El 20 de noviembre se celebra aquello que hoy más nos falta: soberanía nacional. La fecha fue instaurada por pedido del historiador revisionista José María Rosa y fue oficializada por medio de la Ley N° 20.770, en 1974, bajo el tercer gobierno peronista. Además de ser el gran estratega detrás de la gesta de la Vuelta de Obligado que obligó a volver sobre sus pies al imperialismo anglo-francés, Rosas también sentó las bases para la defensa de la industria nacional y combatió la usura extranjera nacionalizando la banca, algo que no suele citarse entre sus grandes logros.
La original estrategia de la batalla de la Vuelta de Obligado implicó la disposición de tres enormes cadenas que atravesaban el río Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barcos pequeños, diez de ellos cargados con explosivos. La desigual batalla contra un enemigo infinitamente superior en poderío bélico duró once horas y dejó 276 muertos, 250 argentinos. La armada anglo francesa logró superar este escollo pero a un precio demasiado caro. El objetivo era poder comerciar sus productos industriales “libremente”, o sea, salteando los aranceles que había dispuesto la Argentina. Sin embargo no solo no pudieron concretar este objetivo sino que tuvieron que volverse desechando la metodología como inútil ya que si cada vez que tuvieran que comerciar iban a tener que necesitar un despliegue militar finalmente el costo económico terminaría siendo muy superior al de pagar los aranceles de la Ley de Aduanas de Rosas.
Por esta acción patriótica, el general San Martín expresó: “Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca” y terminó legando su propio e histórico sable a Juan Manuel de Rosas.
En qué consistía la Ley de Aduanas de 1835 y la defensa de la incipiente industria nacional
El 18 de noviembre de 1835, Rosas dictó una Ley de Aduanas que rompía con el esquema liberal, con el objetivo de defender las manufacturas criollas. La ley tenía diversas escalas: prohibición absoluta a artículos o manufacturas cuyos similares nacionales se encontraban en condiciones de satisfacer el consumo. Se gravaban con un 25 por ciento aquellos otros cuyos precios era necesario equilibrar con la producción nacional.
Con el 35 por ciento se arancelaban aquellos cuyos similares criollos no alcanzaban a cubrir totalmente el mercado interno, pero que podrían lograrlo con la protección fiscal. Y con el 50 por ciento productos tratados como artículos de lujo.
Al estilo de las actuales retenciones, la Ley de Aduanas también gravaba las exportaciones, si bien una tasa del 4 por ciento que no se aplicaba a las manufacturas del país, como las carnes saladas embarcadas en buques nacionales, las harinas, lanas y pieles curtidas. Sin embargo los cueros, requeridos por la industria británica, abonaban un equivalente a un 25 por ciento de su valor.
Esta ley de Aduanas se completó el 31 de agosto de 1837 con la prohibición (que duró hasta 1852) de exportar oro y plata en cualquier forma que fuere, preservando así una reserva de valor estratégica dentro del país.
Nacionalización de la banca que estaba en manos de los ingleses
El 30 de mayo de 1836, Rosas transformó el Banco “Nacional”, que estaba en manos de capitales ingleses (había sido creado en 1822 por el pro-británico Bernardino Rivadavia como un engendro para la administración de la usura de la banca Baring), convirtiéndolo en una dependencia de gobierno: la Casa de la Moneda, conocida luego como “Banco de la Provincia de Buenos Aires”, con el fin de emitir el papel circulante, recibir depósitos fiscales o particulares y descontar documentos.
Dice Scalabrini Ortiz en “Política británica en el Río de la Plata”: “El Banco Nacional cesó en sus funciones en 1836. Rosas, ya afirmado en el poder, reivindicó para el gobierno la facultad de emitir billetes y creó la Caja de Moneda. Sin herirlos ni mencionarlos, quitaba a los ingleses una de sus grandes armas de dominación. «El capital con que se levantó el Banco», dijo Rosas en su mensaje de 1837, «fue todo una ficción y desde los primeros momentos de su giro sus billetes tuvieron el carácter de inconvertibles… El Banco Nacional, hecho arbitro de los destinos del país y de la suerte de los particulares, dio rienda suelta a todos los desórdenes que se pueden cometer con influencia tan poderosa». Con la Caja de Moneda, Rosas, lo mismo que los ingleses desde el Banco Nacional, hizo política, pero era una política nacional, no una política manejada por la diplomacia extranjera para utilidad de los extranjeros”.
Por todas estas acciones, Rosas fue defenestrado por la historiografía liberal anglófila. Sin embargo, hasta su acérrimo enemigo, el liberal y gran maestre de la Masonería (histórico instrumento británico), Sarmiento, tuvo que terminar afirmando que “nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión que el de Don Juan Manuel de Rosas”. No era para menos, en medio de una etapa de expansión del poder británico y de clases altas europeizadas, Rosas supo ganarse el amor de las clases populares, hablándoles en su idioma, restaurando el orden perdido, recuperando el valor de las tradiciones católicas que habían sido asediadas por la obra del también masón Rivadavia. El enfrentamiento es muy claro: “Rosas muestra gran horror por las logias y sociedades secretas”, según el francés Alfred de Brossard, quien a su vez lo describió como un trabajador incansable: “trabaja asiduamente entre quince y dieciséis horas diarias en el despacho de los asuntos públicos y no deja nada sin pasar por su riguroso examen” y comenta también que lo llaman en distintos pueblos el “Gran Americano” ya que intenta “la reconstrucción del antiguo Virreinato del Río de la Plata”, lo que habría significado desbaratar todo el plan divisionista de la Corona Británica.
Que las vidas terminadas heroicamente en Obligado sirvan para iluminar nuevos caminos de luchas nacionales, especialmente en este presente en que el poder financiero supranacional en eterna alianza con el imperialismo británico, se enseñorea de estas tierras.
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