La crisis económica golpea no solo a trabajadores y pymes: el actual modelo agro-financiero (oligárquico) perjudica seriamente también a las grandes empresas. Al pedido de Procedimiento Preventivo de Crisis de Coca Cola le siguió a los pocos días la industria Fate y hoy piden la quiebra de la principal harinera de la Argentina, de la familia Navilli, que cuenta con 90 años de antigüedad, exportación a 60 países y 3000 empleados repartidos en 21 plantas industriales en Argentina, Brasil y Uruguay, en donde se fabrican conocidas marcas como la harina Pureza, los bizcochos 9 de Oro, los aceites Cañuelas, las premezclas Mamá Cocina y las pastas secas San Agustín.
Molino Cañuelas terminó con un nivel insustentable de endeudamiento, U$S 1350 millones con alrededor de 30 bancos. Fue el Banco Macro, con quien tiene una deuda de U$S 10 millones, el encargado de pedir la quiebra de la empresa. Los bancos locales acreedores son: Banco Galicia, con USD 38,5 millones; Banco Nación, con USD 55 millones; HSBC, con USD 45 millones; Santander Río, con USD 36 millones; Banco Provincia de Buenos Aires, con USD 34 millones, y BBVA Banco Francés, con USD 24,5 millones.
En 2018 Molino Cañuelas despidió a 40 trabajadores de su planta en Tucumán. De decretarse la quiebra y usar los bienes de la empresa para pagarle a los bancos, las 21 plantas y sus 3000 empleados corren peligro.
De acuerdo a los últimos datos del INDEC la industria argentina utiliza actualmente solo un 56% de su capacidad instalada, por lo que las plantas industriales que sobreviven funcionan en promedio a la mitad de lo que podrían hacerlo si el consumo y el poder adquisitivo de la población se recuperara. El sector automotriz funciona al 15%, el sector textil al 31% y el sector metalmecánico al 38%.
Los únicos que ganan con el actual modelo económico son los grandes bancos, que actualmente gozan de altísimas tasas del 62% para invertir en Leliqs los plazos fijos de los ahorristas, a los que les abonan tasas del 37%: el 25% entre una tasa y la otra es renta financiera por no hacer absolutamente nada, salvo parasitar la economía real.