El gorila progresista y su conciencia tiranizada por el relativismo. Por Emiliano Martín Ayusa

Por Emiliano Martín Ayusa

Siendo sinceros, los gorilas antiperonistas clásicos de la sociedad civil argentina no se atreven a intentar subvertir o deformar los principios y enunciados doctrinales de la tradición histórica del Justicialismo, pero en cambio el gorila progresista que se autopercibe peronista sí lo hace.

El despistado piensa: “bueno, la verdad es que hasta resultaría conveniente que se referencien en los conceptos del Peronismo, aunque sea para intentar ajustarlos a sus particulares criterios, pues en ese sentido se hallarían más ‘cerca’ nuestro ¿no?”, pero en la realidad esto no sucede así.

El gorila progresista es de lo peor porque en su soberbia nihilista cree (y está profundamente convencido de ello) que es imprescindible modificar los preceptos y valores que se encuentran arraigados en el mismo Pueblo que los originó; y no le interesa en absoluto asimilar el hecho de que por ser este último un actor histórico de carácter permanente, indefectiblemente los preceptos y valores que se dé a sí mismo —para organizar su existencia y vitalidad en el devenir que le toca transitar—, también heredarán ese carácter. Es más, le resulta imposible, intolerable y lo niega. Esto únicamente es comprensible en una conciencia tiranizada por el relativismo.

Por tales motivos, las características del entrismo que hoy reviste el pensamiento progre políticamente “correcto” hacia el seno de nuestro Movimiento son profundamente insidiosas y deben ser detectadas y señaladas oportunamente siempre, a fin de que se logre combatir dicho accionar con mejores frutos.

Tampoco nada nuevo, pero tengamos presente que la realidad política que vivimos es la consecuencia de un proceso que ya lleva su tiempo, pues si al viejo entrismo del mundo en Guerra Fría le resultaba imperativo posicionarse desde una complexión ideológica fuerte, sistemática y conceptualmente densa para confrontar con la Doctrina Nacional, hoy ya no le es preciso.

En este mundillo globalizado, nuestro vigor de ayer se ha visto, en términos de raigambre orgánica popular, cualitativamente menguado de forma preocupante.

No obstante y más allá de eso, nos entusiasma y genera esperanzas que en los números ese vigor no esté tan mal, ¡claro! Seguimos siendo mayoría, o si se quiere, la minoría más grande. Por eso, a restaurar, restaurar y restaurar. Por Perón.