Por Lucía Prette*
Especialista en psicología de masas y medios masivos de comunicación, Lucas Carena se dedicó al estudio del comportamiento colectivo y la forma en que dichos medios instalan ideas tanto en la consciencia humana como a nivel subliminal. Escritor e investigador, ha publicado artículos tanto periodísticos como académicos, en distintos medios de prensa y revistas de divulgación científica. Es coautor con el Dr. Pablo Davoli del libro: “La guerra invisible. Acción psicológica y revolución cultural”. También en compañía del Dr. Dávoli conduce el afamado ciclo de análisis político y divulgación filosófica “La Brújula” por el canal alternativo TLV1.
Lucas Carena nació en Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina, el 26 de Octubre de 1979. En 2003 obtuvo su título de Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario; y, en 2008, el de Magister en Diseño de Estrategias de Comunicación por la misma casa de altos estudios. Desde 2009 enseña Psicología Social en la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de La Plata, en la Unidad Académica de Rosario.
-Es común escuchar que entre los precursores filosóficos de la ideología de género se encuentra el neomarxista Herbert Marcuse, quién protagonizó el fenómeno denominado New Left. Sin embargo también se cita a autores contrapuestos, como Michel Foucault. ¿Cuál es la base filosófica detrás del neofeminismo y el movimiento LGBT?
-Bueno, ante todo yo sería muy prudente a la hora de decir que Michel Foucault es un autor contrapuesto a Marcuse y, en general, a la “teoría crítica”. Paul Ricoeur, en 1970 escribió un artículo mundialmente famoso llamado Freud: una interpretación de la cultura donde llamó a Nietzsche, Freud y Marx los “maestros de la sospecha” porque en ellos se fragua una crítica de la cultura occidental, la cual se forjaba y marchaba históricamente a caballo de la razón. Una razón que se volvía instrumental y “deshumanizaba” al hombre convirtiéndolo en mercancía, enajenándolo, alienándolo de sí mismo o bien negando su propia naturaleza. Así, desde el vitalismo romántico, desde el psicoanálisis y desde el materialismo histórico respectivamente, para Ricoeur, se ha enarbolado una crítica a ese solipsismo cartesiano, ese ego cogitans, que nos hacía creer que somos “conscientes de nosotros mismos” y que nuestra libertad, al estilo platónico, consistía en el dominio de nuestras pasiones.
Con estos tres autores, no sólo debemos liberarnos “de nuestras pasiones” sino reconciliarnos con aquello que en algún punto hemos “injustamente” negado: el “desenfreno”, que los griegos llamaban akolasia. Esa crítica a la razón redunda en la reivindicación de la naturaleza humana, la cual está estrechamente ligada, para estos pensadores, a fuerzas inconscientes, materiales o, cuanto menos, involuntarias que deben ser liberadas. Tanto en Eros y Civilización de Marcuse como en los estudios genealógicos y arqueológicos sobre la sexualidad, la locura, las cárceles modernas y, en general, la microfísica del poder en las “sociedades de control” realizados por Foucault, están presentes los rastros críticos de los “maestros de la sospecha”. Que este último haya optado una perspectiva de análisis post-estructuralista de la que luego se aparta, no lo contrapone necesariamente a la New Left de corte marcuseana.
Toda esta vorágine intelectual deconstructiva, todo este “pensamiento débil” presente en la segunda mitad del siglo XX, conforma el andamiaje intelectual de la ideología de género, que es a su vez tronco común tanto del lobby LGBT, como del feminismo de tercera ola.
-¿Cree que la hormonización a niños encuadra dentro de lo que el propio Foucault llamó biopolítica o biopoder? ¿Cómo entiende la Teoría Queer desde el punto de vista filosófico?
-Creo que es más grave que eso. Creo que vamos hacia un ideal andrógino del transhumanismo. Vamos hacia algo que trasvasa incluso el concepto de biopoder foucaultiano. Jean Baurdrilliard, pensador no necesariamente santo de mi devoción, que escribió un ensayo titulado Olvidar a Foucault para criticar la caducidad de categorías modernas como la noción misma de “poder” presentes en la obra del pensador pictón fallecido en 1984, ha desarrollado toda esta problemática de lo “trans” en un trabajo titulado La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos, donde establece que el artificio, la prótesis, la negación de lo natural, signan la singularísima configuración “caleidoscópica” de nuestros tiempos.
Somos esa paradójica combinación de doctor Frankeinstein y su propio emblemático monstruo. Somos productores y a la vez producto de ese “eterno Prometeo” que desafía en forma sempiterna, desde esta neonominación de “queer”, los límites de nuestra capacidad transformadora sobre la sexualidad, divorciándola, cual Dr. Jekill y Mr. Hyde, de todo vínculo con lo natural.
Sin embargo, nuestra sexualidad está impresa en cada una de nuestras células, en toda la información cromosómica aportada por nuestro ADN. Nuestra realidad es fractal, el todo está en cada una de nuestras partes componentes, somos como la geometría abstracta de Benoît Mandelbrot. Por lo tanto, en el artificio hay auto engaño o, peor aún, alquimia y pensamiento mágico. Creo que el “homo post-biológico” es el gran problema de nuestros días y, más aún, de un futuro no tan lejano. Ni Dios ha muerto, ni el hombre lo ha matado.
El transhumanismo es la ingeniería de un “suicidio”, en dosis homeopáticas, de nuestra propia especie que ya no se concibe ni como criatura ni como creadora, sino como “detrito” de ambas cosas.
-Recientemente las empresas multinacionales Netflix y Disney comunicaron de manera oficial que suspenderán sus producciones en países donde no se encuentra legalizado el aborto. ¿Esto implica asumir una postura que ya todos conocíamos? ¿Cuál es el rol de los titanes de la comunicación en la hegemonía cultural progresista? ¿A qué intereses responde?
-A juzgar por los contenidos que ofrecen ambas productoras, si con tal medida pretenden ofrecer un castigo, se estarían equivocando, por tanto nos harían, como sociedad, un gran favor al irse o suspender sus producciones. Pero suponiendo que tal medida es en verdad restrictiva y punitoria para con los países que se oponen al aborto, tal cosa estaría hablando a las claras acerca de dónde está la “hegemonía”. Hablamos de un sistema mundialista, que tiene los medios, el control de los flujos de información, que posee una red de think tanks muy poderosa. Con lo cual, si hay algo que tiene que quedar fuera de toda discusión, es que la promoción del aborto es externa, viene de estos bancos de cerebro y por lo tanto adherir a tal causa no sólo es deletéreo per se, sino que también constituye una sandez carente de todo espíritu o temple revolucionario, ajeno a toda transgresión e intransigencia. Al contrario, el pañuelo verde, hoy decorando los festivales cinematográficos de Cannes, es el cencerro de nuestro tiempo, es algo así como la marca de la bestia para poder perdurar en el sistema.
Estoy a poco de presentar un trabajo titulado La conspiración de Medea. Aborto, eugenesia y Nuevo Orden Mundial, en el cual, no sólo ensayo un desmantelamiento de esta red, sino también de su forma mentis discursiva. No estoy en condiciones de dar fechas, pero sí puedo decir que será muy pronto. En cuanto a los intereses, son muy claros: según el último reporte anual del informe de Oxfam sobre desigualdad, las 26 personas más ricas del mundo concentran hoy igual riqueza que la mitad más pobre, esto es, 3600 millones de almas. Hay dos caminos para saldar tales asimetrías. O bien se redistribuye mejor la riqueza mundial o bien se reduce la cantidad de habitantes. No hace falta saber lo que se discute en las reuniones del Club Bilderberg, cuando sus decisiones están a la vista.
-¿Cómo se forja y cómo se combate un monopolio cultural?
-Bueno, en este punto, junto al Dr. Pablo Dávoli, hemos publicado en 2016 un trabajo llamado La guerra Invisible. Acción Psicológica y Revolución cultural, en el que nos encomendamos la tarea de explicar cómo y de qué manera se da tal forja. Durante el último siglo y medio, se ha dado un proceso paulatino pero ininterrumpido de privatización del poder y las corporaciones mediáticas como así también las industrias culturales, no son una excepción. Por lo tanto, asistimos a un fenómeno de oligopolización de los productos culturales, de alta concentración de las “bocas de expendio” de la información, que están al servicio de un contubernio corporativo de intereses plutocráticos.
Ya lo decía Orwell: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”. Combatirlo entonces, supone una tarea ardua, rigurosa y “solitaria” porque nuestros inquisidores, nuestra policía del pensamiento, no serán sino nuestros propios padres, nuestros hermanos y amigos que nos tratarán de locos, exagerados, cuando no de “conspiranoicos”. Nada, en definitiva, que no sea bíblico. Ahora bien, no alcanza con tener valor y buena voluntad. Es primordial formarse, y el trabajo en coautoría que publicamos fue nuestro primer y humilde aporte. Hay mucho, no obstante, aún por hacer.
-¿Cuáles son los obstáculos que debe enfrentar un comunicador independiente en los tiempos que corren?
-La idea de “periodismo independiente” es, casi de Perogrullo supone decirlo, cuanto menos una entelequia. Lo que hay en la trastienda de la información son intereses y tales intereses pueden bien ser nobles, muy pocas veces, o espurios, casi siempre. Hacer “periodismo sobre el periodismo” es sumamente difícil porque implica para el periodista que lo lleva adelante exponer a sus actuales o potenciales empleadores. En mi caso, es desde una perspectiva académica y alternativa que intento hacerlo. Por eso entiendo la realidad de muchos profesionales de la comunicación que viven del periodismo y a veces prefieren el silencio ante determinados campos de investigación. Algunos por miedo, otros directamente por cobardía y la mayoría de las veces por una inicua y mendaz pereza moral cómplice, no hablan de la realidad oligopólica de los medios.
Pero esto no hace más que prolongar la distanasia agónica del periodismo, por dos razones distinguibles pero emparentadas: en primer lugar porque en la medida en que se profundiza la concentración mediática se prescinde de la heterogeneidad de voces y esto tiene como consecuencia menos periodistas, de menor calidad y peor pagos (más competencia para menos puestos) y, en segundo lugar, los grandes medios, así lo está demostrando el derrotero histórico de los mismos, están entrando en un descrédito histórico sin precedentes y el periodismo y los periodistas, por arrastre, también, teniendo por lo tanto cada vez menos el poder de ser “formadores de opinión pública”. Si hay alguna disidencia en los grandes medios, es artificial, simulada o controlada.
Con lo cual, hoy, ser periodista es ser, paradójicamente, una especie de silenciador profesional a contrario sensu, en rigor, del objeto y causalidad que lo vio nacer como profesión. Como las grandes corporaciones, hablamos de menos de diez “gigantes mediáticos” en todo el mundo, son portadores de los canales, no así de la información, las redes sociales y los medios alternativos digitales están abriendo nuevas oportunidades, no sin bemoles y censuras. Ya lo decía un profesor mío, Eliseo Verón, “la televisión histórica va a morir”, por eso tanto temor a las nuevas voces emergentes y la censura encubierta detrás de lo que se ha dado a llamar “fake news”, las cuales existen, pero no son privativas de los medios alternativos, sino, casi siempre, operaciones de prensa de los melifluos grandes medios masivos. En definitiva, yo creo que en modo reactivo, se está dando una poliarquía informativa, robándole el termino a Dahl, donde todos podemos ser en parte periodistas. La experiencia de TLV1, busca justamente hacer una contra-agenda, que se resiste a hablar de lo “instalado” y se plantean temas de los que no se habla y desde una perspectiva distinta. Esa contra-agenda incluye a los grandes medios de comunicación.
*Lucía Prette es abogada (UNRN) y Profesora de Historia (UNC) Escribe para diversos medios alternativos. Vicepresidente de Libertad y Equidad, primer y única plataforma cívica argentina destinada a frenar el avance del Feminismo Autoritario.
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