Argentina: entre las tensiones de un softpower inexplorado – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

Que Argentina es un país raro ya es una verdad de Perogrullo. A pesar de sus evidentes miserias políticas que han hecho raíces en una crisis económica eterna, conserva un softpower inimaginable. Poderoso, pero no explotado, al que ha llegado más por obra de la casualidad y el talento natural de los argentinos, que por alguna sofisticada estrategia de planificación.

Sin que nadie fuera del Vaticano lo imaginara, consigue colocar a un Papa en la sede de San Pedro. No importa luego si gusta o no el estilo de ese Papa, es el primero americano, y eso no es algo menor, dándole al país una visibilidad inédita.

El año pasado ganó por tercera vez la Copa Mundial de Fútbol, un logro nada desdeñable que se traduce en un apoyo insólito de países tan extraños y lejanos para Occidente como Bangladesh. Argentina se expresó para muchos como una resistencia concreta contra el Primer Mundo encabezado por la Francia cosmopolita.

Más aún, extensos debates en redes encontraban a argentinos tratando de explicarles a los ignorantes estadounidenses de mentes globalizadas, que no hay negros en la selección local de fútbol simplemente porque en el país casi no hay negros nacidos en Argentina que sepan jugar bien al fútbol, no por un racismo imaginario muy propio de sus antepasados anglosajones.

Gardel, Maradona, Messi, el tango, Malvinas, el Che Guevara, Perón, muchos símbolos argentinos han conseguido relevancia mundial, para bien o para mal. Argentina es una anomalía en sí misma, que cuestiona los poderes globales, pero no consigue domar su inflación eterna.

La potencia cultural le otorga una proyección de poder blando que no consigue aprovechar internamente para ser un país desarrollado.

Argentina tiene el potencial de influir en Occidente, pero no lo comprenden los argentinos, cuya clase media confunde intereses nacionales con extranjeros y se equivoca una y otra vez en sus acciones políticas.

Sin embargo, este país sudamericano, el más lejano de los centros de poder mundial por su geografía, ha dado una vez más muestras de su capacidad imaginada dada su controvertida realidad actual.

Cuando nadie lo sospechaba, luego de ser destrozada su economía, su industria y su propia esencia como nación independiente y soberana, proyecta su influencia del otro lado del Atlántico.

Durante décadas ha sido Buenos Aires la capital iberoamericana de las políticas woke que los EE.UU. instrumentaban hacia la región usando a España como plataforma.

Las clases políticas se formaban con doctorados y maestrías en EE.UU., en el Reino Unido y en España, trayendo a su regreso ideas de este tipo que han roto la trama social del país y que consiguen proyectarse sobre toda la región.

A pesar de la asimetría entre unos y otros, siendo España la cuarta economía de la UE, solo superada por Alemania, Francia e Italia, de las 27 de ese bloque comercial, Argentina se las ha ingeniado para tener una creciente e inesperada influencia.

La residencia del expresidente argentino Alberto Fernández ha sido el puntapié inicial que luego se complementaría con la llegada de Javier Milei a la política interna española.

La escalada por la presencia de Milei en un acto de Vox que convocó a varios partidarios de esta ecléctica nueva derecha ha llevado a ambos países al borde de la ruptura diplomática. Pedro Sánchez ha conseguido un adversario externo que distraiga las mentes españolas, al igual que el argentino, que ve su economía paralizarse hasta valores similares a los del comienzo de la pandemia. En esa oportunidad, Alberto Fernández había producido un bloqueo productivo casi total con el consiguiente desplome económico.

En definitiva, una pelea que es un sinsentido ante un Milei que busca transformarse en una especie de mito libertario de alcances internacionales. Su ascenso vertiginoso lo ha llevado hasta aconsejarle a Trump cuáles deben ser sus políticas económicas. 

Milei desconoce, como muchos de sus admiradores, que Trump tiene una política absolutamente en las antípodas del libertario argentino, si bien es un anticomunista fervoroso, esto está solo a la altura de su nacionalismo.

Llegados a este punto debemos preguntarnos que es lo que en definitiva representa Javier Milei, que realmente está sacudiendo la política española y desde allí amenaza arrastrar la crisis hacia la propia UE, donde Josep Borrell ya ha mencionado que es un ataque a Europa.

Dejamos al lector los pormenores basados en los dichos de uno y otro gobierno, manifiestamente conformados por personajes con grandes dosis de amateurismo en relaciones internacionales, al menos, y un ego sobredimensionado.

Milei, desde su posición, está generando un conflicto entre dos de los tres países hispanoparlantes más grandes e influyentes. Curiosamente, sus aliados españoles son, en muchos casos, fervientes hispanistas, que no aprecian que esta disputa es la peor noticia para su causa. El resentimiento entre españoles y argentinos crece entremezclado con las políticas y disputas domésticas.

La pelea entre liberales (macristas y hoy libertarios) y socialdemócratas (kirchneristas, ex peronistas, progresistas) en la Argentina encuentra similitudes en sus similares españoles. 

Los alineamientos PSOE – Podemos – Kirchnerismo – Progres varios, se enfrenta a Macristas – libertarios – PP – Vox. Más allá de las desavenencias particulares y coyunturales, los dos esquemas de pensamientos se articulan con base a estos dos grupos centrales.

Si analizamos internamente cada uno de los grupos, veremos coincidencias, pero también diferencias entre sus miembros, lo mismo que sí cruzamos el Atlántico en el análisis. Las coincidencias son superficiales, confundidas con las diferencias que se esconden para evitar preguntas incómodas.

Milei es un fenómeno social porque dice lo que la política no dice, pero que todos pensamos. No obstante, divide su acción en dos partes. Les dice a los españoles, y extranjeros en general, lo que quieren oír como las críticas punzantes y muchas veces soeces, sobre el nepotismo, funcionarios corruptos o clientelismo político disfrazado de ayuda social, a quienes engloba como «la Casta».

Utiliza esquemas básicos y simples de entender que funcionan, especialmente en aquellos como los españoles desinformados del día a día argentino, los pormenores de su gestión, e historia de su ascenso.

Su famoso y emblemático “viva la libertad carajo” no define nada realmente, pero es épico y mucho más motivador que el “sí, se puede” importado por Macri. Contagia fervor y hace sentir que estamos viviendo una especie de cruzada contra el comunismo, al que se lo asocia con todo lo malo.

La idea de libertad está instalada como un concepto positivo en las mentes de todos los ciudadanos de Occidente, ya sean de izquierda, derecha o centro. Da lo mismo, todos se asocian con la libertad como algo venturoso, deseable, trascendente, pero sin definir exactamente de que hablan.

Por ello no les resulta extraño que el gobierno de Milei sea profundamente autoritario, buscando gobernar por decreto, ahogando financieramente e insultando a sus rivales, sean locales o internacionales. Así construye un dique entre partidarios y opositores, siguiendo el funcionamiento anterior. 

En este modelo no se necesitan argumentos ni debates, todo es percibido como discurso de odio y de esa manera el enemigo es despojado de su condición humana y, por lo tanto, puede ser “cancelado”.

Milei demostró que esa misma lógica, que puso en marcha la izquierda woke, sirve para los libertarios. De todas maneras, los partidarios de la alt right, rebatieron los viejos dogmas del feminismo y del wokismo en general, ganaron fama y finalmente se transformaron en piezas claves para el despegue de Donald Trump.

La asociación consiguiente entre lo absurdo del discurso woke entre otras áreas con la economía se dio naturalmente. En Occidente es aceptable decir que alguien puede dejar de ser hombre para ser mujer, y que no llamarlo por el pronombre nuevo, es parte de un discurso de odio que puede ser castigado hasta con penas de prisión, se desprende que esa incoherencia autoritaria se extiende a otras cuestiones.

Así pues, la derecha alt right ganó espacios que la política tradicional no discutió. Allí comenzó el fenómeno de Bolsonaro, Meloni, Orban, Fico, Bukele y otros, entre ellos Milei.

Todos ellos comparten la incorrección política que denuncia lo woke, pero allí terminan las coincidencias. Sus proyectos son distintos, sus alianzas son opuestas, y en definitiva solo los une ser antiwoke y ser quienes concentran el malhumor social contra la política clásica.

Algunos, como Milei, adoran a los empresarios, quienes crean la riqueza según él, mientras que otros no creen así, y tienen opiniones distintas. En tanto el presidente argentino cree que el Estado es el culpable de todos los males, otros piensan que el Estado es clave.

La alternancia de la política tradicional, sea de izquierda o derecha, en el poder solo es más de lo mismo para los ciudadanos comunes. Los planes económicos y sociales son los mismos, por eso se generan expectativas con estos actores políticos que no vienen, o aparentan no venir, desde la política.

Milei, pese a sus dichos, tiene todos los defectos, trabajó 15 años para un empresario poderoso, que vivía de los negocios con el Estado, y puso a familiares y amigos políticos en cargos para los que no están capacitados. Ha rebajado, aunque ya parecía imposible, la calidad política e institucional de la Argentina y el reciente incidente diplomático con España solo es una perla más en el collar de desaciertos de su política exterior. Si bien es cierto que un ministro español disparó la crisis sugiriendo que Milei estaba bajo los efectos de estupefacientes, la respuesta del gobierno argentino y la posterior reacción española confluyen en la demostración de la incapacidad de sus líderes y de la clase política en general.

Una vez más lo han vuelo a hacer los diseñadores de la ingeniería social que nos ha arrastrado en Occidente, central y periférico, hasta la decadencia más absoluta. La división entre comunistas y capitalistas, superada con la caída soviética, ha renacido como una segunda marca dividiendo al mundo entre la izquierda woke y los liberales, libertarios ahora.

Bajo un mismo programa económico y social, solo distinguible por sutilezas que buscan crear la ilusión de una democracia participativa que contiene a las distintas corrientes de pensamiento.

La situación se hace insostenible ante una disputa basada en la confusión realizada adrede y otro poco en la ignorancia sublime de una derecha que no entiende que la izquierda ya no es izquierda, que no busca revoluciones ni eliminar la propiedad privada de los medios de producción y se contenta con apenas sostener las falacias de género y medioambiente.

La izquierda, por su parte, lucha contra fascismos imaginarios, que no son otra cosa que programas de control social a través de pseudo nazis y pseudo fascistas, programados por los liberales históricos.

Por algo, tanto a unos como a otros, los sostienen las grandes corporaciones del mundo anglosajón, especialmente las financieras como BlackRock. Montan entonces un espectáculo donde nada es real, donde simulan pelearse mientras responden al mismo patrón.

Solo los nacionalistas, patriotas, tradicionalistas, son distintos, pero no tienen prensa ni consiguen agruparse, divididos por vedetismo irrelevante. En su momento se opusieron a lo woke, pero los libertarios les arrebataron esas banderas, aunque lo suyo no sea sincero. Milei ignorando en su megapaquete legal todas las cuestiones claves como el aborto, casamiento LGBT, medioambiente, etc., demuestra la falsedad de sus posiciones.

Milei entonces esconde sus propios fracasos, alentando conflictos internos y externos, España entra en esta última categoría. Esta falsa disputa le sirve a ambos, los wokistas españoles y los libertarios argentinos. Buscar un choque pseudonacionalista e ideológico oculta los verdaderos problemas de sus respectivos países.

En definitiva, el sistema político argentino y español están en una misma sintonía y con muchos vasos comunicantes. El arribo de Alberto Fernández a España y la presencia de Milei son la mejor prueba de cómo los tentáculos de un mismo sistema actúan tanto en Madrid como en Buenos Aires.

Un verdadero éxito de los verdaderos estrategas de las divisiones como son los británicos, que han metido una nueva cuña en la Hispanidad.