Bolsonaro presidente de Brasil: motivos geopolíticos e internos de su triunfo. Lecciones para la Argentina 2019

Bolsonaro es el nuevo presidente de Brasil, con el 55,2% de los votos, contra 44,8% de Haddad, en una elección clave que marca un rumbo en la región, al ser Brasil la principal locomotora económica de América del Sur. Imposible entender estos cambios sin dos ejes de análisis: el interno, de los errores cometidos por las fuerzas que gobernaron en América Latina durante la década “progresista” y su aprovechamiento por el sistema mediático concentrado y el externo, de la avanzada de un plan continental por parte de EEUU con el objetivo de reforzar el control político y económico sobre su “patio trasero”, en el marco de una disputa geopolítica global creciente con la alianza de China y Rusia (sin excluir enfrentamientos en el plano militar en las próximas décadas).

1-El eje interno: tres vectores atravesaron toda la campaña electoral brasileña: corrupción-honestidad, inseguridad y cuidado de la familia tradicional como núcleo de la sociedad.

El votante promedio de Bolsonaro, que incluye a ex votantes del PT, hizo del discurso moralista y del hartazgo con los casos de corrupción el centro de su elección, un fenómeno que se explica tanto por el accionar de los grandes medios de comunicación que mantuvieron en agenda un caso de corrupción tras otro, como por el poco énfasis que la estructura del PT puso en librar una lucha más clara contra los casos específicos y contra la corrupción sistémica que abarcó no solo al gobierno y a los empresarios sino al conjunto de partidos políticos. Plantear que la derrota del PT se explica por la detención y proscripción de Lula y por el accionar de los medios, es rehusarse a comprender cuáles son las necesidades concretas del pueblo brasileño y cuál es su perfil sociológico-cultural. De hecho los candidatos más apoyados por los medios, con más tiempo de aire, fueron los menos votados, por debajo del 7%, mientras que tanto el PT como Bolsonaro eran sistemáticamente criticados.

El tema inseguridad no es menor. Brasil es el país con más asesinatos en el mundo, con siete homicidios por hora. Desde 2001 hasta 2015, el país registró 786.870 asesinatos, lo que supera el número de muertos en Siria, país en guerra, entre 2011 y 2017. 27,2 muertos cada 100.000 habitantes (en Argentina ese índice es de 6,1 muertos cada 100.000, cuatro veces menos). Si bien Dilma Rousseff envió tropas del Ejército a las favelas en 2014 en el contexto del Mundial y ya Lula había tomado una medida similar en 2010 en la lucha contra los narcos, lo cierto es que el gobierno de centroizquierda del PT fue visto por gran parte de la población como excesivamente “garantista” con la criminalidad. Más de la mitad de los muertos son niños y jóvenes. La inmensa mayoría también son trabajadores. La inseguridad viene siendo por lo tanto el reclamo más popular pero paradójicamente ha sido considerado por la izquierda como un tema “de la derecha”: al hacerlo le entregaron al polo opuesto el principal reclamo de la sociedad.

El tercer tema de la campaña fue el cuidado de la familia tradicional. El avance de dos fenómenos opuestos puso este tema en el centro del debate: el evangelismo pentecostal y el nuevo feminismo con base en teorías como la Teoría Queer de Judith Butler. Mientras los sectores evangélicos (30% de la sociedad brasileña) refuerzan su identidad en el modelo de familia cristiana y junto a los católicos (60% del pueblo del Brasil) denuncian la “ideología de género” en la educación y cuestiones como el aborto, los sectores progresistas y feministas hacen justo de estos temas sus principales consignas. Por ese motivo, tras la masiva manifestación del #EleNao promovida por la izquierda, la imagen de Bolsonaro subió un 6% en todas las encuestas, principalmente entre las mujeres indecisas, quienes se vieron más bien repelidas ante propuestas alejadas a su cultura  cristiana. Solo recién en la segunda vuelta Fernando Haddad se mostró cercano al cristianismo y modificó su discurso.

En la alianza de Bolsonaro con el evangelismo tampoco deben desconocerse los estrechos lazos de ambos con la derecha republicana en EEUU y con la derecha israelí.

Bolsonaro es el producto de un proyecto para recuperar el poder que se gestó desde las FFAA desde hace años. Esto podrá verse en el equipo de gobierno que reunirá a liberales como Guedes para que conformar al mercado financiero y militares que cumplirán un rol  en seguridad, transporte e infraestructura.

2-El eje externo: los cambios en la lucha hegemónica geopolítica global

Bolsonaro se alineó desde un comienzo con el sector aislacionista de Donald Trump e Israel. Jugando dentro de ese grupo, se comprenden sus declaraciones contra el sector globalista, por eso afirmó la posibilidad de salir de las Naciones Unidas y del Acuerdo de París y su apuesta por el bilateralismo en lugar del multilateralismo. Al igual que algunos partidos euroescépticos en Europa, Bolsonaro contó con el asesor de Trump, Steve Bannon, para su campaña electoral y al igual que en la última elección norteamericana, se realizó una instrumentación exhaustiva del envío de mensajes vía redes sociales por sobre los medios de comunicación tradicionales, que le eran adversos.

Bolsonaro como presidente corona el plan regional norteamericano que comenzó con el Lavajato y los enjuiciamientos de distintos líderes políticos regionales que durante los gobiernos anteriores se habían corrido de la geopolítica estadounidense para estrechar alianzas con China, Rusia e Irán.

Ante el avance a nivel mundial de China como próxima primera potencia económica en alianza con Rusia como paraguas nuclear de la primera se produce el desplazamiento de EEUU en el plano comercial y financiero (China, Rusia e Irán ya dejaron de usar el dólar para comerciar entre ellos y hacen crecer alternativas financieras como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, dentro de un proyecto de largo plazo como la Nueva Ruta de la Seda, propuesta para el mundo por Xi Jinping). Esto supone para la primera potencia desplazada reforzar su zona de influencia en su repliegue. Incluso el Pentágono no deja de considerar la posibilidad de un enfrentamiento bélico con Rusia y China en las próximas décadas, por lo que el control sobre los recursos y la militarización del continente es una necesidad estratégica.

Por estos motivos, EEUU no puede permitir bajo ningún concepto el retorno de gobiernos no afines en la región y está dispuesto a cualquier medida para impedirlo, sea vía golpes de Estado institucionales tras distintas formas de guerras híbridas de bajo intensidad o vía fraude electoral, especialmente bajo sistemas de voto electrónico que son más manipulables. La única forma de evitarlo es con un triunfo por muy amplio porcentaje.

El futuro para América Latina dependerá en gran parte del grado en que los pueblos y sus dirigencias aprendan las lecciones de lo ocurrido en estos últimos años, algo que sí hace claramente el enemigo. ¿Serán los errores de la campaña del PT fuente de lecciones para la dirigencia de la Argentina?

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