Por Ricardo Vicente López
Amigo lector, en notas anteriores ya he abordado el tema de la posible manipulación de la conciencia ciudadana, ahora vuelvo sobre él y seguiré haciéndolo en notas posteriores. Debo confesarle que hasta hace unas décadas atrás me había parecido un guión para una película de ciencia ficción. Varias informaciones de fuentes calificadas me obligaron a estudiarlo. Hoy tengo una opinión fundada de su posibilidad. Esto es de una gravedad tal que me obliga a compartirlo para que se convierta, como se dice hoy, en una información viral. Nuestra responsabilidad ciudadana (política, en el significado aristotélico del concepto), nos impone denunciar lo que se puede hacer, lo que ya se hace, y las graves consecuencias que ha tenido la aplicación de estas técnicas.
Parte de lo que fui sabiendo, y ya publiqué antes, es que estas técnicas tienen una antigüedad de más de un siglo. Son muchos los investigadores que diseñaron en los EEUU, técnicas que fueron ensayadas con resultados altamente exitosos. Para el análisis de una primera etapa del desarrollo de la posibilidad de manipular la opinión pública, al servicio de parte del poder del establishment estadounidense voy a basarme en las investigaciones del Filósofo y Profesor Noam Chomsky (1928) [1]. Publicó un libro cuyo título es El control de los medios de difusión. Los espectaculares logros de la propaganda (2000) [2]. La autoridad académica y el compromiso político del autor me van a permitir exponer algunos temas que pueden generar, a primera vista, rechazo de parte de un público poco informado.
Comienza su exposición proponiendo un tema fundamental para la vida política de las democracias occidentales [tema sobre el que algo ya ha quedado escrito en notas anteriores]. Sólo diré ahora que debemos hacer un proceso autocrítico para superar la definición aséptica de democracia, convertida en piedra filosofal [[3]]. Esta trasmutación le otorga a este concepto la capacidad de resolver todo tipo de problema político. Por esta razón, el Profesor nos interpela:
El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales. Si se busca la palabra democracia en el diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular. Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante.
La problemática está centrada para Chomsky en el análisis de la capacidad enorme y brutal señalada en el subtítulo de su libro Los espectaculares logros de la propaganda. Para ello comienza a historiar sus orígenes modernos:
Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin Victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo Rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como “la libertad de prensa o de pensamiento político”. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.
Los resultados obtenidos demostraron que la hipótesis de controlar la opinión pública era perfectamente instrumentable:
Estos investigadores se mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la época, por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir ellos mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra mediante el procedimiento de aterrorizarla.
El mérito de la operación radicaba en la capacidad demostrada de convencer a los sectores pacifistas de la población, gran mayoría entonces, reticentes a cualquier aventura guerrera. La Guerra de Secesión había terminado en 1865 con un saldo de más de un millón de bajas y eso era una herida muy profunda en la memoria colectiva.
¿Cómo lograron este cambio en el público? Volvamos a Chomsky:
Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento —tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas— era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo (¡sic!).
Retenga, amigo lector, esta afirmación que, para muchos “ciudadanos de a pie”, puede parecer ciencia ficción. El plan estaba pensado en dos niveles:
La cuestión clave era controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían el pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra.
A partir de la sorpresa que produjo la facilidad con que se podía manipular la opinión pública, el grupo de investigadores se sintió motivado a seguir adelante. Estaba formado por teóricos liberales y figuras destacadas de los medios de comunicación que avanzó con entusiasmo por esos éxitos. Quienes sobresalían fueron dos muy perspicaces y creativos personajes: Walter Lippmann [4] (1889-1974) y Edward Bernays [5] (1892-1995); el primero fue un importante analista político y un extraordinario teórico de la democracia liberal, el segundo un publicista, periodista e inventor de la Teoría de relaciones públicas. Propusieron la organización de “comisiones de propaganda”, sobre cuya experiencia se elaboró una tesis de lo que se denominó “la revolución en el arte de la democracia”. Consistía en técnicas de propaganda que «podían utilizarse para fabricar consenso, es decir, para producir en la población, mediante las nuevas técnicas, la aceptación de algo inicialmente no deseado».
[1] Profesor emérito en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y una de las figuras más destacadas de los siglos XX y XXI. A lo largo de su vida, ha ganado popularidad también por su activismo político, caracterizado por una visión fuertemente crítica de la sociedad capitalista.
[2] Publicó una síntesis de este tema en https://cronicon.net/paginas/Documentos/paq2/No.31.pdf
[3] La piedra filosofal es una sustancia legendaria. Según se pensaba, ésta era capaz de convertir metales como el plomo en oro, pero por lo que es aún más conocida, es porque se cree que podría otorgarle inmortalidad a su portador.
[4] Escritor y periodista estadounidense, consagrado como un periodista de prestigio, fue galardonado con el Premio Pulitzer. Fue autor del libro Una teoría progresista sobre el pensamiento democrático liberal
[5] Nacido en Austria, fue sobrino de Sigmund Freud del cual usó concepciones sobre el Inconsciente en Norteamérica para la persuasión del “self” en el ámbito publicitario masivo.
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