Entre el Consenso de Washington y el Foro Social Mundial. Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

“Al mundo le falta un tornillo… que venga un mecánico… pa’ ver si lo puede arreglar”.

Las promesas de un mundo, en el cual nos hermanábamos tras la creación de la World Wide Web (WWW o “Red Informática Mundial”), y en el que la internet nos ofrecía una comunicación con cualquier persona donde fuera que estuviera, despertó sentimientos esperanzados. La comunicación “en vivo y en directo” nos mostraba un acontecimiento que transcurría en el mismo momento en el que se estaba visualizando. Todo prometía volverse transparente, claro, fraterno, verdadero… un mundo nuevo nos esperaba.

Sin embargo, paralelamente, iba consolidándose un sistema que arrojaba a la miseria a cantidades de pobladores, cada vez mayores y cada vez más pobres. Ello evidenciaba las consecuencias del avance de un capitalismo rapaz al que la  implosión de la Unión soviética le había dejado el camino abierto. Ya no encontraría ningún límite a sus propósitos. Esto había posibilitado la aplicación de las premisas de lo que se dio en llamar el Consenso de Washington. Para una mejor comprensión de este tema veamos lo que nos dice Wikipedia:

El término Consenso de Washington fue acuñado en 1989 por el economista John Williamson. Su objetivo era describir un conjunto de diez fórmulas específicas, que constituían el paquete de reformas «estándar» para los países en desarrollo azotados por la crisis. Según las instituciones que operaban bajo la órbita de Washington D. C.: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.​ Las fórmulas abarcaban políticas que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica con respecto tanto al comercio como a la inversión; la reducción del Estado, y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna.​ El término “Consenso de Washington” ha llegado a ser usado, en un amplio sentido, para referirse a una orientación más genérica hacia un enfoque descrito normalmente como el fundamentalismo de mercado o neoliberalismo.

La década de los noventa fue celebrada como el triunfo definitivo de la economía de mercado (capitalismo), ante el estrepitoso fracaso de lo que se conocía como el socialismo real, (la experiencia soviética). Es decir, la concepción de una sociedad con una participación central del Estado. A ello se le contraponía la libertad de las fuerzas económico-financieras (el capital concentrado) para actuar en todo el planeta. Esa libertad de los poderosos impuso sus reglas. Todo ello se precipitó en una crisis social y económica (2007) que exigía un tratamiento diferente para  los problemas generados.

Me he vuelto pa’ mirar y el pasao me ha hecho reír… ¡las cosas que he soñao, me cache en dié, qué gil !”

Un poco de historia. En la década de los setenta estalló la Crisis del petróleo a raíz de la decisión de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPEP) de no exportar más petróleo. El argumento esgrimido fue que castigaban a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur (octubre de 1973). Esta medida escondía un largo abuso de los países centrales por los bajos precios pagados, durante décadas: el barril de petróleo a  u$s 9. Ese precio saltó hasta llegar en la década de los setenta a u$s 35.- La suba siguió en los ochenta. Tuvo, como era inevitable, una repercusión inmediata en todos los precios de los bienes.

Esto nos permite entender las raíces de la crisis y su incidencia en el empobrecimiento de los pueblos de la periferia. Sobre fines de los setenta gana las elecciones del Reino Unido una representante de la derecha más dura, la señora Margaret Thatcher (Primera Ministra 1979-1990). Instrumentó una reforma económica, que fue la expresión del neoliberalismo más puro. Ante las demandas de cambios contestó con una frase: There is no alternative (No hay alternativa [[1]]) que expresaba que ese era el único camino para salir de la crisis del capitalismo en los países centrales. Este eslogan puede interpretarse como que el mercado, el capitalismo, y la globalización, son fenómenos necesarios y beneficiosos. Cualquier otra orientación que se proponga está destinada al fracaso.

El Consenso de Washington, ya mencionado, fue un modo de sintetizar en una serie de diez medidas la aplicación de esa política, para cualquier país en crisis. Una solución universal. Esa ola de neoliberalismo, como ya dije, se vio fortalecida por la desaparición de la Rusia soviética. Por lo tanto no dio lugar a la posibilidad de postular ningún modelo político que supusiera una mejor distribución de la riqueza. Facilitó la concentración en pocas manos. La socialdemocracia europea, con el anuncio de la Tercera Vía, no fue más que un maquillaje que pretendió ocultar los verdaderos propósitos de esas políticas. La Europa actual es un buen ejemplo de una decadencia impensada décadas atrás.

Si habrá crisis, bronca y hambre…, que quien compra diez de fiambre hoy se morfa hasta el piolín.

Ante el empobrecimiento creciente de las masas excluidas apareció una respuesta esperanzadora. En el año 2001 se reunió por primera vez en Brasil El Foro Social Mundial (FSM), como resultado de un largo proceso de análisis de las diversas situaciones socio-económicas que se iban manifestando, sobre todo en la periferia del mundo globalizado. Ellas mostraban una pauperización que avanzaba y que abría una brecha cada vez más profunda entre unos pocos ricos, muy ricos, y el resto de la población mundial que se sumergía, en diversas proporciones, en una crisis brutal.

Ese Foro fue el mayor encuentro de la sociedad civil para estudiar y proponer soluciones para los problemas de nuestro tiempo. Se siguió reuniendo en diferentes ciudades del mundo en cuyos encuentros se abrieron importantes debates sobre caminos alternativos al capitalismo depredador. En cada una de sus ediciones han participado decenas de miles voluntarios y activistas sociales, en más de un millar de actividades (talleres, conferencias, espectáculos artísticos…) sobre diversos temas (desarrollo social, economía solidaria, medio ambiente, derechos humanos, democratización…). Una carta de principios define las grandes orientaciones del FSM, sus valores y sus reglas básicas de funcionamiento.

En de marzo de 2017, el Doctor en Sociología Boaventura de Sousa Santos, Profesor de las universidades de Yale y de Coimbra, publicó una nota cuyo título es “¿La reinvención del Foro Social Mundial?” En él decía:

El FSM era simultáneamente un síntoma y un potenciador de la esperanza de los grupos sociales oprimidos. Surgía con una vocación mundial desde América Latina porque el subcontinente era entonces la región del mundo donde las clases populares estaban traduciendo la esperanza con más consistencia en forma de gobiernos progresistas. Esta esperanza, al mismo tiempo utópica y realista, se había renovado con la Venezuela de Hugo Chávez, a partir de 1998, y continuó con la llegada al gobierno de Lula da Silva (Brasil) y Néstor Kirchner (Argentina) en 2003 y en los años siguientes de Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Manuel Zelaya (Honduras), Fernando Lugo (Paraguay) y Pepe Mujica (Uruguay). Con el FSM se iniciaba una década de esperanza que, desde el subcontinente, se proyectaba sobre todo el mundo. Era el único continente donde tenía algún sentido político hablar de “socialismo del siglo XXI”, aunque las prácticas políticas concretas no tuvieran una correlación con los discursos.

¿Cuáles son los cambios necesarios? En la asamblea plenaria de Salvador 2018 se aprobó una nueva Carta de Principios. En los términos de esta carta, el FSM se declara un órgano de defensa y de profundización de la democracia, con competencias para tomar decisiones políticas siempre que la democracia esté en peligro. Las decisiones políticas concretas son tomadas por los movimientos y organizaciones que promueven cada encuentro del FSM cualquiera que sea su ámbito geográfico o temático. Las decisiones políticas son válidas en el ámbito geográfico y temático en el que se tomen.

“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Tal vez un corazón sea poco… pero si cada uno de nosotros lo ofrece todo será más fácil y se acortarán los tiempos. Todo anochecer promete un nuevo amanecer. La historia no es tan rigurosa como el cosmos, sin embargo la metáfora nos abre el horizonte.

[[1]] Cualquier semejanza con expresiones similares expresadas en nuestro país es mera coincidencia.

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