Por Juan Carlos Perrone
En la concepción del peronismo sobre Poder, Gobierno y Estado, el poder reside en el pueblo organizado que lo ejercita a través de sus Organizaciones Libres, no en el Gobierno, menos en el Estado y mucho menos en los burócratas rentados. El Gobierno planifica, el Estado ejecuta y la Comunidad dispone qué planificar a la vez que controla cómo se ejecuta.
El Gobierno está para hacer lo que el pueblo quiere. Lo dijo Perón, no es una idea. Fue la realidad efectiva.
Nada de esto ha ocurrido, excepciones más o menos, desde 1976 hasta esta parte.
Una concepción liberal determinante de un concepto de sociedad y de su encuadramiento en la forma partido, antepuesta por colonización cultural a la de comunidad en tanto pueblo organizado a través de sus organizaciones reales, no ideales, ha primado en esta democracia desde el 83 en adelante y no obstante sus variantes en cuanto a la entrega del patrimonio nacional, la industrialización o no, las relaciones con el campo o con los trabajadores o las actitudes sobre ciencia y tecnología, ninguna se ha apartado de administrar la pobreza, desarrollismo progresista más o menos, que siempre es liberalismo.
Una pobre concepción de la valoración de la necesidad de la organización del pueblo, de su adoctrinamiento e imprescindible unidad de concepción en su destino común, como en la participación concreta de las comunidades, descansando la construcción de poder solo en la creencia de las acciones de gobierno (construcción de arriba hacia abajo) nos arrojo así en el 2015 para perder contra un presidente de un club de fútbol e intendente de una ciudad atosigado de procesos judiciales por corrupto sin sentencia para salir ganador con el discurso de la honestidad.
Estando claro que el peronismo tiene una concepción, y si convenimos que esta concepción es la de generar poder popular, convengamos entonces la no preponderancia de la discusión de candidaturas y el cerrar o abrir alianzas en el círculo de la profesionalidad de la política acotadamente como si fuera esto solo, el eje central de la discusión, cuando es apenas una parte táctica.
En este sentido no es trascendental para el peronismo la discusión de que la figura sea esta Cristina u otro, y la nombro a ella por ser la principal, omitiendo otros nombres o sectores adrede, y no por otra cosa. Esto para cristinistas, lavagnistas, federalistas y otras istas en el convencimiento de que es inútil el enfrentamiento y de total cortoplacismo.
Una cosa es acompañar y militar comprometidamente el triunfo de un gobierno que desplace al actual oligárquico financiero y otra creer que ahí se terminó todo sobre la idea de que desde ese gobierno nos van a empoderar con sus acciones. Error. Horror de nuevo para equivocarse.
No es esta la concepción del peronismo, si es que estamos de acuerdo en lo necesario y que para que no me acusen rápidamente de doctrinario no solo por lo doctrinario sino porque la realidad es superior a la idea y la necesidad que va a tener el próximo gobierno es contar con la organización del pueblo suficiente para poder hacer lo que el pueblo quiere y no lo que le van a plantear las corporaciones; que ya lo están planteando: reuniones van y vienen.
Como no creo en el gobierno de los peores, tampoco creo que los mejores sin la organización del pueblo no puedan defeccionar.
Para que el próximo gobierno haga lo que el pueblo quiere, las comunidades deben expresar una orgánica de poder y ponerla a prueba. Para avanzar o para resistir.