciente es el nivel menos accesible de la consciencia […] el subconsciente alude a un antiguo término utilizado en psicología y en psicoanálisis para referirse a lo inconsciente, a lo débilmente consciente o a lo que, por encontrarse “por debajo del umbral de la conciencia”, resulta difícilmente alcanzable por esta, es definitivamente inaccesible».
Debo excusarme, amigo lector, por la sensación que puede generar este galimatías [2], no pretendo hacer gala de mis conocimientos, sino informarle el lenguaje que se maneja entre los especialistas, cuyas definiciones varían según quien las utilice. La persona que descubrió que allí se abría un campo propicio para comenzar a intentar ciertas manipulaciones posibles de la conciencia colectiva fue el doctor Eduard Bernays (1891–1995), conocido como publicista, y periodista, fundamentalmente inventor de la teoría de la propaganda-.
Como un puente entre el estudio de este investigador y la utilización de sus enseñanzas en el mundo actual le voy a proponer un recorrido por la utilización de sus técnicas y el proceso de encubrimiento que los medios internacionales y las instituciones educativas gestionaron. Quiero mostrarle como se fue distorsionando la propuesta de Bernays para convertirla en una disciplina de la enseñanza superior. De modo tal de aparecer con las ropas de una “caperucita roja”, en conductas casi de inocencia infantil. Para ello, en la próxima nota le voy a presentar las ropas profesionales de su imagen actual.
[1] General y estadista francés que dirigió la resistencia francesa contra la Alemania en la Segunda Guerra Mundial; Presidente de la República Francesa de 1944 a 1946 para restablecer la democracia en Francia.
[2] Un galimatías es un término usado para describir un lenguaje complicado y casi sin sentido, embrollado, lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas