Una nueva religión – la creencia en los medios de comunicación

Por Nora Merlin *

Las consecuencias de la concentración de la información pública son múltiples y graves. Si bien se ha publicado bastante al respecto, todo es poco ante el poder de seducción y sometimiento del que hacen gala. El tema no es sencillo, pero de él depende la posibilidad de un futuro mejor.

No hay diferencias sustanciales entre la forma de mirar televisión y el altar de una Iglesia” Víctor Hugo Morales

Con el objetivo de configurar el pensamiento y colonizar la subjetividad los medios de comunicación concentrados utilizan, de forma irresponsable y sin escrúpulos, una manipulación de la opinión pública instalando creencias y prejuicios. Walter Benjamin afirmó, en uno de sus fragmentos redactado en 1921, que el capitalismo es una religión. Esta definición de asombrosa actualidad, anticipa lo que podemos denominar una nueva religión sostenida en la fe ciega en los medios de comunicación.

La creencia en los mensajes comunicacionales que imponen los medios concentrados tiene una eficacia muy superior a la de cualquier religión. Constatamos a raíz de la visita del Papa Francisco a Chile y Perú que muchos católicos en lugar de desempeñarse con fidelidad al jefe de la Iglesia, lo cuestionan repitiendo el relato de Clarín.

A medida que se fueron desarrollando los medios de comunicación ocuparon el lugar del ideal, construyendo y alimentando día a día una cultura de masas que cree con una convicción inquebrantable en  los mensajes que aquellos emiten, lo que conforma un acto de fe y sometimiento a lo que se presenta como una nueva religión.

La masa, una hipnosis colectiva, constituye el paradigma social del neoliberalismo

Freud en sus inicios comenzó trabajando con el método hipnótico, advirtiendo tempranamente el tipo de influencia que la presencia y la palabra del hipnotizador ejercían. El paciente se sugestionaba, creía en el poder del médico, se volvía obediente, sumiso, obteniéndose como resultado una curación temporaria en la que los síntomas desaparecían para luego retornar. Fue ésta una de las principales razones por las que el médico vienés abandonó definitivamente ese método: comprometido con la búsqueda de la verdad, no se trataba de sugestionar y de obtener por esa vía pseudo curaciones.

Años más tarde, ya avanzada la teoría psicoanalítica, Freud pudo demostrar que la masa poseía idéntico mecanismo de formación que la hipnosis. En ambas, el hecho de ubicar al hipnotizador o al líder en el lugar del ideal conducía a un estado de fascinación, a una creencia en su autoridad y a una obediencia a los mandatos que aquel profería sin importar si eran comprensibles o racionales: los mensajes recibidos funcionaban con una fuerza que impulsaba a obedecer incondicionalmente.

Freud comprobó que la masa estaba basada en un enlace de tipo libidinal, amoroso, resultando el mejor sistema social para alimentar la sugestión, la obediencia colectiva e instalar una serie de construcciones ideativas que le iban a dar sustento: las creencias.

La creencia

Una manera de definir la subjetividad es considerarla como un sistema social de creencias compartidas. Las creencias no constituyen algo exclusivamente mental o íntimo sino que se “apoderan” de la subjetividad, se ponen en juego en la realidad social efectiva, en los actos y elecciones, para terminar siendo la envoltura formal de repeticiones rituales. Implican modos de satisfacción que adquieren fijación, motivo por el cual van a funcionar como piedras muy difíciles de remover.

Freud investigó el fenómeno de la creencia en varios de sus artículos. En “Moisés y la religión monoteísta” (1939) analizó la fe en las religiones dando cuenta de que el creyente deja de lado la racionalidad y, a pesar de ser capaz de captar la irrealidad de su creencia, se adhiere a ella y la conserva como una verdad absoluta. Hace referencia a la paráfrasis de Tertuliano  credo quia absurdum, “lo creo porque es absurdo”, para justificar que a pesar de que los dogmas religiosos sean indemostrables poseen un valor de verdad que no se fundamenta en lo racional ni en la comprensión, volviéndose irrefutables. Intentar convencer al creyente utilizando la lógica o la demostración racional producirá una sensación de impotencia similar a la de hablarle a una pared. En pocas palabras, las creencias no se fundamentan en errores de comprensión o aprendizaje sino que conforman un sistema de ilusiones que dan sentido, estabilizan, de ahí que el sujeto se aferre a ellas con un convencimiento inquebrantable.

La tesis de Freud en “El porvenir de una ilusión” es que las creencias religiosas se basan en la añoranza de un padre, dando cuenta de una necesidad de protección y autoridad que vuelva soportable el desvalimiento humano; esta añoranza es propia de todo tipo de creencia, más allá del plano religioso.

Las creencias organizan y sostienen la vida funcionando como una matriz para interpretarla, condicionan las percepciones al operar como prejuicios inquebrantables capaces de sortear las evidencias que se le opongan: se cree y luego se ve. El sujeto de manera conservadora tiende a aferrarse a sus creencias, no está dispuesto a renunciar a ellas aunque pueda reconocer la irracionalidad de sus argumentos: reniega, realiza una desmentida de un trozo de realidad, como si expresara “ya lo sé, pero aun así…”.

La necedad expresada en aferrarse a las creencias se articula con la pasión por la ignorancia que consiste en una inercia conservadora respecto de lo establecido, una satisfacción por no querer escuchar, ver, ni saber. Con frecuencia creciente encontramos individuos que prefieren no saber y se satisfacen en la ignorancia con el mal de la banalidad. No nos referimos en este caso a la educación formal, que por otra parte no garantiza la ausencia de esta pasión, sino a un deseo de no querer saber sostenido, por una parte, en una comodidad homeostática e inercial propia de lo instituido, y por otra, en una cobardía, un horror al saber capaz de conmocionar las creencias. Esta pasión va de la mano de la promoción del narcisismo que estimula un individualismo descarnado que intenta no ser afectado por el lazo social: “No me quiero amargar”, “no quiero enterarme”.

La pasión por la ignorancia constituye uno de los mayores obstáculos para transformar la posición del sujeto y la cultura. Resulta funcional al capitalismo, de ahí que los medios de comunicación concentrados la promuevan de múltiples maneras, apuntando todas ellas al totalitarismo comunicacional, a la abolición del pensamiento crítico y, en definitiva, a la destitución del sujeto. En consonancia con esto, el neoliberalismo alimenta la cultura del entretenimiento vacío, la frivolidad y la evasión con distintos “quitapenas”, buscando arrasar con la memoria, los legados históricos y el “curro de los derechos humanos”.

La masa, construcción laboriosa que realizan día a día los medios de comunicación concentrados, es la vía regia para la obediencia y el desarrollo de creencias muchas veces disparatadas pero indiscutidas.

El poder amenaza con peligros que el mismo construye, impone prejuicios y creencias, al estilo de que el pueblo en la calle es violento, que la oposición es desestabilizadora, que Venezuela es una dictadura, etc. A través de los medios de comunicación primero se instala el miedo y luego se promete protección, inoculando en los individuos la ingenua ilusión de que si obedecen estarán a salvo bajo una supuesta seguridad protectora, que en verdad enmascara lo peor: un violento disciplinamiento social.

La masa fascinada ante el “altar de la iglesia”, mientras invoca al dios del consumo por “el pan nuestro de cada día”, incorpora creencias que promocionan una resignación obediente, sacrificial, temerosa y cobarde.

Una cultura democrática capaz de ir en contra del neoliberalismo y de la masa, que estimule la pluralidad de voces y cuente con mecanismos que apunten a la desconcentración del poder, constituye el mejor antídoto contra esta forma de colonización de la subjetividad que podemos caracterizar como una nueva religión.

* Nora Merlin – Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires; Magister en Ciencias Políticas; Psicoanalista Docente universitaria de la cátedra “Psicoanálisis Freud I”; autora de varios capítulos de libros y publicaciones -Autora de Populismo y Psicoanálisis y de Colonización de la subjetividad, Edit. Letra Viva.

Fuente: La Tecl@Eñe -25 de Enero de 2018

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