Atilio A. Boron *
Conversando con algunos amigos y colegas ecuatorianos en diversos foros internacionales en los que participé en los últimos días logré interiorizarme de algunos detalles de la gestión del presidente Lenín Moreno que si bien no los ignoraba sólo los conocía un tanto superficialmente. A medida que el bagaje de información se acrecentaba y su nivel de precisión se agudizaba no podía dejar de asombrarme ante los inéditos alcances de su obra destructiva de la institucionalidad democrática del Ecuador y el espesor del blindaje mediático que ocultaba esos sistemáticos atropellos a la democracia y el estado de derecho perpetrados por el gobernante ecuatoriano.
El caso más dramático por sus probables fatales consecuencias fue la farsa construida para destituir al ex-vicepresidente Jorge Glas, acusado y condenado injustamente con falsas evidencias que nunca pudieron ser comprobadas. Pero, como lo enseña el caso de Lula y las declaraciones del juez Sergio Moro, ya no hacen falta pruebas. En la era del “lawfare” o del Plan Cóndor.2 lo que importan son las convicciones de los jueces, no las evidencias. Por eso Glas fue condenado. Para colmo, se lo condenó apelando a un Código que había sido derogado. La razón: poder aumentarle la pena a seis años de prisión y evitar de ese modo que recuperase a tiempo su libertad para cumplir con lo que le quedaba de su mandato y competir en la próxima contienda electoral. Empeorando aún más las cosas, en fechas recientes Glas fue trasladado fuera de Quito, a una prisión de máxima seguridad y deleznables condiciones de detención en Latacunga (a unos 80 kilómetros de la ciudad capital).
Ningún ser humano – independientemente de su calidad de ex vicepresidente- debería ser tratado de manera tan humillante y violatoria de sus derechos humanos fundamentales, incluso alejándolo de su familia. Este maltrato motivó que Glas iniciara una huelga de hambre como protesta por dicha medida, la que mantiene hasta hoy, sumando ya 39 días en esas condiciones mientras el gobierno desoye las exhortaciones de la Asociación Iberoamericana para la Defensa de los Derechos Humanos y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que aceptó la denuncia elevada por el abogado defensor de Glas en contra del gobierno ecuatoriano. A resulta de estos abusos su salud se encuentra seriamente deteriorada, pero el gobierno permanece inmutable ante esta lamentable situación. El odio ante cualquier persona, norma o institución sospechosa de “correísmo” prevalece sobre cualquier tipo de consideración moral. Ojalá que Glas reflexione y no prosiga con su huelga de hambre. No debe inmolarse a causa de los ataques de sus verdugos. Ecuador lo necesita para reconstruir su democracia dañada por obra de este tirano blindado mediáticamente y sus mandantes que, hace unos veinte años, hundieron al país en la peor crisis de su historia.
Pero hay más. De un plumazo Moreno descabezó la Corte Constitucional y suspendió su funcionamiento por tiempo indefinido. No sólo quedó acéfala: tampoco está en actividad. No escuché a ninguno de los “periodistas independientes” que sacan pecho en toda Latinoamérica y España denunciar una decisión de tamaño calibre. Imagine la lectora o el lector cómo este “para-periodismo” (el “para-periodista” es a los periodistas lo que los “paramilitares” son a los militares) habría reaccionado si algo semejante hubiera ocurrido en la Bolivia de Evo, en la Argentina de Cristina Fernández o en el Brasil de Lula y Dilma, para ni hablar de la Venezuela bolivariana.
De igual modo Moreno intervino en el Consejo Nacional Electoral cuyo directorio, pluripartidista en la época de Correa, ahora está constituido exclusivamente por partidos adictos al régimen. Su misión: escrutar las listas de candidatos a todos los cargos de la próxima elección de alcaldes y concejales y proscribir, de modo irrefutable, cualquiera que incluya a “correístas” o candidatos desafectos al actual gobierno. La “limpieza” política, la proscripción, la persecución se realiza con una prolijidad y meticulosidad digna de mejores causas. Y ahora el dictador va por Correa, contra el cual elevó un pedido de captura a la Interpol que fue desestimado al carecer por completo de fundamento. Ya antes había manipulado un referendo y consulta popular (el 4 de Febrero de 2018) en el cual se había aprobado una reforma, ¡con efecto retroactivo!, que impediría -de por vida- que Correa se postulase como candidato presidencial o a cualquier cargo público. Aprobar leyes o dictar resoluciones con efecto retroactivo –una verdadera monstruosidad jurídica- es parte de lo que enseñan a sus alumnos latinoamericanos los profesores que dictan cursos de “buenas prácticas” en diversos programas del gobierno de Estados Unidos.
Sergio Moro, el verdugo de Lula, fue un destacado estudiante en esos programas. Y esto no es todo: Moreno intervino el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, transitoriamente se dijo, pero esa medida provisoria se mantiene desde hace dos años sin perspectiva de normalización. En la misma línea, designó funcionarios del más alto nivel –nada menos que el Contralor General del Estado y el Superintendente de Bancos- soslayando la previsión constitucional que exige que para tal designación se requiere de la aprobación de la Asamblea Nacional. También intervino la Universidad de Guayaquil y nombró a su capricho al Rector, decanos y administradores sin atenerse a reglamento alguno. En línea con las órdenes que recibe con todo tipo de genuflexiones desde Washington, cierra el cerco sobre Julián Assange, y le impone condiciones propias de una celda de máxima seguridad a quien es un verdadero campeón de la libertad de prensa en el mundo moderno. Un gesto que ilustra la valentía y la calidad de estadista de Moreno es que en fechas recientes se le requirió a Assange que pagara por su comida, amén de otras exigencias que denotan una creciente animosidad hacia el australiano que tanto ha hecho para que la verdad sea conocida en el mundo. Obsecuente hasta lo indecible abandona la UNASUR, vitupera la memoria de sus fundadores e incorpora Ecuador al “Cartel de Lima” hegemonizado por los “narcogobiernos” del México de Peña Nieto y de Colombia mientras se apresta a restaurar la presencia de tropas norteamericanas no sólo en la Base de Manta sino en otras partes del territorio nacional. No es casual que este giro hacia una subordinación total y lambiscona al imperio se acentuó luego de la visita que el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, realizara al Ecuador en Junio del corriente año.
En suma, estamos en presencia de un siniestro personaje sólo homologable a los más infames que dejaran su estela en las tragedias de Shakespeare: traidor, artero, inescrupuloso. El pueblo ecuatoriano, bombardeado y atontado durante tanto tiempo por el coro monofónico de una prensa absolutamente controlada por la derecha y la reacción está comenzando a salir de su letargo. En sus recientes visitas a algunas ciudades de ese país: Manta, Bahía de Caráquez y Pedernales (de la provincia de Manabí) no hubo nadie que saliera a su encuentro para saludarlo. Más bien, la policía tuvo que trabajar duro para evitar insultos y agresiones.
¡Qué diferencia con las giras de Correa, que tenía invariablemente una multitud esperándolo, ansiosa de conversar con él, sea para reclamarle obras o políticas tanto como para agradecer su presencia y sus actos de gobierno! Pero, el consenso fabricado por el imperialismo y su impresionante aparato de medios y el “para-periodismo” (eufemismo: “periodistas independientes”) hace que, por ahora, muy poco de esto aparezca ante los ojos de la opinión pública. Tamaña complicidad de los medios y de la opinión “bienpensante” con un déspota como Moreno nos lleva a preguntarnos: ¿será que hay tiranos virtuosos y otros que no lo son? O como decía Franklin D. Roosevelt cuando sus congresistas le reprochaban su apoyo a la tenebrosa dictadura de Anastasio Somoza. “Es un hdp”, le decían. “Es cierto”, respondía Roosevelt, “¡pero es nuestro hdp!” Reemplácese el nombre del nicaragüense por el de Moreno y descubriremos la razón por la cual un personaje de su calaña cuenta con todo el apoyo de la prensa y la clase dominante no sólo en Ecuador sino en todo el mundo capitalista. Por suerte la historia nos muestra que gobernantes como él no tienen mucha gasolina en su tanque y lo más probable es que más temprano que tarde el pueblo ecuatoriano diga basta y lo arroje a puntapiés del Palacio de Carondelet.
* Atilio A. Boron (1943) – Politólogo, Sociólogo, Catedrático y escritor argentino; Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts); Profesor de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del CONICET.
Fuente: Rebelión – 30-11-18