Ecologismo idolátrico: un sofisticado instrumento de ingeniería social del reinado plutocrático mundialista – Por Juan Manuel de Prada

Albóndigas veganas
Por Juan Manuel de Prada

La misma chusma que ha sido incapaz de anticipar la erupción volcánica de la isla de La Palma pretende anticipar al dedillo las catástrofes naturales que se desencadenarán en 2030 o 2050, si no aceptamos la vida de mierda que quieren imponernos por decreto. ¿Qué tipo de homínido puede tragarse tales delirios?

Considero que un orden económico sano no puede fundarse sobre el crecimiento indefinido. Considero que el ‘dominio justo’ sobre la Creación que Dios concedió al hombre exige fundar una nueva economía basada en el reparto de la propiedad, en el mínimo consumo, en una tecnología al servicio del hombre que potencie sus capacidades sin multiplicar sus (falsas) necesidades. Sin embargo, como no me chupo el dedo, no se me escapa que el ecologismo, como todos los subproductos ideológicos modernos, es un sucedáneo religioso para el que el Planeta (o, si se prefiere, la Pachamama, pero en ningún caso la Creación, que implica la existencia de un Creador) se erige en un nuevo dios al que se rinde adoración.

Para esta idolatría ecologista, los animales son seres dotados de la misma dignidad que el ser humano (y, por lo tanto, titulares del mismo batiburrillo grotesco de derechos); y la humanidad es una plaga que debe ser expulsada del Edén, o siquiera reducida, a ser posible hasta la consunción (de ahí que ecologismo y el antinatalismo vayan siempre de la mano).

Ahora este ecologismo idolátrico ha hallado en el llamado ‘cambio climático’ un filón que -en congruencia con su naturaleza de sucedáneo religioso- le permite emplear un lenguaje apocalíptico paródico del que empleó el Visionario de Patmos. Y, con la excusa del ‘cambio climático’, nos introduce el ‘pack’ ideológico ‘woke’. Para ser un ecologista fetén hay que profesar también las tesis del indigenismo, la multiculturalidad, la cuarta ola feminista, el tragacionismo covidiano o el transgenerismo; es decir, todos los paradigmas culturales que interesan al reinado plutocrático mundialista.

Pues este ‘pack’ ideológico ‘woke’ no es más que un sofisticado instrumento de ingeniería social, cuyo fin último es conseguir que las masas cretinizadas, y muy especialmente las generaciones jóvenes, acepten una vida de perros, sin trabajo digno, sin familia ni propiedad, para garantizar la acumulación plutocrática que exige el turbocapitalismo (que además podrá obligarles a comprar un nuevo coche o multiplicar por cuatro el precio de la electricidad con la disculpa de promover una ‘economía sostenible’). Y con la ayuda de los medios de adoctrinamiento y los gobernantes lacayos, este reinado plutocrático mundial conseguirá reforzar en las sociedades la tendencia a la conformidad, hasta que los comportamientos ‘desviados’ de los disidentes sean automáticamente reprimidos por las masas cretinizadas, hasta que ‘toda contradicción parezca irracional y toda oposición imposible’, tal como establecía Herbert Marcuse en ‘El hombre unidimensional’.

O estallamos como ese volcán de La Palma o harán con nosotros albóndigas veganas.