Comunicación, información, desinformación. Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

Es mucho más fácil aceptar nuevos
conceptos que abandonar los antiguos.
-Werner Heisenberg – físico y filósofo alemán

Las tres palabras del título corresponden a conceptos muy importantes para analizar el complejo problema de la concentración económica-financiera de gran parte de los medios informativos en pocas empresas. Ese monopolio de la información produce, como es fácil suponer, la distorsión que genera la “verdad publicada”, que está al servicio de los intereses de los dueños del mundo globalizado. Por esa razón le propongo, amigo lector, detenernos en los significados de esos conceptos:

El Diccionario de la Academia dice sintéticamente: “Comunicación es la transmisión de señales mediante un código común entre un emisor y un receptor; el intercambio es recíproco”. Wikipedia amplía: “La comunicación es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas. Los pasos básicos de la comunicación son la formación de una intención de
comunicar, la composición del mensaje y la interpretación del mensaje por parte de un receptor.

Quiero llamar su atención sobre la necesidad comprender que la diferencia entre informar y comunicar radica en el intercambio entre el emisor y el receptor que se deben alternar en el juego comunicativo. Veámoslo en estas definiciones:  Diccionario de la Academia: “Información es la acción y efecto de informar; también dar forma sustancial a algo; perfeccionar a alguien por medio de la instrucción y buena crianza”. Wikipedia: “La información es un conjunto organizado de datos procesados, que constituyen un mensaje que cambia el estado de conocimiento del sujeto o sistema que recibe dicho mensaje. La palabra «información» deriva del latín informare, con el significado de «dar forma a la mente», «disciplinar», «instruir», «enseñar».

En este caso la palabra informar contiene una posible consecuencia (buscada o no) de modificar a quien la recibe ¿se puede suponer una intención de manipular? Esto abre un amplio espectro de posibilidades que no han sido desaprovechadas en la utilización de la formación de las masas, como veremos después. En una nota anterior, que titulé “Democracia y el poder de los medios”, intenté desnudar una tergiversación perversa de una palabra muy utilizada en el lenguaje diario: la desinformación,  cuyo significado fue virando respecto del que había tenido en su origen: Diccionario: “Desinformar es dar información intencionadamente manipulada al servicio de
ciertos fines. Dar información insuficiente u omitirla”. Wikipedia: “La desinformación, también llamada manipulación informativa o manipulación mediática,​ es la acción y efecto de procurar en los sujetos receptores el desconocimiento o ignorancia y evitar la circulación o divulgación del conocimiento de datos, argumentos,
noticias o información que no sea favorable a quien desea desinformar”.

Este último concepto fue creado dentro de las técnicas de la guerra para trasmitir informaciones erróneas al enemigo, con la intención de debilitar sus capacidades de ataque y/o defensa. La preservación de las fuentes del secretismo militar, acompañadas de filtraciones falsas por medio de políticas deliberadas, se convirtieron en armas muy eficaces para la guerra. Me parece evidente que, si bien estos tres conceptos tienen zonas comunes, el análisis más detallado demuestra que las diferencias no son pocas. El mayor interés, para esta nota, radica en
el concepto de desinformación. Este pone de manifiesto la intención clara de entorpecer las posibilidades de que los receptores, que conforman un público masificado, reciba información verdadera. La persuasión por vías ocultas tiene el propósito de mantenerlo alejado de las verdades molestas para los poderosos.

El uso de estas técnicas pasó de los gabinetes de los Estados Mayores al periodismo de masas. En una primera etapa se lo denominó periodismo amarillo. Luego, desde comienzos del siglo XX, se fueron extendiendo sus métodos, más sutilmente, a gran parte de la información pública. El periodista estadounidense Walter Lippmann (1889-1974) denunció todo esto en un informe sobre los más importantes diarios de los EEUU, en la segunda década del siglo pasado. Demostró la falta de seriedad en los modos de informar. Puso especial énfasis en la falta de respeto al público lector. Los acusó de publicar noticias falsas para un público que había sido adiestrado a consumir la “verdad de los medios”.

Denuncia en el Informe “A Test of the News” (La noticia puesta a prueba) publicado como suplemento de la revista La Nueva República (1920, subrayo la fecha). Describe la mala información, las inexactitudes, los errores que distorsionan la noticia y otros problemas. Se concentró en la cobertura que The New York Times había realizado sobre la Revolución bolchevique, y demostró que el Times no fue imparcial ni exacto. En la conclusión sostuvo:
“Las noticias del periódico no están basadas en hechos reales, sino que fueron tergiversadas por la mirada sesgada de los hombres que las seleccionaron y publicaron: eventos que no sucedieron, atrocidades que nunca se llevaron a cabo. Publicaron, por lo menos, noventa situaciones en las que el régimen bolchevique estaba al borde del colapso. La Rusia que mostraron no era eso. Pero era lo que esos hombres necesitaban mostrar”.

Además denunció que el periodismo, a principios del siglo XX fue convertido en mass media −medio de comunicación de masas−, un instrumento fundamental para el control de públicos, por lo cual había dejado de ser un modelo efectivo para educarlos. En la primera mitad del siglo XX no fue posible detectar esas técnicas, por ello quedó fuera del alcance de las posibilidades del gran público percibir los mecanismos de esa desinformación.
Recordemos, amigo lector, que la definición de este concepto ya está publicada en el Diccionario de la Academia desde el 2001. Es eso lo que ha practicado el periodismo de los medios concentrados. Avancemos, un poco, sobre la definición de esta palabra.

Un importante aporte lo realizó Robert Proctor (1954), Historiador estadounidense y Profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Stanford. Fue el primer investigador en declarar contra la industria tabacalera al denunciar el ocultamiento sobre las consecuencias del tabaquismo. Acuñó el concepto agnotología que lo definió como: “El estudio de la ignorancia o duda culturalmente inducida, especialmente en la publicación de datos científicos erróneos o tendenciosos. Se da, con mayor presencia, en los medios de comunicación, pero estos no son los únicos medios por los cuales se puede dar una desinformación. La manufactura de la ignorancia es muy común en los EEUU.

¿Comunicación, información o desinformación?

La pregunta nos obliga a re-pensar qué es lo que en realidad nos está preocupando. Un planteo claro y correcto abre un camino hacia la verdad que estamos buscando. Entonces, arriesguemos una definición diferente de los conceptos que hemos leído más arriba, dado que hoy se diluyen las importantes diferencias que contienen:
Se denomina comunicación a aquella relación dialógica (entre dos o más personas), en la que todos, se alternan en su papel de emisor y de receptor –es decir hablan y escuchan−. Subrayando que esta es la condición esencial de lo humano. Sin ella no hubiera aparecido el hombre (el animal que habla). Por el contrario, cuando estamos frente a un tipo de comunicación caracterizada por ser unilineal y sin retorno, en la que sólo una o más personas emiten el mensaje – prensa, radio o televisión− y el o los receptores adoptan una actitud pasiva debemos hablar de información.

Además, hoy disponemos, en la comunicación humana, tecnologías para salvar las distancias que fueron interfiriendo en la relación del cara a cara de la sociedad tradicional. Como resultado de la Revolución industrial se produjo un salto en el crecimiento poblacional urbano que fue sumiendo en el anonimato a esa cantidad de personas que se fueron incorporando a las grandes ciudades. Apareció, entonces, un fenómeno nuevo: la sociedad de masas.

Entonces podemos comprender mejor la definición de los medios de comunicación y el por qué se les debe agregar la caracterización “de masas”. Se está definiendo, con toda claridad, su carácter de no ser ya comunicativos sino solamente informativos. Hay un emisor que se dirige al fenómeno moderno de un público masificado.

Este término pone de manifiesto la despersonalización del sujeto humano, convertido en un receptor, más o menos pasivo de mensajes, que tienden a convertirlo en un ser simplificado y homogenizado.

Los estudios sobre el fenómeno de la comunicación han tenido una fuente casi excluyente durante gran parte del siglo XX: los Estados Unidos, cuna de este proceso. Por tal razón las definiciones que se han propuesto en el ámbito académico están marcadas por ese origen. Veamos. Investigadores de la Universidad de Yale proponen esta definición: Comunicación es el proceso por el cual un individuo (el comunicador) transmite estímulos
(generalmente verbales), con el fin de modificar el comportamiento de otros individuos (la audiencia). En  términos bastantes generales, la comunicación puede ser considerada como lenguaje escrito o vocal emitido por un individuo que resulta, en la práctica, nuevos mecanismos estímulo-respuesta en otro individuo, que fueron previamente adquiridos.

Todo este tipo de definiciones, provenientes de la escuela estadounidense, tienden a ver la comunicación como un proceso sólo de “ida” que coloca el acento en el emisor. Esto se debe a que este tipo de investigador de los medios de comunicación extrae su experiencia de los medios masivos y de la publicidad estadounidense. Por lo tanto, los intentos de modificar al receptor están muy cerca de un concepto publicitario muy estudiado y puesto en práctica: la persuasión.

Por ello, como reacción a ese modo, característico de la concepción del país del Norte, pretendidamente neutra de pensar las comunicaciones, han salido de América Latina definiciones que intentan poner en evidencia los mecanismos de este proceso: La comunicación es el proceso de interacción social democrática que se basa en el
intercambio de símbolos mediante los cuales, voluntariamente, los seres humanos comparten sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e igualitario, diálogo y participación… Comunicación es la relación humana, comunitaria, que consiste en la emisión-recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad, siendo por ello un factor esencial de convivencia y un elemento determinante de las formas que
asume la sociabilidad.

Se desnuda la acción del proceso que tiende a solidificar, cosificar, a la persona en su función pasiva de simple receptor. Es una función utilitarista mercantilizada de la comunicación que no merece el nombre de tal. Ese tipo de comunicación pretende, con su eficacia técnica, manipular los actos del otro, u otros.

De allí que la “libertad de información”, que tanto se pregona, esconde la verdad de que sólo es libertad para el emisor. Es necesario detectar, en estos modos de abordar el estudio de la comunicación, una clara negación de los factores de poder que operan en dicho ámbito. Como así también el ocultamiento, consciente o no, de la verticalidad del proceso, por el cual una elite dispone de los medios para hacer llegar sus mensajes a las personas, convertidas en “masa”, que recibe pasiva y acríticamente esos mensajes.

El profesor y académico italiano Umberto Eco (1932-2016) nos propone una definición más crítica de la comunicación “de masas”: Hay comunicación de masas cuando la fuente es única, centralizada, estructurada según los modos de la organización industrial: el canal es un expediente tecnológico que ejerce una influencia sobre la misma señal; y los destinatarios son la totalidad (o bien un grandísimo número) de los seres humanos en diferentes partes del globo.

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