Por Ava Gómez y Javier Calderón *
La palabra del papa Francisco sigue sembrando la paz y la reconciliación en un mundo cruzado por guerras devastadoras. Debe enfrentar intereses y resistencias de los poderosos que lucran con la violencia.
Resultó difícil para la ultraconservadora derecha colombiana dar la bienvenida al papa Francisco y a la vez, seguir manteniendo el discurso que ha enarbolado, contrario a la paz y la reconciliación. Precisamente porque la máxima autoridad de la iglesia católica, institución de la cual son fervientes seguidores los principales liderazgos políticos del Centro Democrático y del Partido Conservador, manifestó –de forma reiterada, antes de su llegada a Colombia y durante todo el viaje– la necesidad de avanzar en los acuerdos de paz.
En efecto, desde su primer discurso en el palacio de Nariño, hasta su despedida en Cartagena, el papa Francisco ha hecho de la paz, la esperanza, la reconciliación y el perdón los ejes centrales de su discurso. El papa se reunió, en un simbólico encuentro en Villavicencio, con las víctimas del conflicto y también con sus victimarios reinsertados, convirtiéndose para el gobierno en un redentor con la misión –más adelante veremos si cumplida o no– de darle una bocanada de aire fresco y de reposicionar la paz como tema de campaña, único clavo ardiente al que el Gobierno Santos se puede aferrar.
Por otro lado, el sumo pontífice rechaza con vehemencia las actitudes contrarias a la paz que expresan los liderazgos ultraconservadores, de quienes ha recibido misivas contrarias al perdón y la reconciliación [1]. Francisco lanzó su voz de aliento a los defensores de la paz: “no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso”; y recordó que el país está transitando por nuevos caminos como sociedad en la cual “ningún tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más en el país”. Así mismo, el mensaje de inclusión política democrática fue contundente: “todos somos necesarios para crear y formar la sociedad, esta no se hace sólo con algunos de pura sangre, sino con todos, y aquí radica la grandeza de un país en el que todos tienen cabida y todos son importantes”, haciendo clara alusión a los más rancios defensores de la guerra o ‘uribistas pura sangre’, como se los conoce en la jerga política local.
El papa ha llamado a los colombianos a desoír “la cizaña” que les impide llegar a la paz, expresándose en clara referencia a los enemigos de la paz. En respuesta, la extrema derecha mira a un lado y no siente alusión alguna [2]. La derecha uribista mantiene, además, un comportamiento polarizador visible en todos los pasos que el sumo pontífice da; en la visita a Villavicencio, Santos fue abucheado por la multitud. Al día siguiente, el presidente no se acercó a Medellín, en donde la misa fue acompañada por Uribe, quien previamente rechazó las invitaciones de Presidencia para asistir a la recepción del papa.
Resucitar la paz se convierte en un claro guiño al oficialismo y liderazgos afines a la salida política del conflicto, pero también es un llamado de atención de la Iglesia católica a quienes han rechazado la paz. Un ejercicio bastante audaz para cambiar el clima de opinión creado con las mentiras y chantajes sociales generados por la extrema derecha para polarizar al país en contra de los acuerdos de paz como ocurrió en el plebiscito. El impacto que pueda tener tal mensaje de reconciliación y paz es incierto. Aunque el país es mayoritariamente católico –buen reflejo de esto es la amplia movilización que generó la visita del papa–, vale la pena recordar que en la anterior visita papal en cabeza del papa Juan Pablo II en 1986, también se bendijo la paz recién firmada entre el Gobierno y las FARC, pero meses después se desató el genocidio en contra de la Unión Patriótica.
Francisco no sólo se pronunció a favor de la paz en clave de reconciliación, habló para toda la clase política colombiana y al Estado, e hizo un llamado a favor de las mayorías nacionales excluidas en dos importantes mensajes. En Bogotá, durante una de sus primeras homilías en el país llamó a “poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad”. En Medellín, rememorando “al esclavo de los negros, San Pedro Claver”. Y para la Conferencia Episcopal colombiana lanzó el mensaje de formar nuevas generaciones que sepan “ver, Juzgar y actuar”, en referencia a la declaración de la democracia social cristiana, contenida en el texto de la conferencia general del episcopado latinoamericano, realizada en Medellín en 1968.
“Frente a la opresión, el saqueo y el abandono nuestra respuesta es la vida…” afirma Francisco, “ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”. Un claro mensaje para aquellos que aún siguen empeñados en la guerra como forma de control social, económico y político en el país. En clave económica, el papa sabe que el neoliberalismo y los medios de comunicación son fuerzas poderosas para moldear sentidos comunes, al tiempo que sabe de la fuerza de la Iglesia en esa misma empresa, por ello –de forma contundente– les dijo a los asistentes a su presentación en Villavicencio que “no se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa, sigan así”.
A nivel regional el movimiento de la iglesia católica se da en un escenario en el que las iglesias evangélicas vienen copando con mucha fuerza la captación de feligreses, y erigiéndose como administradoras de la fe religiosa, muy afines a los planteamientos de extrema derecha en toda la región. El acercamiento del papa hacia una América Latina diversa y el posicionamiento de un discurso, más progresista orientado por la lucha contra la desigualdad social y la pobreza, refleja también el deseo de renovación y de acercamiento a las nuevas generaciones del continente.
En las próximas semanas se dará continuidad al debate y, seguramente, los efectos políticos de este evento darán frutos, especialmente, en el marco de la campaña electoral para favorecer a los liderazgos progresistas afines a la paz.
Notas
[1] Uribe dice en su misiva al papa: “nunca nos hemos opuesto a la paz, sin embargo, la impunidad total a los responsables de delitos atroces, su elegibilidad política, la autorización legal que han recibido para gastar dineros ilícitos en sus actividades políticas, y otros puntos, se constituyen en estímulos al delito”.
[2]http://www.elmundo.es/internacional/2017/09/09/59b43876ca47415f188b45fb.html
* Ava Gómez y Javier Calderón – Investigadores del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
Fuente: www.celag.org – 11 Sep, 2017
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