Ni ha valido una sepultura formal ni ha sido expuesta la identidad del contratista (sic)
de Estados Unidos (nyti.ms/35q53j5) supuestamente asesinado en Kirkuk –ciudad petrolera kurda de Iraq– por misiles chiítas, lo cual desencadenó las represalias de Estados Unidos que cobraron la vida de 25 combatientes en Siria e Irak, y luego provocaron el incendio parcial de la embajada estadunidense en Bagdad.
Los únicos que supieron con antelación los asesinatos dirigidos
del icónico general iraní Qasem Soleimani –a cargo de la guerra asimétrica
al exterior de Irán en países con importantes feligreses chiítas: Irak (70 por ciento de la población), Siria, Líbano y Yemen– y del líder iraquí Abu Mahdi al-Muhandis, de las milicias chiítas Fuerzas de Movilización Popular (Hashd al Shaabi), fueron el muy influyente cuan pugnaz senador Lindsey Graham, el premier israelí Netanyahu (dailym.ai/2rW77BJ), Mark Esper, recién nombrado secretario del Pentágono, y el evangelista sionista
Mike Pompeo, ex director de la CIA y un aficionado (literal) de las relaciones internacionales.
En forma insólita, ni el Partido Demócrata ni Gran Bretaña fueron informados de los asesinatos ordenados por Trump: perpetrados después de los ejercicios militares de Irán con Rusia y China (bit.ly/2FjVY0v).
Los asesinatos dirigidos
son especialidad de Israel, como explaya Ronen Bergman en Levántate y mata primero: la historia secreta de los asesinatos dirigidos de Israel (amzn.to/39Ee0Zo).”
Se trata de un golpe de alta precisión que trastorna el andamiaje del irredentismo iraní en el Medio Oriente, pero que conserva su capacidad de retaliación intacta y puede dañar la presencia militar/civil de Estados Unidos.
Irán ha divulgado 35 objetivos
que se encuentran bajo la espada de Damocles de sus represalias (dailym.ai/35nXx8b).
De dos cosas una,o las dos: el asesinato del legendario, además de piadoso chiíta, general Soleimani –quien viajó en forma asombrosa en un vuelo comercial de Damasco al aeropuerto internacional de Bagdad, donde fue recibido por al-Muhandis–, fue producto de un engaño de Estados Unidos para negociar tras bambalinas, o bien expuso inconcebibles grietas en el aparato de contrainteligencia de Irán en Irak.
¿A qué fue el general Soleimani a Bagdad?
La inverosímil propaganda de Estados Unidos alega que iba a operar una guerra
contra sus intereses en el suelo iraquí ocupado y que su asesinato fue para evitar una guerra…
La cuestión no es si habrá represalias de Irán, sino su proporción, alcance y cronograma.
El genial escritor ruso Anton Chejov usó la metáfora de que si en un primer acto se expone un arma de fuego en la pared de una escenografía, resulta inevitable su utilización en los actos ulteriores.
Trump cometió un grave error de cálculo al encajonarse y poner innecesariamente en riesgo su relección en Irak –como le sucedió a Carter–, cuando tenía acotado el riesgo de su impeachment en el Senado, donde el Partido Republicano goza de una confortable mayoría.
Ahora Trump orilla a la utilización de el arma de Chejov
por Irán que, quizá lo ignore el presidente número 45 de Estados Unidos, ha sido el cementerio de los imperios, como le sucedió a Alejandro Magno, considerado el máximo conquistador de todos los tiempos.
Los sucesos se han salido del control convencional y ya no existen líneas rojas
cuando tres países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y potencias nucleares a carta cabal –Rusia/China/Francia (bit.ly/2rUNKsJ)– no ocultan su preocupación por la escalada desequilibrada de Estados Unidos que, con su aliado Israel, ha puesto al Medio Oriente al borde del precipicio.
¿Habrá tiempo para una desescalada
que ahora anhela Estados Unidos?
El barómetro estratégico lo representa el control de Irak y su petróleo, lo cual se reflejará en su cotización.
En IraK se le revirtió la situación a Trump, donde el Parlamento árabe exigirá la expulsión del ejército de Estados Unidos: ¿último triunfo del general iraní Soleimani desde su cosmogónico paraíso chiíta?