Reflexiones en torno al problema del trabajo. Parte IV. La corporación artesanal medieval – Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

La corporación artesanal – origen de la organización del trabajo

Tuve en mi pago en un tiempo / hijos, hacienda y mujer,
pero empecé a padecer / me echaron a la frontera,
¡Y que iba a hallar al volver / tan solo hallé la tapera.
-Martín Fierro

La comuna aldeana que fue desarrollando una actividad productiva y comercial recurrió a una forma institucional que preservara las buenas relaciones entre vecinos, las comerciales y productivas. La norma de no engañar al consumidor fue la base sobre la que se construyera el ordenamiento social. En un principio el artesano comenzó siendo un productor que trabajaba bajo pedido en su domicilio. Trabajaba materias primas por encargo de algún vecino de la aldea. Con el aumento de la población que va experimentando Europa se registró un aumento de la demanda, esto fue convirtiendo a ese artesano en un pequeño empresario con aprendices a su cargo. El aumento de la población queda expresado en este comentario de Jacques Le Goff:

«La cristiandad aumenta aproximadamente en un tercio el número de bocas que hay que  alimentar, cuerpos que hay que vestir, familias a las que hay que alojar, y almas que es preciso salvar. Necesita por tanto aumentar la producción agrícola, la fabricación de objetos de primera necesidad, en primer lugar los vestidos y la construcción de viviendas, y, antes que ninguna, aquellas en donde se realiza esencialmente la salvación de las almas: las iglesias. Las necesidades fundamentales de la cristiandad de los siglos XI y XII, las urgencias que debe satisfacer primeramente son el desarrollo agrícola, el progreso textil y el auge de la construcción».

Este desarrollo de los diferentes oficios, con una creciente división cada vez más especializada del trabajo, y la necesidad de defender las conquistas de ventajas obtenidas en el ejercicio de la profesión, llevó a la aparición de formas orgánicas para consolidar esa defensa. Aparecen así las, ya citadas, corporaciones de gremios artesanales. Estas corporaciones de artesanos fueron adquiriendo un carácter profesional muy pronunciado: se encuentran en ellas reglamentación sobre métodos, aprendizaje impuesto, y prohíbe el monopolio. Les daba fuerza para la defensa común y tenía alcance de protección social. Ante todo la corporación era un colegio religioso, con dios y culto particulares.

Hay pruebas suficientes del carácter de familia, en su amplio sentido, que se verificaba en el deseo de compartir la “última morada” en común. Se puede afirmar, sin riesgos de error, la solidaridad que estas organizaciones desplegaban. El sociólogo francés Emile Durkheim [[1]] (1858-1917) afirma esta característica:

«Los miembros se consideraban tanto como hermanos que era habitual entre ellos este tratamiento…  Una prueba de la devoción que los colegas tenían por su organización son los legados y donaciones que le hacían. Incluso en las corporaciones obreras uno se asociaba ante todo por el placer de vivir en comunidad, por encontrar fuera de su casa distracciones a su fatiga y a sus tedios, para hacerse una intimidad más estrecha que la ciudad, pero menos que la familia, y hacerse la vida más fácil y agradable».

El cristianismo dio, sin lugar a dudas, una caracterización diferente a las corporaciones medievales. No debe perderse de vista que la sociedad era distinta, la ciudad era distinta, difícil de comparar con las instituciones actuales. Al carácter religioso específico agregó una finalidad de moral social, que de él se desprendía. Era común que comenzaran alrededor de una capilla o una parroquia y se las colocaba bajo la invocación de un santo que se convertía en su patrono. Se celebraban las festividades con un gran sentido fraternal terminando en grandes festines, llamativos por la solidaridad y la alegría, fiestas que, muchas veces, servían para la recolección de fondos para beneficencia.

La finalidad moral de las organizaciones respecto del medio social puede apreciarse en sus reglas. Estas fijaban para cada oficio los deberes de los patrones y de los obreros, así como los deberes de los patrones entre sí. Hay, no puede negarse, reglamentos que pueden no estar de acuerdo con nuestras ideas actuales; pero debe juzgarse con la moral de aquel tiempo, ya que es a ésta a quien expresa. Lo que es indiscutible es que están todos inspirados por la preocupación, no de tales o cuales intereses individuales, sino del interés de la organización, bien o mal entendido, eso no importa.

Los artesanos trabajaban, al principio, casi exclusivamente para el mercado local, manteniendo un muy bajo nivel de producción. Produciendo manufacturas que estaban previamente vendidas. Esta producción estaba calculada por necesidades conocidas y expresadas, no había peligro de saturar el mercado, ni entrar en competencia de precios para obtener la elección del cliente. Los precios estaban establecidos por la corporación. Pero, poco a poco, esta demanda comienza a incrementarse, el comercio se va extendiendo a otras comarcas y el pequeño taller familiar se va a ir convirtiendo en un taller de mayores dimensiones.

El trabajo que se comenzaba y concluía en un solo taller va a ir dividiendo tareas con otros talleres, especializándose en la fabricación de partes, que luego serían ensambladas en algún otro taller. La división del trabajo comienza a establecer la especialización en cada taller. Se manufacturan partes del producto final. Todo ello fue la consecuencia de la presión de una demanda exterior a la comuna que se originaba en la expansión del mercado debido a las conquistas coloniales de los países centrales.

Esta organización no era sólo de carácter profesional, respondía a necesidades más amplias de sus miembros. Como ya quedó dicho, en las corporaciones de artesanos se celebraban fiestas en las que se reconocían las habilidades especiales y el trabajo bien hecho. El producto del trabajo tenía una estrecha relación con el productor. Este modo de entender el trabajo va a quedar de lado, no mucho tiempo después, con la producción en gran escala que exigen los mercados de ultramar. Es probable, como sostienen otros autores, que estos cambios fueran también la consecuencia de un proceso de transformaciones culturales, como afirma, por ejemplo Amintore Fanfani [[2]] (1908-1999):

«Los orígenes de la dirección individualista en materia económica se remontan a las primeras manifestaciones del espíritu renacentista y por consiguiente se habían revelado en un mundo que había comenzado a sufrir las predicaciones protestantes”.

Pero, como en todo devenir histórico, en el cual convergen múltiples factores, es fácil advertir que la conciencia social ha dado un paso tan grande en dirección hacia el individualismo, que desmorona tradiciones muy arraigadas y posibilita un proceso de magnitud.

La solidaridad artesana

La subordinación del interés particular al interés general conlleva siempre una moral comunitaria, un sentido de la corresponsabilidad, un sentimiento de solidaridad, pues implica el sacrificio del deseo propio en pos de la satisfacción del conjunto. Esto se ve en general en todas las corporaciones de artesanos y comerciantes, y prueba de ello es que, como afirma Emilio Durkheim [[3]] (1858-1917):

«Estos reglamentos sobre los aprendices y obreros están lejos de ser desdeñables para el historiador y el economista. No son la obra de los siglos “bárbaros”. Llevan el sello de una perseverancia y de un cierto buen sentido que son, sin duda, dignos de ser señalados».

Por otra parte existían reglamentaciones que regulaban y castigaban con suma severidad las desviaciones a la probidad profesional, que cuidaban la calidad y el precio para evitar cualquier engaño al comprador. Todo lo dicho es suficiente para probar el carácter moral que presidía la actividad profesional, la producción y el comercio. Este tipo de sociedad tenía una huella que marcaba sus conductas, era el carácter religioso de sus instituciones, de allí el tono moral de sus reglamentaciones. La separación paulatina de la ciudad medieval del dominio feudal colocó a las comunas ante la necesidad de diseñar un orden normativo, dentro del cual las corporaciones profesionales van a desempeñar un papel político-institucional importante. Los cuerpos de oficio que tanto habían hecho por el logro de esa independencia se fueron convirtiendo en la base de su estructura política.

Debo insistir en algunos aspectos de lo analizado. Mientras las corporaciones funcionaron independientemente, dentro de comunas que mantuvieron el espíritu de solidaridad y fraternidad como ingredientes de la vida cotidiana, lograron mantenerse fuera del dominio monárquico feudal. Y mientras los productores-vendedores tuvieron como clientes, más o menos exclusivamente, a los habitantes de las ciudades y sus alrededores se mantuvo el espíritu ya visto. Por ello, la permanencia de un mercado alejado de la incidencia de mercaderes extranjeros, los cuerpos de oficio y la organización municipal bastaron para controlar y satisfacer la transparencia de las conductas.

Sin embargo, la extensión del comercio a zonas, extensas y distantes requirió una producción  cada vez mayor. Entonces, el taller artesanal enfrentó una demanda que no estaba en condiciones de satisfacer. Algunos concibieron flexiblemente las reglas a fin de acomodarse a la nueva situación, en otros casos, algunos talleres se agrandaron fracturando las reglamentaciones sobre tipos de productos y cantidades. Estamos viendo el comienzo del resquebrajamiento el espíritu gremial. No todos aceptaron las innovaciones.

Aparece un personaje nuevo ajeno a la comuna, un intermediario, combatido antes por la reglamentación gremial: el mercader, alguien que compra barato en donde encuentra sobrantes y vende donde falta con considerables utilidades, no permitidas dentro de la comuna urbana. Otra modalidad que comienza a aparecer es la que manda a producir por su cuenta y que define el qué y el cómo, que hasta entonces era resorte de la organización artesanal. Como consecuencia de todo ello algunos talleres crecieron desproporcionadamente y otros desaparecieron.

La gran industria comienza a hacer sentir su presencia, desligada de los intereses comunales, su ámbito es más amplio y ambicioso; la conquista colonial ha extendido este espacio considerablemente. La producción pensada en una escala mayor se va asentar allí donde la favorezca la mano de obra abundante y barata, y la provisión de materias primas esté asegurada en las cantidades demandadas. La potencialidad industrial y comercial comienza a mostrar una agresividad no conocida hasta entonces, debía entrar en conflicto necesariamente con la estructura de las corporaciones, y así fue.


 

[1] Fue un sociólogo, pedagogo y filósofo francés. Estableció formalmente la sociología como disciplina académica.

[2] Político italiano de extensa trayectoria, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana

[3] Sociólogo, pedagogo y filósofo francés. Estableció formalmente la sociología como disciplina académica.

 

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