Por Gabriel Fernández
Por estas horas, se reiteran los tonos autodevaluatorios al evocar la Guerra de las Islas Malvinas. Muy humanistas, quienes no se habían preocupado por la desaparición de 30 mil compañeros, evalúan criminal el haber intentado la recuperación de una parte de nuestro territorio. ¿Por qué autodevaluatorios? Pues toda la idea se asienta en la “locura” de una Argentina enfrentando a Gran Bretaña.
Pero, aunque tantos se enojen por la aseveración, lo planteamos así: deberíamos estar orgullosos de esa gesta. Por lo mismo que se la cuestiona. La Argentina no asoló un pequeño país asiático, no invadió un desmembrado territorio africano, no guerreó contra los vecinos ni dañó nación latinoamericana alguna. La orgullosa Argentina enfrentó a Gran Bretaña. Porque los grandes pueblos no se florean con los humildes sino que se plantan ante los imperios.
La derrota tuvo más que ver con la contradicción que esa acción le generó a la propia dictadura antinacional (Roberto Alemann, ministro de Economía) que con la superioridad inglesa. La cuestión nacional no es un tema menor y el pensamiento que sostiene esa causa no se puede introyectar con rapidez. Pero una gesta como la recuperación del archipiélago, merece el reconocimiento histórico así como la persistencia presente en la exigencia de soberanía.
La Argentina no tiene de qué avergonzarse. Salvo de aquellos que se avergüenzan de ser argentinos.
Y este es nuestro mapa.
*La Señal Medios