Por una Comunidad Organizada que geste a su propio conductor – Por Jessica Lillia

Por Jessica Lillia*

Desde hace años la Argentina ha sido gobernada por una dirigencia política que dejó de hacer política para dedicarse a alimentar su propio egocentrismo, y servir a intereses foráneos, olvidándonse de representar los del pueblo, que son los únicos que debería defender por encima de todo.

Olvidados el pueblo y la nación, estos quedan relegados a un desorden no natural que es profundizado -con verdadera intencionalidad- por una clase política ocupada de sí misma, creando un circo de absurdas “grietas” que instalan sobre una sociedad que sufre las consecuencias de una rivalidad en realidad inexistente “arriba”.

Esta sociedad, que alguna vez dejó de ser una masa uniforme y supo ser una Comunidad Organizada, vuelve a ser masa y cada vez más atomizada por esa dirigencia que se olvidó de amar a su Patria y a Dios. Por ello, no tiene escrúpulos a la hora de dirigir los destinos de un país cuya riqueza material y espiritual brota -y seguirá brotando- como un manantial. 

Llegados a diciembre de 2023 en el que asumió como presidente de la Nación un personaje dirigido desde afuera, y promocionado por quienes aquí aceptaron colaborar con gusto para que su apellido quedara escrito en los libros de historia argentina, nos animamos a pensar (por lo menos algunos argentinos) en que finalmente la dirigencia política llegó a su mayor nivel de podredumbre y eso, aunque sea repulsivo, puede ser lo mejor.

La clase política se está depurando así misma y, frente a esto, ya aparecen “nuevos mesías” o “líderes populares”, en nombre de otros líderes históricos que supo tener este maravilloso país, diciendo lo que muchos queremos escuchar, sin embargo, difícilmente se los escucha hablar sobre uno de los temas más trascendentales, como es la identificación clara de quiénes son los verdaderos enemigos de la patria y que en este portal señalamos con nombres y apellidos en cada ocasión que podemos.

Aún así, quienes tienen real conciencia de los tiempos que corren, de las experiencias políticas vividas, heredadas y por qué no también leídas, sabrán que cuando una comunidad se organiza dentro de los valores cristianos que atraviesan a nuestra cultura, pese a que algunos no sean o no se sientan de esa tradición, el poder de la unidad en un mismo sentir asegura los cimientos para que en ellos se construya una Nación fuerte. 

Pero, ¿cómo volver a ser una comunidad organizada? Al desearlo mucho, con claridad de concepción, definitivamente le sigue el ponerse en acción para que aquello que se desea comience a concretarse, y así luego llegue a ser una realidad.  Pero para consolidarse también necesitará de un conductor que represente a esa comunidad y que imprescindiblemente debe nacer de esa comunidad que lo acunó. Y es la comunidad que siendo conducida por uno de los suyos logrará alcanzar el máximo potencial, junto a las organizaciones libres del pueblo, para así gobernar la Nación. Un gobierno esclavo de un pueblo libre.

Sé que es un deseo tal vez muy pretencioso, pero animémonos a desear si en definitiva es un deseo noble, en los comienzos de un Año Nuevo que, aunque pareciera ser algo sombrío, quizás sea una gran oportunidad para volver a ser una Nación grande y feliz.

Para finalizar, les dejo aquí lo que sería un deseo y mensaje para este 2024, la oración pronunciada por Juan Domingo Perón en el V Congreso Eucarístico Nacional en Rosario un 29 de octubre de 1950, junto a Evita, su esposa y Jefa Espiritual de la Nación:

“SEÑOR: Muchas veces he hablado a mi pueblo; muchas veces he compartido con él las horas alegres y las horas tristes o difíciles de sus hijos, participando de su felicidad e infundiéndoles fe. En el largo camino de mis luchas muchas veces también he elevado mi espíritu hasta vuestro corazón, rogando por la felicidad de mi pueblo y por la grandeza de mi patria.

Hoy vengo Señor, en cambio, con mi pueblo, y con él, postrado humildemente ante Vuestra Divina Majestad. Os reitero públicamente mi gratitud y la gratitud de todos los argentinos, por cuanto nos ha sido dado de grandeza y de felicidad en estos años que llevo al frente de los destinos de la Nación.

Os agradezco porque en vuestra infinita bondad nos habéis concedido la paz y las condiciones espirituales y materiales necesarias para trabajar construyendo esta Nueva Argentina.

Os doy gracias porque habéis tenido a bien inspirarnos desde el fondo mismo de vuestro Evangelio una doctrina de justicia y de amor y porque nos habéis ayudado a realizarla progresivamente en esta tierra y para este pueblo. Os agradezco, Señor, porque vuestro amor y vuestra gracia han sido magnánimos y generosamente derramados sobre nuestro pueblo, y porque vuestra bendición ha descendido abundantemente sobre sus afanes, sus trabajos y sus sacrificios, creando así la situación de mayor bienestar en que se encuentra.

Quiero reiteraros, asimismo, Señor, en esta oportunidad, los ruegos que os he hecho otras veces en la intimidad de mi corazón.

Os pido que vuestro amor siga derramándose sobre este pueblo argentino que os reconoce y os ama desde los comienzos mismos de su vida. Os pido especialmente que lo ayudéis en las luchas que sostiene por su dignidad de Nación justa, libre y soberana y por la dignidad de cada uno de sus hijos. 

Os ruego que así como acrecentáis la fecundidad de nuestras tierras y el trigo de nuestros campos que por vuestro amor en la unidad de la eucaristía se acreciente aún más la fecundidad del corazón de todos los argentinos para que sean una sola cosa en virtud del amor, que es lo único que construye. 

Os imploro el auxilio necesario para que en mis afanes y trabajos, lo mismo que en las luchas de los hombres que comparten conmigo ahora y después de mi la responsabilidad del gobierno de nuestra patria, nunca se altere nuestro propósito inicial de servir lealmente al pueblo, sobre todo a sus hombres y mujeres más humildes, porque estoy seguro de que, sirviéndoles con lealtad y con amor, estaremos siempre muy cerca de vuestro corazón.

Os ruego, también, Señor, por la paz y la felicidad de esta patria nuestra tan querida, y por la paz y la felicidad de todos los hombres y de todos los pueblos del mundo, para los cuales imploro vuestra misericordia y vuestro amor.

Para mí, Señor, no os pido otra cosa que la luz necesaria para seguir conociendo los mejores caminos de mi pueblo y la fortaleza que sea menester para conducirlo a sus altos destinos.

Por fin, con la absoluta conciencia de la responsabilidad que asumo, y en señal de gratitud por cuanto habéis otorgado a la Nación Argentina, en la abundancia de vuestro amor, os ofrezco todo cuanto soy y cuanto poseo, vale decir, mi vida por la grandeza y felicidad de mi patria y de mi pueblo, cuyos destinos deposito en Vuestro Divino Corazón”.

 

*Comunicadora de medios digitales

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