Por Marcelo Ramírez*
La falacia de la supremacía capitalista clásica intenta detener el curso natural de la historia que marca la decadencia del modelo globalista occidental. La aparición de China como actor global con un acelerado crecimiento mantenido durante más de tres décadas demuestra que existen otros sistemas que pueden ser una opción, con tan buenos o mejores resultados que el actual.
Se podría argumentar que China es una potencia socialista que ha mirado hacia el capitalismo, y si bien es innegable que toma herramientas propias de este sistema para poder desarrollar con más rapidez su economía y no ser vista como una amenaza por otras potencias capitalistas, finalmente incorpora componentes propios sobre el papel del Estado, que rige todas las grandes decisiones económicas del país.
El globalismo, que comenzó a abrirse paso aceleradamente a partir de la caída del bloque soviético, parece agotar su posibilidad de expansión. En un primer momento la llegada de Donald Trump a la presidencia frenó la expansión en ese sentido globalista de los Estados Unidos, un hecho que comenzó a revertirse nuevamente ahora que toma el poder de la mano de Biden.
Los tiempos han cambiado y el modelo ideado en los 90 parece estar agonizando. Este globalismo no cuenta con el apoyo de las mayorías a la vista, lo que se tradujo en varios cisnes negros que aparecieron en el horizonte. Estas inconsistencias se explican largamente porque durante su periodo de apogeo no consiguió mejoras en el nivel de vida de las sociedades y produjo una desigualdad nunca vista hasta este momento.
Este modelo, que responde a la concentración económica-financiera de élites controladas por el mundo anglosajón, definitivamente perdió su magia para seducir a las mayorías. Más de tres décadas con caídas ininterrumpidas de los ingresos de las clases medias y la multiplicación de los pobres, ha producido un hondo malestar que inclusive amenaza con la propia estabilidad de los Estados Unidos.
Este modelo es el resultado de las democracias liberales y su funcionamiento. Las mismas han perdido su liderazgo como símbolos de libertad, tolerancia y desarrollo económico. Los fraudes electorales que han llegado a observarse en las elecciones de los Estados Unidos, que si bien ya habían sucedido en dos oportunidades esta vez se produjeron en una forma tan grotesca, terminaron por sacar el velo de democracias tuteladas y plagadas de corrupción de todo orden, las cuales hoy se escudan en la defensa de derechos especiales desde las visiones de “izquierda” o “progresismo”. Cuando estos sectores llegan al poder solo terminan por mostrarse como un gobierno de minorías precisamente a espaldas de esas mayorías ya molestas por el devenir de los últimos años.
El modelo democrático liberal que predomina en Occidente está controlado por multimillonarios que condicionan no solo con su apoyo a las campañas electorales sino también con boicots a las medidas que no son de su agrado. La ruta del dinero también nos muestra que los medios de comunicación están al servicio de estos mismos dueños y avalan todas sus iniciativas en forma obscenamente acrítica.
Este cuadro ya de por sí preocupante se completa con organismos de inteligencia a su servicio, con Think Tanks subsidiados, partidos políticos domesticados y una industria del entretenimiento que embrutece mientras baja una línea política. Dentro de este marco podemos observar también falsas antinomias que crean rivalidades que permiten conducir a las sociedades muchas veces por la reacción.
El papel de la Justicia al servicio de los mismos poderes es tan gráfico que es difícil no darse cuenta cómo se puede encarcelar un líder político popular para evitar instalar un modelo alternativo de poder, para luego ver a ese mismo líder dejado en libertad para utilizarlo contra otros políticos que representan una amenaza mayor. Este juego ha producido una profunda desacreditación de la política misma, algo que parece rápidamente agudizarse en una Academia volcada sobre un programa extremo globalista que puede actuar por izquierda o por derecha, según convenga.
De esta manera, a través del pan de zanahoria, el poder financiero consigue domesticar también a los centros de enseñanza para que apliquen las políticas de moda y las validen como “científicas”. El actual manejo de la situación sanitaria comienza a agregar más problemas, porque ya no es solo el campo social el que se postra ante la presión del dinero.
La dinámica de los acontecimientos excede la capacidad de análisis convencional y llevan a no aceptar que es la variabilidad de las políticas impulsadas las que cambian los objetivos. Algo similar a como en su momento sucedió que para frenar la expansión de gobiernos populares o el “comunismo” se impulsaron dictaduras militares, y cuando las mismas dejaron de ser útiles al poder, fueron a su vez reemplazadas por este modelo de democracia liberal.
A quienes lucharon contra las dictaduras les cuesta mucho comprender que el modelo de democracia actual responde a los mismos intereses que tenían las dictaduras, algo bastante simple de comprender cuando se analizan los nombres y las ideas de los equipos económicos en los gobiernos sucesivos.
La ineficiencia del sistema democrático liberal para dar respuestas a los pueblos comienza a agotar el propio sistema y avanza hacia la quiebra del mismo. Este modelo no sirve ya para controlar mucho tiempo más a las sociedades que se acercan a otros modelos que no son del agrado de las élites.
Este proceso se ve acelerado por una crisis sanitaria devenida en económica, cuyos orígenes no están del todo claros, y que es acompañada por la profundización del cambio de matriz energética que es manifiestamente insuficiente para satisfacer las necesidades de un mundo con 7500 millones de habitantes.
Con las políticas de la ”d” en marcha, deconstrucción, desinversión, despoblación, sostenidas por una teoría sobre el recalentamiento global de causas antropogénicas, no hay espacio para el debate argumentativo ni científico y solo hay emociones. Las condiciones entonces están dadas para que veamos un nuevo salto de modelo y esta vez no será solo para países del Tercer mundo sino a escala global. El gran reset qué proclamó Klaus Schwab no es más que eso, un nuevo modelo.
Lo importante es saber qué hay detrás, cuál es en realidad el modelo al que vamos verdaderamente y no el que presentan con frases edulcoradas. La publicidad del Foro de Davos hizo famosa la expresión “no tendrás nada pero serás feliz”: no hay dudas de que la intención es que no tengamos nada. La ministra de transporte del Reino Unido acaba de anunciar que va a ser política de su país la eliminación del automóvil privado como medio de transporte, y que en el futuro los medios serán colectivos cobrando especial importancia las bicicletas y el caminar. No podemos negar que Mauricio Macri fue un adelantado, tal vez algo sabía sobre el modelo que se estaba gestando. Definitivamente, como muchas veces hemos escrito en esta columna, las nuevas tecnologías marchan hacia la obsolescencia humana, no será necesario el trabajo humano y por lo tanto no habrá trabajo para la inmensa mayoría. El resultado es bastante simple de predecir: subirán geométricamente los desocupados, y por eso sabemos que se impulsa la renta universal como herramienta para evitar los disturbios sociales, mientras el proceso de reorganización de la sociedad sigue en marcha hasta cumplir con los fines que persigue.
La política desnuda que este proceso implica básicamente la destrucción de todo lo conocido y el principal problema al que nos enfrentamos es que no hay ideas nuevas que presenten alternativas esperanzadoras. Parece que solo podemos optar entre distintas expresiones de un mismo modelo, que además marcha en una misma dirección hacia una misma meta.
Esta situación es particularmente complicada porque se monta sobre una sociedad que ha eliminado la política como un tema de debate nacional, apenas circunscribiendo la misma a pequeños reductos qué discuten más espacios de poder que proyectos nacionales. Con solo pensar qué no hay plataformas políticas, ni nadie sabe que van a hacer los sucesivos candidatos -porque son electos con las estrategias electorales que indican que no sentando posición sobre nada que sea determinante y hablando solo de generalidades-, alcanza para darse cuenta de la endeble situación en que estamos para responder el cambio de modelo.
Esta política no es algo que haya surgido recién ahora, se ha ido construyendo pacientemente horadándola, banalizandola, degradándola de forma tal que no exista empatía alguno entre el ciudadano común y sus representantes. Este proceso de descrédito fue potenciado reescribiendo la historia y fomentando la cultura individualista. Tan triste panorama se transforma en la única tabla de salvación que es la individual. Dicho con otras palabras, es un sálvese quien pueda a nivel global, o al menos Occidental.
El panorama entonces se presenta difícil para Occidente, sin embargo existen otras fuentes ideológicas que no son solamente las occidentales. Hay otras corrientes políticas que empiezan a ganar espacio entre las naciones que resisten este orden globalista, solo que en esta parte del mundo tenemos poca información.
A fines de diciembre de este año se produjo un encuentro en Rusia de la corriente internacional que parece estar consolidándose aportando un modelo diferente a los impuestos por Occidente. En la Cámara Pública de la Federación Rusa este 23 de diciembre se produjo el Primer Foro sobre Geopolítica y Eurasianismo P.N. Savitsky, en conmemoración al centenario de la aparición del movimiento euroasiático. El organizador del evento fue Leonid Savin, jefe administrativo del Movimiento Eurasiático Internacional y contó con la presencia de pensadores que representan estas teorías o que están interesados en conocerla más de cerca.
Entre los presentes se encontraba el conocido Alexander Duguin, quien expresó que “los euroasiáticos fueron los primeros que plantearon la necesidad de crear un modelo alternativo y simétrico de desarrollo que se opusiera a la geopolítica anglosajona“. La Doctora en Filología Gacheva Anastasia Georgievna, Investigadora Principal del Instituto de Filología de la Academia de Ciencias de Rusia y jefe del Departamento del Museo de la Biblioteca N.F. Fyodorov dijo que “el eurasianismo es una corriente en desarrollo, creativa, y esta es el secreto de su fuerza, especialmente porque no es dogmática y se encuentra en constante cambio”.
Esos discursos comienzan a dar una idea de que existen pensamientos en el mundo que pueden ser alternativas al modelo anglosajón qué se presenta tanto por izquierda como por derecha. Debemos resistir la tentación de descalificar estos movimientos tildandolos de fascistas o filo nazis simplemente porque cuestionan las políticas del mundo anglosajón. Cuando Duguin menciona que los euroasiáticos fueron los primeros en notar la necesidad de crear una teoría alternativa política que explique la realidad y que proponga soluciones, seguramente no se equivoca, ya que estas ideas tienen más de un siglo de antigüedad y ahora comienzan a recobrar su vigencia en función del triunfo de lo que este autor ruso denomina como un liberalismo que funciona a través de expresiones por derecha y por izquierda.
Entre los disertantes se encontraba también Igor Kefeli, doctor en Filosofía y profesor del Instituto de Administración del Noroeste de la Academia Rusa de Economía Nacional quien en su oportunidad expresó que “el período eurasianista de nuestra historia, que llamamos neo-eurasiano, sea el escenario de implementación de muchas de las ideas de este movimiento, ya que muchas de estas se han convertido en parte de la conciencia y la práctica política de nuestros pueblos… Creo que ha llegado el momento de utilizar el patrimonio espiritual e ideológico que hemos desarrollado durante este corto periodo de tiempo que abarca poco más de un siglo y que ha comenzado a renacer.” Kefeli está dando importancia no solo a las fuerzas materiales sino también a las espirituales, donde las tradiciones son herramientas del quehacer político y, sobre todo, útiles para reconstruir lo que se ha ido perdiendo.
Valery Korovin, director del Centro de Estudios Geopolíticos, expresó que “el eurasianismo defiende el reconocimiento de las comunidades orgánicas y desecha las identidades artificiales que nos han impuesto las teorías liberales y occidentales”. Estas palabras sirven para comprender su posición frente a muchas de las cuestiones que señalamos en este espacio, ideas preconcebidas y artificiales que impiden reconocer cuáles son las comunidades realmente orgánicas y válidas.
Es importante además comprender que estás ideas tienen un anclaje en el mundo real y no son meras muestras de un ejercicio teórico. Muchos analistas políticos especulan sobre cuál debería ser la actitud de Rusia con respecto a China o de esta en relación a Moscú, dada la política de forzar a los aliados del mundo anglosajón para que Rusia comprenda que es más provechoso presentarse con una identidad Europea y alinearse con Estados Unidos y la Unión Europea.
La prioridad siempre para el mundo anglosajón ha sido evitar que se forme un eje que incluya a Moscú tanto sea con Beijing como con Berlín o París, porque este tipo de alianzas constituirá un poder capaz de rivalizar con éxito al mundo anglosajón. En ese sentido el Dr. Konstantin Kurylev, profesor del Departamento de Teoría e Historia de las Relaciones Internacionales de la URAP, expresó que “Rusia no puede permitirse repetir los errores cometidos durante la década de 1990 en el estado actual del mundo, especialmente si tenemos en cuenta que eso implica que los intereses nacionales rusos estarían supeditados a los intereses del Occidente colectivo”. Kurylev sostuvo que “en las actuales condiciones en que nos encontramos, el no-Occidente colectivo esta conformado por China y Rusia, por lo que el desarrollo de este nuevo paradigma debe realizarse de forma coherente”.
Definitivamente el modelo ruso euroasiático intenta alinearse no solo con China sino con todo aquel que sea no occidental. La tensión entre la antigua Unión Soviética con Beijing fue una de las explicaciones para la victoria del modelo anglosajón.
Desde las oficinas de pensamiento euroasianista se apoya firmemente la política rusa de generar un frente anti occidental. Es bueno recordar que esta política se opone frontalmente al liberalismo, pero que no pretende imponer su modelo civilizatorio. Los euroasianistas entienden que lo que determina en realidad es dividir entre los hechos auténticos y otros impuestos, artificiales. Los propios Estados responden a un elemento superior que es la idea de una civilización, lo que determina finalmente los espacios que pueden y deben coexistir pacíficamente.
La idea del Imperio que tienen es precisamente la de un órgano contenedor de distintas realidades de diferentes pueblos, algo diametralmente opuesto a lo que plantea el imperialismo, un concepto más familiar para nosotros donde una potencia impone sus condiciones a otros pueblos.
El cambio de modelo a nivel mundial que estamos señalando también es sostenido por Vladimir Kireev, doctor en Filosofía y Ciencias Políticas, quién dijo a los exponentes que “estamos presenciando una transformación de las estructuras políticas y económicas a nivel mundial. Desde hace 200 años hemos visto el predominio de los países occidentales… Pero ahora estamos conociendo su fin”.
Un punto clave a tener en cuenta es qué pasa con aquellos pueblos que no están incluidos dentro de lo que es el eurasianismo. En este punto adquiere crucial importancia las palabras del representante de Egipto, Amro Mohamed Abd El Hamid, director general del Centro de Estudios Árabe-Eurasiáticos, quién expresó que era lo que lo motiva va a estar presente; “el neo-eurasianismo ha despertado el interés del mundo árabe-musulmana, ya que refuerza la cooperación entre Rusia y los principales actores del Medio Oriente.” Muchas de las acotaciones que se vierten desde occidente hacia estos grupos son acusaciones de supremacistas raciales o nacionalistas xenófobos. La conclusión sobre esto se produce por la ignorancia que tenemos sobre las ideas euroasianistas.
El mundo eslavo, que es central en las ideas euroasiáticas, tiene un enorme problema: la serie de divisiones internas que existen entre los distintos pueblos. Si hoy prestamos atención sobre cuáles son los puntos más álgidos del planeta, nos encontramos con Ucrania y las fronteras de Europa oriental, habitadas mayoritariamente por población eslava.
El enfrentamiento actual entre ucranianos polacos, bielorrusos y rusos es entre eslavos, y es algo que además es sumamente aprovechado por los anglosajones para sacar provecho. El politólogo polaco Mateusz Piskorski ha comentado en el Foro que “a pesar de todas las distorsiones y malentendidos que los intelectuales polacos han hecho del eurasianismo, cree que dentro de un futuro próximo será posible abordar con seriedad este tema en Polonia.”
También estuvo presente en el evento un aspecto clave, el asunto militar, algo que determina finalmente las políticas a seguir es la fuerza. Las formas de agresión real en la actualidad son múltiples y muchas de ellas poco visibles por el común de la gente. Una Nación puede estar bajo ataque militar sin que no se dispare una bala.
El profesor Yuri Matvienko, de la Universidad Militar, puso en consideración la mirada desde la seguridad advirtiendo sobre “la importancia de adoptar medidas que protejan y defiendan el eurasianismo y la integración euroasiática frente a los ataques de Occidente, donde tanto Rusia como sus aliados se ven involucrados en varias formas de guerra no convencional.”
Vamos a abordar nuevamente a Dugin, extrayendo algunos de los párrafos más jugosos de su exposición resumiendo parte de lo expuesto:
“¿Por qué es relevante? Porque Putin proclama junto con Xi Jinping el proyecto de crear una Gran Eurasia… Somos testigos de cómo un proyecto del Rimland se está convirtiendo ahora en un proyecto euroasiático, siendo la proclamación misma del nacimiento de la Gran Eurasia”.
“El eurasianismo parte de la premisa de que el acercamiento político de Rusia a Occidente (durante el periodo de los Romanov y en otras ocasiones) siempre ha sido un grave error. Únicamente cuando Rusia se define por fuera de la línea divisoria de Oriente y Occidente o incluso cuando se alía directamente con Oriente, refuerza su influencia sobre el mundo. Un buen ejemplo de esto lo estamos viendo ahora que nuestras relaciones con Occidente empeoran, mientras que sucede lo contrario con Oriente y China”.
“El eurasianismo es la verdadera columna vertebral del Estado ruso, ya que abrazar una causa eslava, rusa o nacionalista solo nos dividirá y distraerá de nuestros auténticos objetivos… Debemos seguir las ideas de Lev Gumilev de una unidad turco-eslava independiente, la cual complementa a nuestros pueblos y es nuestra contribución a la idea misma de Eurasia. De hecho, es la Idea-Fuerza misma de nuestro pensamiento”.
En este momento podríamos preguntarnos qué tiene que ver todo esto con nosotros, que vemos un enfrentamiento entre el modelo anglosajón/globalista y el euroasianista/ multipolar. Esto preanuncia que se van cerrando los espacios y no queda mucho lugar para Estados aislados, los proyectos nacionales deben incluirse dentro de algunos de estos dos modelos en pugna. Si gana la partida el globalismo significa la sentencia de muerte para los Estados Nación, en cambio sí quien sale victorioso es el sector no occidental, sí habrá espacio para los Estados aunque los mismos se agruparán en función de espacios civilizatorios.
Imaginemos por un momento que se instala un modelo de ecumene donde Rusia junto al mundo eslavo se transforman en un polo, China otro, India, el mundo islámico, el anglosajón, y otros. ¿Qué posibilidades tendrían países como Uruguay, Honduras, Colombia o aún Argentina y Brasil, solo para tomar algunos ejemplos? Su inserción en forma individual los colocaría en una posición de suma debilidad.
Para ser parte de este modelo multipolar debemos pertenecer a un espacio civilizatorio que podrá tener el nombre que nos guste. Desde el progresismo podrán decirle Patria Grande; desde la hispanidad se podrá hablar de un Mundo Ibérico. Lo importante en realidad es confluir los pueblos que tienen un mismo cuño civilizatorio.
Esto se diferencia del concepto de Patria Grande, que es ideológico y muy difícil de implementar debido a que no existirá un consenso -ideológico- entre todas las naciones. Esto lo hemos visto a lo largo de las últimas décadas dado que estamos estancados, si la mirada es benévola, La articulación ideológica se da como determinante y esto tiene que ver más con las ideas provenientes de las usinas del Norte que con nuestra historia.
Nosotros debemos ir más profundo y alcanzar el plano civilizatorio, en el cual encontraremos características muy específicas que determinan un tronco de un conjunto, que es precisamente la idea que los eurasianistas impulsan. No es entonces una cuestión de modelo ideológico concebido como hasta ahora, sino algo mucho más profundo y que tiene que ver con las raíces. Muchas veces no es simple comprender el significado de este pensamiento porque nuestra mente está teñida de pensamiento liberal que es por definición profundamente individualista, aún cuando hablemos de colectivos siempre la base gira alrededor del deseo del individuo por encima de cualquier visión comunitaria.
En ese aspecto podemos observar que hay un sector que puede hacer algunos aportes interesantes que tiene que ver con lo que reivindican como un eje en lo que alguna vez fue el Imperio español. Aunque a veces esta idea nos resulta sumamente extraña, un argentino, un mexicano y un salvadoreño tienen en común la herencia hispana, porque la herencia amerindia es diferente en cada uno de los lugares mencionados. Lo que nos identifica es la lengua, la religión y las tradiciones, todos temas que el progresismo y la izquierda pretenden eliminar. No son casualidad las políticas que vemos en la actualidad como tampoco lo es que se generen en universidades del Reino Unido o de los Estados Unidos y desde allí se difundan por el mundo.
También es importante comprender lo que son en realidad los que hoy se referencian en el hispanismo. Al igual que ellos, los hispanistas tienen que entender que la propia definición de imperio que reivindican, al igual que Dugin, se mueve hacia la integración de pueblos con distintas raíces.
En la propia Rusia los eslavos son predominantes pero hay más de 150 nacionalidades integradas con distintas religiones y distintas tradiciones, sin embargo el eje aglutinador es el ser ruso y eso tiene un simbolismo muy claro en el papel de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú, en la lengua rusa y en las tradiciones. Independientemente de los valores propios de cada pueblo, hay un respeto a estos mojones culturales.
Ese es el motivo por el cual Vladimir Putin no permite que Occidente erosione las bases de su pueblo a partir de las políticas divisorias como ha sucedido en otros lados. La identidad del pueblo ruso es lo que le da la fuerza y es lo que le permite resistir y enfrentar al mundo anglosajón.
Por supuesto que en el caso de nuestra región deben integrar al mundo lusoparlante, también provenientes de la península ibérica. Si vamos cinco siglos de una fusión entre los pueblos originarios de cada país y la cultura que provino de la península ibérica, nuestra propia identidad es un mestizaje al que hoy se le suman millones de europeos llegados de distintas partes, otros tantos de africanos, pueblos semitas como árabes y judíos, y otros que ayudan a comprender que somos realmente la resultante de muchos pueblos, que hemos tenido un pasado de integración étnico o racial que se refleja en el enorme mestizaje de los habitantes.
Esta situación no se repite en el mundo anglosajón donde el imperio no fue integrador sino depredador, no se integró con culturas locales sino que las aniquiló y menos aún impulsó los casamientos mixtos, de forma tal que vemos hoy en los países colonizados por los británicos muy poco mestizaje comparado con los nuestros.
Por eso es clave comprender estás diferencias entre el imperio y el imperialismo, porque es la única forma de comprender lo que es el Imperio chino o el Imperio ruso. Finalmente no tenemos muchas más opciones que elegir entre uno de estos dos modelos, este, o ayudamos al globalismo anglosajón que busca reducir el mundo a la fracción de lo que hoy conocemos para hacerlo más dócil y manejable. Es esto o la desaparición como Estados y, seguramente, la desaparición física de muchos de nuestros compatriotas.
Es necesario dejar de seguir entonces las agendas que fija Occidente y comenzar a edificar una propia que además se constituya en una resistencia al mundo globalista anglosajón que hoy pierde poderío rápidamente y en su afán de mantener su estatus hegemónico, amenaza llevar al mundo a una guerra que posiblemente escale a ser nuclear.
Para poder llevar a cabo esta ciclópea tarea necesitaríamos sin dudas una nueva clase política a la altura de las circunstancias, que tenga fines superiores, que quiera a su pueblo y que se juegue por él. Necesitamos instalar el debate y hacerlo mayoritario, no podemos permitir que sea algo minoritario, necesitamos que sea agenda nacional, necesitamos establecer puentes con países como Rusia o China, sólidos y comprometidos, ya que en definitiva enfrentamos un mismo enemigo.
*Marcelo Ramírez es analista en geopolítica / ASIA TV / Revista Mugica
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