Por Juan Manuel de Prada
Tal como señalábamos, la imposición del llamado sarcásticamente ‘pasaporte Covid’ (una licencia que se concede a los inoculados para contagiar a mansalva) está favoreciendo la rápida propagación del virus. Cualquier persona con conocimientos de psicología de masas sabe que cuando se reparte un salvoconducto oficial entre una población confusa y atemorizada se provoca una falsa y peligrosísima sensación de seguridad.
En el caso que nos ocupa, las masas tragacionistas han sido previamente convertidas en una papilla zombi que comulga borreguilmente los mensajes más contradictorios: primero les dijeron que la inoculación de las terapias génicas los inmunizaba; luego que podían contagiar y contagiarse pero sólo un poquito; luego que podían contagiar y contagiarse como cualquier hijo de vecino, pero que las terapias los prevenían enfermar gravemente; luego que tampoco si no tenían la pauta completa; luego que para no enfermar gravemente había que inocularse también dosis de refuerzo; luego que las nuevas variantes necesitaban a su vez una dosis adicional… Y justo cuando las masas tragacionistas estaban al borde de la desesperación se les brinda un salvoconducto que les transmite un espejismo de inmunidad, a la vez que les permite estigmatizar a una parte de la población. Inevitablemente, el efecto euforizante del pasaporte de marras ha disparado los contagios, convirtiendo restaurantes y centros de ocio en cocederos coronavíricos.
Distribuyendo esta licencia para contagiar a mansalva, nuestras ‘autoridades’ podrían haber provocado una mortandad de magnitudes pavorosas. No será así porque, aunque las cacatúas y loritos de los medios de cretinización de masas se esfuerzan por ocultarlo (para ensalzar la obra ful de las terapias génicas), las mutaciones que se producen en los virus tienden siempre a ser menos agresivas. Así es como han ido perdiendo virulencia las plagas más asoladoras de la historia; y así está ocurriendo con el coronavirus, que tal vez ya estaría por completo derrotado, como en su día fue derrotada la gripe, si se hubiese permitido que lo repeliese el sistema inmunitario de las personas sanas y se hubiese protegido a la población vulnerable, en lugar de convertir a todo quisque en una coctelera química desvalida ante el contagio.
Entretanto, los zombis tragacionistas pueden ser entretenidos con las más diversas milongas propagadas por los medios de cretinización de masas. Durante estos últimos días, han llegado a justificar el aumento cada vez más indisimulable de enfermedades vasculares (que en los deportistas de élite se manifiesta, además, ante las cámaras) en causas tan peregrinas como el ‘estrés pospandémico’, el ‘malestar emocional’ y hasta el ‘cambio climático’. Sólo les ha faltado echar la culpa de esta mortandad al heteropatriarcado opresor y a los curas pederastas. Algún día, cuando toda esta pesadilla haya quedado atrás, habrá que hacer una reflexión seria sobre el comportamiento de los medios de cretinización de masas.