Por Ricardo Vicente López
A partir de lo que podría denominarse el triunfo de la Revolución Industrial en Inglaterra (1750-1800, y posteriormente con EEUU 1870-1914), tomando esta referencia sin mucha rigurosidad, el capitalismo, como sistema de producción de bienes, comienza a dominar el mercado comercial para ir avanzando luego sobre cambios profundos en la cultura de los países noratlánticos. Todo esto tendrá muy importantes repercusiones, con sus más y sus menos, en el resto del planeta.
El siglo XIX, a partir de los cambios mencionados, primero en Europa y después se agregará los EEUU, reconocerá un actor nuevo en el escenario político, con la presencia del sector de los trabajadores. El conflicto de clases, fenómeno no conocido con estas características hasta entonces, sobre todo por la presencia de las primeras organizaciones, alterará las relaciones sociales y políticas de modo definitivo. Tal vez la expresión más conmocionante fue la que ofreció el movimiento revolucionario socialista que puso en riesgo la continuidad del sistema.
Este comienzo, a modo introductorio, lo propongo como marco general que nos permita una mejor y más profunda comprensión de los conflictos en los que estamos sumergidos e involucrados hoy, en el escenario internacional, aunque esto no siempre se presente en nuestra vida cotidiana con la claridad necesaria. Los medios de información concentrados nos han ido acostumbrando a un recorte de los hechos que logran que veamos el mundo como una especie de rompecabezas mal armado, por lo tanto, incomprensible. Debo decir, aunque esto sea ya evidente para muchos, que nada de esto es inocente. Si hasta la Primera Guerra Mundial era suficiente ocultar parte de la información, desde la década de los setenta comenzaron a utilizarse tecnologías más sutiles. Un buen ejemplo es la sustitución de la escasez de información por una abundancia que satura y borronea el panorama informativo [[1]].
El estado de cosas que se definió a partir del final de la Segunda Guerra, se plasmó en ciertos acuerdos entre los vencedores que pactaron una partición del mundo, con áreas exclusivas de influencia. A esto se lo denominó la Guerra fría, período que abarcó las décadas desde 1945 hasta 1989 (simbólica caída del Muro de Berlín). Uno de los cambios más importantes ha sido la importancia que adquirió la manipulación de la opinión pública [[2]]. Tema que comenzó a investigarse en la Universidad de Harvard en la segunda década del siglo XX. Uno de sus más brillantes exponentes fue el Doctor Walter Lippmann (1889-1974), comentarista político, crítico de medios y filósofo estadounidense. Uno de sus objetivos fue reconciliar la tensión existente entre libertad y democracia en el complejo mundo moderno.
Veamos el texto del Profesor Noam Chomsky (1928), que ha sido un potente faro que iluminó la escena para nuestra tarea de dilucidar cómo sucedieron muchas cosas en realidad. La primera, aunque hay en estos comienzos del siglo XXI, ya no sea tan dificultoso, pero no por ello es menos importantes dejarlo en claro: el papel fundamental de los grandes medios de información que están al servicio del Gran Capital. Lleva por título El control de los medios de difusión. Los espectaculares logros de la propaganda (2000). Comienza su exposición proponiendo un tema fundamental para la vida política de las democracias occidentales:
El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y los medios de información son libres e imparciales. Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante.
Como la problemática está centrada para Chomsky en el análisis de la capacidad enorme y brutal que anuncia en el subtítulo Los espectaculares logros de la propaganda, comienza a historiar sus orígenes modernos. Le ruego, amigo lector, que preste mucha atención a lo que nos va a contar:
Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país debería tomar parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán para salvar al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conoció como el Miedo Rojo (el peligro comunista). Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero, el empresarial y los medios de comunicación, fomentaron y financiaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.
Los éxitos logrados superaron las mejores expectativas. Los resultados logrados respecto de la opinión pública fueron, a su vez, una fuente de aprendizaje respecto de las posibilidades que ofrecían los métodos empleados la élite de políticos y empresarios no ocultaban su satisfacción por las perspectivas políticas que ofrecía hacia el futuro. Cita el Profesor:
Esta élite se mostraba muy orgullosa, como se deduce de leer sus escritos de la época, por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir ellos mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra mediante el procedimiento de aterrorizarla.
Es muy interesante ver este tema de los métodos empleados. Nos cuenta Chomsky:
Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento —tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas— era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo.
Le propongo, amigo lector, hacer un esfuerzo de imaginación para comparar aquella campaña de falsedades, con las denuncias sobre la relación de Trump con Putin y todo lo que se ha dicho sobre ese tema. Además tratar de trazar un paralelo con los juicios contra Cristina Kirchner que acumula el “increíble Doctor Bonadío”, que no resisten la menor revisión de una Cámara apegada al derecho.
Voy a proponerle, en una próxima nota, analizar algunas campañas periodísticas de diarios de “prestigio internacional”.
[1]Se pueden consultar, para mayor información, diversos capítulos del libro publicado en la página http://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/Los-medios-de-comunicacion-en-el-mundo-global I.pdf.
[2] Para un análisis detallado sobre este tema ver http://ricardovicentelopez.com.ar / El control de la opinión pública pdf
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