El sombrío pronóstico de Firmenich: desintegración de la Argentina, “eliminación de población sobrante” y transformación en “Estado Fallido”

El ex líder de la organización político-militar Montoneros y uno de los actores responsables de la sangrienta década de los ’70, Mario Firmenich, fue noticia días atrás con sus pronósticos sobre el coronavirus y sus advertencias sobre la prolongación de la cuarentena, pero pocos recabaron en sus admoniciones sobre la “desintegración de la Nación Argentina” y su transformación en un “Estado Fallido”, en un sombrío contexto global de “eliminación de la población sobrante” de millones de personas.

En torno al debate nacional a favor o en contra de la prolongación de la cuarentena, muchos medios se hicieron eco de las siguientes expresiones: “la paralización de la economía por la cuarentena ha significado la quiebra de decenas de miles de pequeñas y microempresas y la ruina de trabajadores autónomos, lo que ha hundido en la pobreza nuevas capas sociales de sectores medios y de trabajadores que vivían al día, incrementándose dramáticamente los porcentajes de población necesitados de mendigar un pobre plato de comida en ollas populares financiadas por el Estado para poder subsistir” y su conclusión lógica: “Existe un riesgo evidente: la prolongación indefinida de una cuarentena ruinosa para millones de personas para “mantener achatada la curva” puede terminar en una rebelión social contra la cuarentena por el estado de necesidad. El resultado sería un contagio masivo con millares de muertes, perdiéndose el logro de minimizar los fallecidos y con una debacle socioeconómica. Es imperioso modificar la estrategia para aprender a convivir con el coronavirus manteniendo una baja tasa de contagios”.

Sin embargo, los medios optaron por dejar de lado otros pronósticos alarmantes del mismo texto, particularmente los que hablan del riesgo de desintegración nacional de la Argentina. Coincidente con el análisis que viene realizando el intelectual francés Thierry Meyssan, acerca de la aplicación de la doctrina del almirante Arthur K. Cebrowski que podría convertir buena parte del planeta subdesarrollado en espacios carentes de organización estatal y mera fuente de recursos estratégicos para las grandes potencias, Firmenich dedica un extenso apartado a advertir sobre la “Degradación de Estados periféricos hacia Estados fallidos” y “El riesgo para Argentina”.

Para esto realiza primero un análisis geopolítico del actual proceso de desglobalización: “La sociedad económica Chino-Norteamericana de la globalización generó dos “daños colaterales”. Por un lado los sectores sociales de Estados Unidos y otros países centrales que resultaron perdedores en la globalización, generaron electorados “nacionalistas anacrónicos” que reclamaron volver a la situación anterior. Por otro lado, la política industrial china no se limitó a la tecnología importada; desarrolló su propia tecnología y superó con el 5G a la tecnología occidental. Estos fenómenos explican la irrupción de Donald Trump (y el BREXIT) y su estrategia de desglobalización, desplazando el frente principal de la guerra mundial desde la hegemonía geopolítica en el Mediterráneo y Medio Oriente (mediante la guerra militar con Rusia) hacia la hegemonía tecnológico-comercial (mediante la guerra comercial con China). En este contexto irrumpió la pandemia del coronavirus. Poco importa ahora saber cuál fue su génesis. Lo cierto es que esta pandemia ha sido una catapulta formidable para la estrategia de desglobalización de Trump y a la vez Trump es el presidente más perjudicado por los efectos nacionales del coronavirus. En definitiva, debemos tener claro que el coronavirus, cualquiera sea su origen, es un arma poderosa para las estrategias de la III Guerra Mundial”.

En esta contextualización, plantea abiertamente los objetivos del “Establishment Mundial” de reducción masiva de población para asegurar el control de los recursos progresivamente escasos: “La III Guerra Mundial tiene dos ejes de desarrollo: el clásico enfrentamiento entre potencias por sus áreas de dominio e influencia (que se viene desarrollando a través de guerra económica entre potencias y guerras civiles en las áreas en disputa) y la guerra civil genocida del establishment mundial para reducir la población del planeta en 3.000 o 3.500 millones de personas. Ambos ejes se unifican en el drama ecológico generado por la explotación de la civilización industrial en los últimos 200 años; el paradigma industrialista antiecológico no es patrimonio exclusivo del capitalismo, sino que también ha sido desarrollado por los Estados comunistas. La eliminación de lo que es “población sobrante” para el establishment global busca reducir tanto el consumo de recursos escasos como la generación de polución mundial no reciclable por parte de una fuerza laboral no necesaria para ellos, a la vez que implica suprimir a los pueblos del sur como sujetos políticos soberanos de los territorios con recursos naturales que se agotan”.

Es en ese escenario sombrío que se proyecta un desmembramiento del Estado Nacional Argentino: “Las guerras civiles que convierten en “Estados fallidos” a los países periféricos buscan la apropiación de recursos naturales estratégicos por las multinacionales. Cuando un Estado soberano es convertido en Estado fallido es fácil fracturar la nación y apropiarse de las áreas estratégicas con el auxilio de personeros cipayos que supuestamente reivindican una soberanía subregional”.

¿Es este un planteo desmesurado? Firmenich responde: Desestabilizar una Argentina en grave crisis socioeconómica hasta convertirla en un Estado fallido es la forma más fácil de fabricar la irrupción de una “república del litio”, una “república del acuífero guaraní”, una “república de la pampa húmeda” y una “república de vaca muerta y adyacencias patagónicas”. Esta es una de las formas posibles de nuestra desintegración nacional (…) Quienes crean que esto es una exageración ridícula, que no es posible fracturar un Estado en la actualidad como ocurría en el Siglo XIX, no tienen más que conversar con cualquier ciudadano soviético, yugoslavo, ucraniano, georgiano, sirio, jordano, libio, etc”.

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