Si se observan las cifras del desempleo en la Argentina puede notarse que desde diciembre de 2015 a junio de 2017 se estiman unos 58.000 empleos perdidos en el sector industrial. Solo durante la primera mitad de 2016 se destruyeron, considerando los distintos sectores del empleo privado, unos 82.000 puestos de trabajo (de acuerdo a datos de ITE Fundación Germán Abdala). La mayor parte de la destrucción de empleo se concentra en dos sectores: la industria y la construcción. A partir del descongelamiento de la obra pública, el sector de la construcción tuvo leve una recuperación, pero la industria siguió en caída: solo en la primera mitad de 2017 ya se contabilizaron 6200 nuevos despidos industriales.
¿Qué rubros específicos, dentro de la industria, han sido los más golpeados?
Comparando el primer semestre de 2017 con el de 2016, según datos del actual INDEC, observamos las siguientes caídas:
-18% Industria textil (25% de destrucción acumulada sumando 2016 y 2017, una cuarta parte)
-8% Edición e impresión (en 2016 se editaron 25% menos de libros, mientras que la importación aumentó un 94%)
-3% Producción de químicos y plásticos
-1,6% Terminales automotrices (según ADEFA, cayó 16% la venta de autos nacionales y aumentó un 35% la de importados, el 56% de la producción hoy son pickups 4×4, todo un símbolo del modelo económico)
La actividad industrial cayó en promedio 4,6% en 2016 y 2,4% en la primera mitad de 2017. La cantidad de personas despedidas de este sector constituye la mitad del total de despedidos del ámbito privado. Por otra parte, también son los sectores que más empleo generan (el campo habiendo sido favorecido con la devaluación y la quita de retenciones, obteniendo enormes ganancias solo generó alrededor de 5000 empleos).
Las propuestas oficiales afirman que este panorama mejorará con la “llegada de inversiones”. El mismo INDEC sostiene que en 2017 la capacidad ociosa industrial es de alrededor del 40%. O sea que las fábricas que aún existen en el país están funcionando solo a un 60% de su capacidad. ¿Alguien invertiría en ampliar su capacidad o crear nuevas fábricas cuando las que ya existen están trabajando solo al 60% de sus posibilidades? Evidentemente, no. Esta relación empeora en otros rubros: la industria automotriz tiene actualmente un 54% de capacidad ociosa, la metalmecánica y textil un 45%. Podríamos decir que funcionan literalmente “a media máquina”.
Es importante destacar que cada fábrica que cierra es capacidad tecnológica que se destruye, la que luego, aún si existiera un contexto favorable, se tardará años en volver a desarrollar.
Frente a este panorama, solo se crearon empleos públicos en el Estado (+34.000), y gran parte de los despedidos hoy se las rebuscan como monotributistas (79.000 nuevos), monotributistas sociales (+26.000) y empleados en casas de familia (+21.000), en su mayoría personas que hacen distintas changas para sobrevivir y poder tener una obra social, lejos de constituirse en “nuevos emprendedores innovadores” del relato oficial, algo que queda restringido a una élite de alto nivel educativo.
Ahora deberíamos preguntarnos: ¿Por qué cierran tantas fábricas en la Argentina? Los factores más importantes son tres:
1-Apertura de importaciones (ingresa libremente y con bajos aranceles mercadería barata de China y sudoeste asiático, con la que es imposible competir, a modo de ejemplo aumentó la importación de prendas de vestir un 68% en 2017, mesas y muebles alrededor de un 100% y escritorios un 400%)
2-Tarifazos: aumentos de gas y electricidad del 300, 400% son costos imposibles de absorber.
3-Salarios bajos / Caída del mercado interno: el conjunto de los trabajadores viene recibiendo magros aumentos de sueldos siempre por debajo de la inflación, esto circunscribe el consumo en bienes de primera necesidad, como alimentos, y se dejan de comprar otros productos. En 2016 los salarios perdieron el 10% de su poder adquisitivo y la desocupación aumentó del 5,9% al 8,5%. Nadie amplía su producción si no tiene quien se la compre.
El gran problema es que esta situación no constituye un efecto colateral no deseado, sino que por el contrario es un objetivo económico buscado. Dentro del actual proyecto, de acuerdo al “Plan Productivo Nacional” se considera que la industria tiene un “exceso” de mano de obra, lo que la haría menos competitiva, pero en realidad, lo que se está planteando es que la Argentina solo debe sostener aquello en lo que es “competitiva” internacionalmente, o sea, el campo y la minería, el resto sencillamente es visto como una carga innecesaria para el sistema ya que lo que produce puede ser fácilmente reemplazado por importaciones más baratas y requiere de subsidios que son tomados del sector agrícola-exportador. Por esto se plantea una “reconversión” como la que estamos viendo: empleos industriales por changas con monotributo (aunque se lo disfrace de “emprendedurismo”). De acuerdo a este Plan, deberán “reconvertirse” 364.000 empleos. Si la industria ya perdió 58.000 empleos, se entiende que en los próximos años deberán perderse otros 306.000. Esta precarización cumple otro efecto deseado: mayor desocupación favorece que se discutan paritarias a la baja (mientras sigan existiendo paritarias). Y desde esta óptica nuestro país no es competitivo por sus “altos salarios” (en lugar de considerar el retraso tecnológico, los costos de logística, capacitación, etc.).
Mientras sigamos considerando que la solución a los problemas de nuestra economía es que “hay que bajar los costos, y los salarios son un costo más”, la Argentina estará condenada a seguir destruyendo trabajo y a que le sobren varios millones de personas.
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