Por Ricardo Vicente López
Parte I
1.- La necesidad de abrir la conciencia hacia un modo crítico es condición indispensable para comprender el estado del mundo actual. La exigencia se desprende de los pobres y repetidos resultados de muchos analistas, algunos de renombre, que se encuentran enredados en las tramas de la globalización financierista. Algunos por una miopía ideológica incurable, otros porque sus importantes remuneraciones les impide hacer otra cosa y, algunos otros muchos que sumergidos en su mediocridad repiten el catecismo con una fe digna de mejor causa.
Mirar el mundo desde el horizonte que nos propone el estado actual, en su condición de crisis insuperable, tal como algunas voces expresadas en voz baja comienzan a confesar, es el reconocimiento de la inutilidad de la ciencia económica y de sus políticas. Nacida en los albores del capitalismo, desarrollada y matematizada en los laboratorios del sistema, propuso cálculos y gráficos teóricos, que mostraban cómo debía ser la realidad. La realidad que, por el peso de tanta charlatanería, en su obstinación, se negó a reconocer. Una broma muy común en el ámbito universitario dice: “si la realidad se opone peor para ella”. Dos siglos después, en los cuales muchas veces la teoría demostró su incapacidad de dar cuenta de los hechos, la Academia sigue formando profesionales ciegos que insisten repitiendo todos los versículos del Dogma Sagrado.
Habiendo llegado a un extremo en el cual la crisis ya no admite remiendos, el mundo de las finanzas, dueño hasta hoy del mundo actual, mira cómo se vuelven locas las pantallas de las bolsas, sin saber qué pasa y, por lo tanto, sin poder responder ante la debacle. Es que, desde la mirada de su círculo áulico, toda razonabilidad es reacia a articular frases comprensibles. Todo es locura, números que se imponen pero no se comprenden. Desde esa mirada interior del sistema, no es posible percibir y aceptar que estamos sumergidos y estancados y sin salida posible. Si todo esto resulta demasiado categórico se debe al ocultamiento sistemático que, durante décadas, el sistema informacional público ha impedido que algo de esto se filtrara. Ello obliga a ser claro y concluyente para intentar desbaratar, al menos en parte, el resultado de las campañas sistemáticas que nos pintan un mundo aceptable, pese a sus miserias. Es decir, nos están inculcando un pesimismo fatalista que se está imponiendo crudamente.
2.- Por tal razón, tengo que insistir diciendo: “amigo lector, no desespere, por las dificultades que pueden ofrecer los temas que propongo. Creo que tienen una importancia que puede no ser comprendida en una primera aproximación al sistema globalizado y sus consecuencias”. Esto requiere una explicación que le voy a proponer, apoyada en las dos citas siguientes: La primera pertenece al Doctor Federico Mayor (1934), Profesor, poeta, político, Director General de la UNESCO (1987-1999):
Uno de los desafíos más difíciles será el de modificar nuestro pensamiento de manera que enfrente la complejidad creciente, la rapidez y lo imprevisible que caracterizan nuestro mundo.
La segunda es del filósofo y sociólogo francés Edgar Morin (1921) quien advirtió:
El conocimiento de los problemas, clave del mundo de las informaciones, por difícil que sea, debe ser tratado so pena de carencia de comprensión. Más aun, cuando el contexto actual de cualquier conocimiento político, económico, antropológico, ecológico… el tema es el mundo mismo. La era planetaria necesita situar todo en el contexto y en la complejidad planetaria. El conocimiento del mundo, en tanto que mundo, se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo.
Tomar conciencia de estas dificultades debe funcionar como un incentivo al esfuerzo de formarnos para estar preparados. Es posible que Ud., amigo lector, esté pensando ¿vale la pena poner tanta energía en esta tarea? La respuesta es sencilla, fatal y terminante: la ignorancia a que nos someten los medios de comunicación ya ha logrado, en gran parte, que estemos aceptando este estado de cosas inaceptables. Hoy se puede percibir como el desentendimiento de gran parte del público global, sobre todo de aquel que haya tenido la posibilidad de haber recibido una formación mediana, acepta indolente que todo siga como está. Los jóvenes de Mayo del ’68 francés [1] escribían en las paredes: «Si no nos atrevemos a pensar lo imposible … deberemos aceptar lo insoportable…» o «Sea realista… piense lo imposible…»
Las advertencias de entonces no alcanzaron para impedir que sucediera lo insoportable. Los jóvenes de aquel tiempo no imaginaron que lo insoportable podía llegar a ser hoy la realidad cotidiana.
3.- La pregunta insoslayable es: ¿por qué tanta sumisión? ¿por qué se le concede a este poder internacional el monopolio del saber? ¿por qué no se entablan debates profundos y comprometidos? ¿por qué no hay protestas? ¿cómo hemos llegado hasta aquí?:
Por difícil que sea comprender, hay datos insoportables: el hecho es que las seis personas más ricas de la Tierra ahora poseen más riqueza que la mitad inferior de la población mundial: 3.700 millones de personas. Además, el 1% superior ahora tiene más dinero que el 99% inferior. Mientras tanto, los multimillonarios hacen alarde de su opulencia, a pesar de que casi una de cada siete personas lucha por sobrevivir con menos de $ 1,25 de dólar al día y, para mayor horror, unos 29,000 niños mueren por día por causas completamente evitables como diarrea, malaria y neumonía.
Como una ayuda a la comprensión de estos tipos de problemas le recuerdo, amigo lector, la famosa frase, mil veces repetida, de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), que pone en boca del Principito: «He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos». En su simplicidad guarda un tesoro no siempre bien comprendido: “con la razón se sabe, pero no se puede comprender”. Hace ya mucho tiempo, varios siglos, el científico y filósofo francés, Blaise Pascal (1623-1662), nos enseñó que: “El corazón tiene razones que la razón ignora”.
Una definición que nos puede ayudar a distinguir saber de comprender:
“La información es un conjunto organizado de datos procesados, que constituye un mensaje, éste cambia el estado de conocimiento del sujeto o sistema que recibe dicho mensaje”.
La clave reside en la palabra información: La etimología nos permite ampliar y profundizar el contenido de su significado: in-formar, de origen latino, “-in”, ‘hacia adentro’; “formare”, ‘figura’, ‘imagen’, equivale a “dar forma hacia el interior”. Nos permite releer la definición a partir de plantear las siguientes preguntas: ¿hay un alguien que organiza ese conjunto de datos? ¿Quién o quiénes? Él (o ellos) dan forma nueva –in-forman−, modificando el estado de la conciencia de quien lo recibe.
4.- Puede parecer demasiado exagerado, como una pretensión de ver más allá del horizonte. Sin embargo, si repasamos reflexivamente nuestro itinerario educativo se nos cruza la pregunta: ¿no somos nosotros, los ayer alumnos, el resultado de un sistema educativo que procedió exactamente de ese modo, con dispositivos similares? Entonces, si somos el resultado de ello, nos hemos formado dentro de la misma lógica de un sistema que se autojustifica. Volvamos a preguntar: ¿Debemos, entonces, sospechar respecto de quiénes hemos llegado a ser? ¡Terrible pregunta! Sospechar de nuestra formación es ponernos en el centro de nuestra crítica, ya que deberíamos reconocer que el mayor impedimento para comprender ese “¿quiénes somos?” es nuestra propia formación intelectual. Pareciera que esto es un paso necesario de acuerdo a lo que va apareciendo. Dicho en otras palabras, nos está sugiriendo aventurarnos en nuestra autocrítica.
Debemos detenernos en este punto, para abrir un espacio para la reflexión ante la toma de conciencia de toda esta serie de cuestiones que es imprescindible revisar. Es este paso, un poco doloroso y exigente, el que nos obliga a reflexionar sobre todo lo dicho. Esto nos advierte de algo que, tal vez, no se había presentado hasta ahora como un tema exigente, más aún, como una imposición ineludible. Equivale a decir, la necesidad de hacer uso del pensamiento crítico. Éste se debe caracterizar por el ejercicio de la pregunta, de una pregunta pertinaz y discutidora, que insiste, una y otra vez, sobre los porqués de lo que hemos recibido como educación. ¿Cuánto de ello ha ido convirtiéndonos en personas dóciles? ¿cuánto de ello nos fue sumergiendo en una aceptación pasiva de tantas cosas que debieron ser inaceptables? Tal vez, ha llegado el momento de poner gran parte de nuestra vida en el microscopio ideológico que nos permita mirar los viejos tiempos, muchas veces reordenados y acomodados para una mayor tranquilidad de conciencia: con los recuerdos de tiempos mejores. La revisión, aunque dolorosa a veces, puede darnos fuerzas para retomar el camino de las viejas promesas que nos hicimos y que abandonamos porque las consideramos imposibles o inútiles.
[1] Se conoce como Mayo francés las protestas que se llevaron a cabo en París durante mayo y junio de 1968. Esta serie de protestas espontáneas fue iniciada por grupos estudiantiles contrarios a la sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo y el autoritarismo.
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