Dos interpretaciones sobre la cuestión de Ucrania – Por Thierry Meyssan

Por Thierry Meyssan

Desde que se “filtraron” las respuestas de Estados Unidos y la OTAN a la proposición rusa de ‎tratado sobre garantías de paz, el Reino Unido ha venido denunciando que el ejército ruso ‎atacará Ucrania el 16 de febrero (no precisa la hora) y numerosos países miembros de la alianza ‎atlántica envían armamento a Ucrania y soldados a los países vecinos mientras que dirigentes de ‎otros miembros de la OTAN viajan a Moscú para reunirse con las autoridades rusas. ‎

EMMANUEL MACRON TRATA DE QUE LO VEAN EN LA ESCENA INTERNACIONAL

‎El viaje más importante fue el del presidente francés Emmanuel Macron, cuyo país preside ‎actualmente el Consejo de la Unión Europea. El presidente Macron salió del Kremlin diciendo que ‎había calmado las cosas y evitado una guerra inútil alrededor de Ucrania. Su viaje recordaba al ‎que hizo otro presidente francés, Nicolas Sarkozy, durante la guerra en Georgia, ya que sólo ‎consistió en no hacer nada tratando a la vez de aparentar haber logrado detener al sanguinario ‎oso ruso, que en realidad se mostraba tranquilo. ‎

De hecho, el presidente Putin no tenía intenciones de negociar absolutamente nada con ‎el presidente francés Macron dado el hecho que la proposición rusa de tratado está dirigida únicamente a Estados Unidos. A pesar de eso, ya que el “francesito” Macron venía al ‎Kremlin a conversar sobre temas que no conoce, Putin –que viene lidiando con esos asuntos ‎desde hace 24 años– le hizo el favor de explicárselos. Pero el presidente Putin no esperaba ‎reacción alguna y se limitó a demostrar lo incómodo de la posición del presidente Macron, quien ‎no podía contradecir a su jefe en la OTAN –Estados Unidos– ni ponerse de golpe a defender ‎los intereses de Francia, intereses que siempre ha descuidado desde que alcanzó la presidencia de ‎ese país. ‎

La entrevista entre el presidente francés Macron y el presidente ruso Putin duró 5 horas, prueba ‎de la importancia que Rusia concede a Francia. Pero esa reunión no arrojó ningún resultado, ‎aparte de recordar en el encuentro final con la prensa que Rusia es un potencia nuclear.

De todas ‎maneras el presidente Macron esperaba poder anunciar que había salvado la paz. Así que, a ‎su regreso a París, declaró que se había llegado a un acuerdo y que Rusia no invadiría Ucrania… ‎lo que el Kremlin ha subrayado constantemente desde hace semanas. Rápidamente, el vocero ‎del Kremlin, Dimitri Peskov, volvió a poner las cosas en su sitio aclarando que los dos presidentes ‎no habían negociado absolutamente nada. ‎

Sin otro recurso que la negociación para tratar estabilizar el tema de Ucrania, Francia trató de ‎avanzar mediante reuniones en el llamado «formato Normandía» (Ucrania, Rusia, Francia y ‎Alemania). Pero el resultado era evidente: Kiev sigue sin aplicar los acuerdos de Minsk, acuerdos ‎que en algún momento firmó con los separatistas de Donetsk y Lugansk pero que ahora rechaza. ‎El gobierno ucraniano se niega a conceder ningún estatus especial a su población rusoparlante y ‎sus leyes incluso prohíben la enseñanza en ruso, a pesar de que la mitad de los ucranianos ‎utilizan ese idioma. ‎

Cualquier gobierno, en cualquier lugar del mundo, habría reconocido la legitimidad de esa ‎exigencia. Pero Kiev alega que firmó los acuerdos de Minsk bajo presión y que en realidad ‎nunca los encontró aceptables. Por su parte, los separatistas subrayan que entre las tropas ‎ucranianas desplegadas contra ellos está el batallón Azov, que se identifica con símbolos nazis y cuyo ‎comandante es el autoproclamado «Fuhrer blanco», Andrei Biletsky, ahora convertido en ‎coronel de la Guardia Nacional. Y los miembros del batallón Azov, entrenados por los mercenarios de ‎Erik Prince –el fundador de Blackwater, hoy Academi–, vociferan que van acabar con los rusos de ‎la región de Donbass, a quienes bombardean constantemente. Es por eso que los separatistas ‎han proclamado la independencia de Donetsk y de Lugansk, independencia que por ahora ‎nadie reconoce, ni siquiera la Federación Rusa. ‎‎

OLAF SCHOLTZ ESCURRE EL BULTO

‎El canciller alemán Olaf Scholtz prefirió viajar primero a Washington. Como los franceses, Scholtz no cree ‎en la posibilidad de una guerra en Ucrania… pero teme que Estados Unidos prohíba el gasoducto ‎‎Nord Stream 2 esgrimiendo cualquier pretexto. Y Nord Stream 2 es indispensable para el ‎desarrollo económico de Alemania. Nord Stream 2 no sustituirá el gasoducto que atraviesa ‎Ucrania pero permitirá responder al crecimiento de la demanda de energía. Sin ese nuevo ‎gasoducto, la industria alemana no podrá producir tanto. ‎

La situación de Alemania es difícil en la medida en que ese país alberga más de 40 000 soldados ‎estadounidenses en bases que incluso cuentan con extraterritorialidad. ‎Oficialmente, Alemania ya no está bajo un régimen de ocupación… pero no manda en su propio ‎suelo. Además, ese país puso su defensa en manos de la OTAN y descuidó su ejército. ‎Si Alemania tuviese que enfrentarse a Estados Unidos, su resistencia sería barrida ‎en sólo horas. ‎

Para poder formar gobierno, el socialista Olaf Scholtz tuvo que aceptar una alianza con los ‎Verdes (Grünen), el partido más atlantista de Europa desde los tiempos de Joshka Fischer y ‎las guerras contra Yugoslavia. También se vio obligado a designar como ministro de Exteriores ‎a Annalena Baerbock, una ecologista contraria a todo lo que sea ruso, principalmente el gas. ‎

Debido a todo lo que acabamos de explicar, el canciller alemán Scholtz ha optado por la ‎ambigüedad. En la Casa Blanca repitió todo el tiempo que su país y ‎Estados Unidos siempre actuarán en conjunto, pero evitó cuidadosamente evitar decir qué ‎harían. Ahora, la clase política estadounidense mira a Scholtz con desconfianza. ‎

‎VIKTOR ORBAN SE REGOCIJA

‎El primer ministro de Hungría, el cristianodemócrata Viktor Orban, a quien los medios presentaban ‎hasta hace poco como un «fascista», se regocija de su atípico posicionamiento. Orban es ‎el único dirigente de un país europeo y miembro de la OTAN que mantiene una larga amistad ‎personal con el presidente ruso Vladimir Putin. Ambos dirigentes se reúnen al menos una vez ‎al año –exceptuando sólo el periodo más álgido de la pandemia de Covid-19– y sus encuentros ‎siempre se desarrollan en un ambiente especialmente caluroso. ‎

Viktor Orban se inició en la política luchando por la independencia de Hungría frente a la URSS, ‎pero sin ser antirruso, algo que Estados Unidos no puede entender. Sin embargo, es muy simple. ‎Al adoptar la doctrina Brejnev, la URSS convirtió el Pacto de Varsovia en el equivalente de ‎la OTAN, un bloque militar donde una potencia ejercía el papel de amo mientras que los demas eran ‎sólo vasallos. Esa situación, que antes llevó a Orban a combatir a los sovieticos, hoy lo hace indignarse ‎ante el funcionamiento de la OTAN. ‎

A finales de 2021, Viktor negoció con su amigo Vladimir el aprovisionamiento energético para ‎su país. Primeramente, logró que la empresa rusa Rosatom ampliara una central nuclear ‎hasta satisfacer las necesidades de Hungría en materia de generación de electricidad y después ‎negoció la compra –a un precio 5 veces inferior a los precios del mercado de la epoca– de todo ‎el gas que Hungría pueda necesitar por un periodo de 16 años. Orban obtuvo además la ‎construcción de una importante vía férrea y la producción en Hungría de la vacuna rusa anticovid ‎Sputnik V, una vacuna en el sentido de Pasteur. ‎

El primer ministro húngaro Viktor Orban nunca utilizó el veto frente a las sanciones que la Unión ‎Europea adoptó contra Rusia. Eso habría sido ir demasiado lejos en su oposición a Bruselas y de ‎todas maneras habría sido inútil ya que Moscú está utilizando esas sanciones para reorientar ‎su propia economía sin tener que recurrir a medidas que se considerarían autoritarias. ‎

En cambio, Orban sí se opuso firmemente a la entrada de Ucrania en la OTAN, paso que ‎requiere la aprobación de todos los países que ya son miembros de ese bloque bélico. ‎El argumento del primer ministro húngaro para oponerse a la admisión de Ucrania en la OTAN es ‎precisamente la negativa del gobierno ucraniano a aplicar los Acuerdos de Minsk y a aceptar ‎el uso de la lengua rusa. ‎

De hecho es precisamente Orban quien podría verse hoy en el papel que el presidente francés ‎Charles de Gaulle desempeñó en 1966 sacando a su país del mando integrado de la OTAN ‎sin denunciar por ello el Tratado del Atlántico Norte. Mientras tanto, los otros 3 miembros del ‎Grupo de Visegrado –Polonia, Chequia y Eslovaquia– observan desde la sombra los resultados de ‎la estrategia de Orban. ‎

Por otro lado, la Croacia del socialdemócrata Zoran Milanovic ya aclaró que no participaría en ‎una guerra de la OTAN contra Rusia y Macedonia del Norte, con el socialista Dimitar Kovacevski ‎como jefe del gobierno, aportó su respaldo a Moscú. ‎

El Pentágono tiene conciencia del peligro, ha visto las fisuras existentes en la alianza atlántica, y ‎ya comienza a imponer bases jurídicas para garantizar la permanencia de sus bases en Europa. ‎Acaba de firmar un documento que le garantiza desplegar medios militares en Eslovaquia, documento que incluye una cláusula de extraterritorialidad, y ha iniciado negociaciones bilaterales con Dinamarca para firmar ‎con ese país un acuerdo de cooperación en materia de defensa, fuera del marco de la OTAN. ‎

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