Perón y la advertencia sobre las consecuencias “si alguna vez llegase a haber otro golpe” en la Argentina

Por Jessica Lillia*

“Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma”.
 Juan Domingo Perón.

La dirigencia política actual, con raras excepciones, ha alcanzado un nivel de decadencia intelectual y espiritual al punto tal de que vaciaron de sentido la definición de “política” en su concepto más amplio.

Si coincidimos en que esta es una herramienta con la que se puede transformar la realidad mejorando siempre la calidad de vida de una población determinada y que es esencial para la defensa de los recursos estratégicos cuidando siempre el interés superior de una nación determinada, entonces también coincidiremos en que hoy la dirigencia política no está a la altura de las circunstancias.

¿Pero qué pasó, por qué este nivel de decadencia?

En una entrevista que le hizo el escritor Enrique Pavón Pereyra a Juan D. Perón a comienzos de 1974, ya cercana su muerte, el General nos advirtió las posibles consecuencias de otro golpe de Estado.

Dijo Perón a Pavón:

“Si alguna vez llegase a haber otro golpe, el pueblo quedará tan derrotado que la vuelta constitucional servirá solamente para garantizar con el voto popular, los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos”.

Años más tarde, ya publicado el libro “Yo Perón” con la recopilación de horas de la entrevista, le preguntaron a Pavón Pereyra si realmente Perón había dicho esa frase y este aseguró que sí y que además tenía todas las grabaciones de sus declaraciones.

Y recordó que en aquel momento quedó impactado por lo que Perón le había dicho: “yo también me sorprendí cuando bajé la grabación de dicho párrafo. Le pregunté -a Perón- si estaba correctamente transcripto” a lo que el entonces Presidente le contestó:

“Comprendo su sorpresa, pero a esta altura de mi vida no puedo mentir sobre el futuro al que temo. No crea que soy pesimista y lo digo como una provocación que aliente a las nuevas generaciones de jóvenes a luchar por la soberanía y grandeza argentina, como lo hicieron acompañándome 30 años atrás”.

El golpe del ’76, contra nuestra presidente María Estela Martínez de Perón (Isabelita), destruyó trágicamente aquel espíritu revolucionario que se había apoderado de la dirigencia peronista. Sin un conductor heredero de semejante poder acumulado por Perón, el Golpe sería el de gracia para el Movimiento.

¿Pero fue todo culpa de ese plan siniestro pergeñado desde afuera y llevado a cabo por un sector de militares cipayos y cipayos a parte?

En parte víctima y en parte cómplice, esa dirigencia golpeada no pudo, no supo y más tarde no quiso hacerse cargo de contener y orientar al pueblo peronista, finalmente se rindió. Supo ganar entonces el ego y el interés individual por encima de una unidad real de la golpeada dirigencia política y de los sectores de poder popular.

Se alejó de la Doctrina, de Dios y del pueblo siendo estos una guía imprescindible para iluminar las mentes y corazones de la dirigencia política.

Sin Dios y sin Doctrina es imposible alcanzar una unidad de concepción y una unidad de acción en conjunto, porque la desorganización mental y espiritual no generan otra cosa que el caos, un caos que sufre el pueblo todo.

Si justificamos que en experiencias que se proclamaron peronistas no se pudo profundizar con lo que las tres banderas del peronismo pregonan, porque el poder fáctico, a través de sus medios de difusión, mercado financiero, coyuntura, correlación de fuerzas, etc., no lo permitió, no hacemos más que mentirnos.

La fuerza de David para derrotar a Goliat no venía de él sino de su convicción en Dios. Hay que animarse unos a otros a ver no solo con los ojos sino también con el alma.

Para concluir con este pensamiento que no tiene más objetivo que ser expresado para que haga lo que tenga que hacer aunque yo no tenga ni idea de qué, quiero finalizar diciendo con absoluta certeza que somos una gran nación y un maravilloso pueblo que sabe en qué momento resistir y en qué momento luchar, y sabe que esta dirigencia política debe ser reconvertida.
Depositemos nuestra confianza en Dios, así como lo hizo David.

*Comunicadora de medios digitales

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