¿Qué más hace falta para que se entienda que nos han declarado la guerra y no nos enteramos? – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

Una noticia importante apenas cobró trascendencia en el mundo, porque fue asimilada a una cuestión propia de las múltiples informaciones irrelevantes que provienen de Hollywood. Esta semana se produjo una huelga de guionistas de los grandes estudios, por primera vez desde los años ochenta. Simultáneamente, crece el malestar entre los actores porque los extras corren peligro de perder sus trabajos. Ambas noticias tienen un punto de coincidencia, pero no es el geográfico o el rubro en que se encuentran estos grupos, sino en quien es el responsable de la crisis.

Con el continuo avance de la Inteligencia Artificial, el sector de los guionistas va a perder puestos laborales porque sus funciones serán reemplazadas por el trabajo de la IA, que bien puede crear los guiones para las películas y series por una fracción del costo actual. Si bien es cierto que tal vez por el momento no podrán producir guiones de extraordinaria calidad, sí podrán reemplazar los habituales de la mayoría de las producciones, guiones que se caracterizan por ser francamente malos. Pero más allá del debate sobre la calidad del trabajo humano en esta área, el solo hecho de que salgan a la calle por primera vez en 4 décadas, es toda una señal de que la situación avanza rápido y afecta a todos.

La problemática de los extras es más llamativa. Sus trabajos, con apariciones reducidas y en segundo plano, van a ser reemplazadas por sus imágenes insertadas por la IA en las escenas. Simplemente, planean escanear a los actores y luego usar esos datos para reproducir la situación que se desee. Algo parecido hemos visto con la publicidad de la empresa alemana Volkswagen en Brasil; prestemos atención en el lugar, un país que no es de la élite rica y tecnológica. Para conmemorar la presencia de la marca en el país, utilizaron un paralelismo con la popular “Kombi” de la VW y una versión similar actual. La versión nueva piloteada por la hija de Elís Regina, una popular cantante y la antigua Kombi por la propia Elís.

Lo llamativo es que Elis Regina ha fallecido hace tiempo, pero la tecnología la volvió a la vida. Más allá de los debates éticos sobre la elección, vemos una vez más el mismo patrón, la IA aparece en escena, ya sea para recrear una cantante o para poner en escena un extra que nunca filmó en una historia cuyo guion no escribió ningún ser humano. ¿Por qué emplear modelos previos humanos? Bien podría la IA usar sus capacidades para crear actores o actrices virtuales, nada nuevo porque ya esto está planificado. Veremos convivir, si a la IA guionista le parece bien a Rodolfo Valentino compitiendo por una chica con Brad Pitt, o con un chico, porque la ideología imperante en estas producciones puede preferir esa opción.

En definitiva, si hacemos un foco más amplio con nuestra mirada, vemos cómo la tecnología irrumpe y desplaza humanos. Ya está en pleno debate si la banca comercial habitual seguirá existiendo o ya no tendrá razón de ser ante las nuevas tecnologías, que bien pueden prescindir de ella.

Una vez más, no es futurismo voluntarioso, son solo datos de la realidad. Más bien deberíamos debatir cuándo se va a dar este salto y no si se va a dar, porque ya está sucediendo. Las criptomonedas que permiten la identificación de cada transacción y los chatbots que interactúan como humanos simplemente van a reemplazar a la mayoría de los trabajadores bancarios.

El e-commerce, es decir, la venta a través de internet, ocupa el lugar de los vendedores de carne y hueso. Las entregas se automatizan en almacenes robotizados y se llevan a destino con drones. Una vez más, no es ciencia ficción, muchas de las grandes corporaciones como Amazon ya están en pleno desarrollo de tecnologías que reducen a un mínimo la presencia humana.

Lo que vemos en estas áreas se reproduce en casi todo lo imaginable, con el agravante de que no hay debate sobre el impacto social de los cambios tecnológicos. Algunos apenas en el área económica, pero no sobre qué sucederá con los seres humanos que cumplen esas funciones, sino sobre el impacto en los mercados o en las tasas de rentabilidad.

Algunos expertos económicos atribuyen la suba de la bolsa en EE. UU. en los últimos meses precisamente a este tema. Los rendimientos de las empresas, aun en tiempos de crisis económica, guerra y aumentos de energía, se mueven en ascenso como reflejan en sus cotizaciones.
Las empresas van a aumentar sus ingresos porque tendrán menos personal y ese ahorro en sueldos va a mejorar sus balances. Nadie, por supuesto, se pregunta que pasará con los trabajadores.

Es natural pensar que si grandes masas de empleados pierden sus ingresos, la economía se enfriará y veremos menos ventas como consecuencia directa de la caída del consumo por falta de poder adquisitivo.

No debería extrañarnos cuando durante décadas las economías de países como Argentina fueron empujadas sistemáticamente al abismo con planes de desindustrialización y achicamiento. Millones de personas vieron sus ingresos reducidos por los programas económicos de ajustes que produjeron recesiones que desembocaron en caos social.

Los breves períodos donde la protesta hacía colapsar el ajuste y se realizaban planes más racionales que en realidad se limitaban a no ahogar la economía, la misma creció y el círculo virtuoso se puso nuevamente en marcha.

No por mucho tiempo, cuando las cosas mejoraron, nuevamente la propaganda convenció a la población de la necesidad de más ajustes que ya fracasaron. Al menos medio siglo de ciclos repetidos han llevado a la Argentina a la situación de desastre, pasando de tener apenas un 5 % de pobres a que ahora más de la mitad se encuentre comprendida en esa categoría. Las nuevas propuestas son más de lo mismo: despidos y ajuste.

Lo que el modelo hoy propone al mundo desarrollado es eso mismo. Las crueles subas de los bancos centrales han ahogado la inflación en muchas partes, pero la recesión golpea a la puerta. Las soluciones empleadas son las mismas que se impusieron en la Argentina con los terribles resultados. Podríamos pensar que tantos expertos deberían saber que el resultado será la destrucción de la riqueza; sin embargo, parece que están dispuestos a repetir la fórmula. Es probable que sepan el resultado, pero eso es lo que en realidad buscan, si no en caso contrario no podemos comprender la política de Alemania, por ejemplo.

Entonces, podemos advertir que el ajuste de personal en Hollywood coincide con la tecnología disruptiva que avanza y ya está disponible. Nadie se preocupa de los puestos de trabajo que se perderán excepto los trabajadores, son simplemente ajustes para ganar más dinero, lo mismo que se dijo en la Argentina por años. Gastamos mucho, si reducimos el gasto ahorramos dinero y todo estará bien. Claro que no funciona así, porque ese ahorro es merma del consumo y, por lo tanto, de actividad económica.
Si la tecnología reduce puestos, la contracción de la economía presiona en el mismo sentido y las tasas altas ahogan cualquier posibilidad de escapar a lo planificado.

La combinación de la ambición y la falta de visión de las clases medias y hasta gerenciales de segundo orden, impiden ver que se camina hacia el abismo. Una abismo que es el destino final que han elegido las élites que controlan el modelo occidental, un modelo que mutó de lo productivo a lo financiero para permitir la concentración de riquezas en pocas manos. Ricos más ricos, pobres que viven de los subsidios y clase media que se empobrece es el resultado del modelo impuesto.

Resulta evidente para quien se atreva a pensar sobre el asunto, que la economía va a colapsar. Una familia que en los 60 podía aspirar a comprarse un auto, una propiedad, mejorar su nivel de vida a través del consumo, tener vacaciones viajando a lugares lejanos y criar varios hijos, hoy ve que eso es una quimera. Muy pocos pueden aspirar a comprar una propiedad, de hecho, ya llegan informes que nos dicen que el 40 % de las casas en EE. UU. están en manos corporativas y solo se alquilan. Una tendencia que crece y que vimos reforzada durante la pandemia cuando fondos como BlackRock apuntaban a invertir en casas para alquilar.

El modelo económico lleva a que una casa propia sea una quimera, alquilar un sitio espacioso sea un sueño, el automóvil debe reducirse a un 25 % en el 2050 y las ciudades deberán llenarse de bicicletas como la China de los 60, esa misma que buscaba desesperadamente que cada chino tuviera un plato de arroz al día.

Claro que la propaganda comienza a mostrarse plenamente. El mundo colapsa por la actividad humana y debemos dejar de consumir, algunos más que otros porque Bill Gates ya nos explicó que puede pagar por su huella de carbono, así que va a seguir con sus aviones privados.

En muchos países ya se ha institucionalizado la advertencia de que no se puede ser irresponsable con el medioambiente y traer hijos al mundo porque el planeta no soporta tantos humanos.

Un pensamiento peligroso que se ha instalado y que ya no nos suena extraño, nos parece aceptable y natural. Somos muchos y alguien debe dejar su lugar: aborto, eutanasia, ayudan a la decisión de no tener hijos porque molestan al desarrollo personal. Todos sabemos que una mujer se realiza por su profesión, no por ser madre.
Las mujeres no son parideras para que el capitalismo reproduzca sus fuerzas laborales y de consumo, nos dicen las feministas.

Bien valdría que analicen el futuro planteado, porque el capitalismo ya no está entre nosotros, estamos mirando la llegada de otro sistema. Un sistema donde quien tiene dinero sea todopoderoso, pero eso será para muy poca gente, las reglas de producción y consumo masivo para mayores ganancias típicas del capitalismo, ha estallado por los aires.

La agenda 2030 es muy clara, hasta se animaron a decirnos “no tendrás nada y serás feliz”

Ahora se comienza a ver con claridad lo que dijo Kissinger cuando en los 70 advertía que el principal desafío para los EE. UU. no era la URSS, eran los países pobres con altas tasas de natalidad que disputarán con insumos a su país. Solo faltó precisar que no eran para los EE. UU. el desafío, sino para las élites de su país y de algunos otros. Ellos no estaban dispuestos a ver cómo el mundo alcanzaría cifras de habitantes que demandarían un acceso a niveles de vida superiores y que se molestarán con las desigualdades.

Desde hace mucho nos hablan de la necesidad de combatir la superpoblación, sin éxito. Por lo tanto, han necesitado combinar esfuerzos instalando un modelo de vida ideal en solitario, instalando el egoísmo a ultranza disfrazado de autosuperación. No es más que indiferencia por el prójimo lo que se busca, porque así dividen a la sociedad.
Crearon ideas superiores como el desastre ambiental por la actividad humana, un hecho falso, pero que no se discute. Elevado a la categoría de dogma, es la gran excusa para instalar la necesidad de tener menos personas en el planeta. Una causa superior indiscutible.

Ideologías varias de moda que establecen la corrección política impulsada desde las propias corporaciones que promueven las élites y los organismos internacionales que también colonizan. Todas con algo en común: no tener hijos, vivir menos, nacer menor, tener parejas estériles y circunstanciales y aprender que comer insectos es saludable y deseable.

Guerras y pandemias tienen un fin loable también, contribuyen a disminuir drásticamente la población. Así el planeta se salvará, porque no queremos que la Madre Tierra se enoje con nosotros y ya no tenemos que preocuparnos por lo que opine Dios, que se ha ido de nuestras vidas, o nunca existió. Es mucho más racional creer que la Pachamama sufre por nuestra actividad y nos castiga de vez en cuando con un terremoto, una sequía o una inundación que en que haya un Dios. Ya sabemos que los truenos son por las descargas eléctricas, ya la ciencia nos ha explicado todo y no necesitamos supersticiones que nos manipulen.

Los guionistas y extras de Hollywood han sido parte de la construcción de esta idiosincrasia global, ellos impulsaron las ideas de moda que hoy justifican y acompañan el accionar de las corporaciones. Ahora son sus víctimas, todas las revoluciones tienden a devorar a sus propios hijos, y estamos en una revolución.

Las medidas de las élites aceleran la crisis, la suma de la energía, su reemplazo por fórmulas ineficientes, la falta de fertilizantes, el apoyo al aborto y a la eutanasia (solo los Países Bajos ejecutaron 60.000 víctimas por autismo y otros problemas según un estudio de la Universidad de Kingston, Reino Unido, en apenas una década). La destrucción de la vida familiar y comunitaria. Ahora la suba de tasas de interés del BCE y la FED.

¿Qué más hace falta para que se entienda que nos han declarado la guerra y no nos enteramos?
Tal vez una guerra nuclear, en eso están.

 

 

 

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