El Movimiento Obrero es la columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista

Por Iciar Recalde *

El Movimiento obrero está hoy en el centro del debate, unos pintan una historia negra y postulan su desaparición; otros, conscientes de la importancia de su presencia como instrumento para la defensa de sus derechos. La autora defiende su existencia en esta nota.

Perón nos legó el Modelo sindical argentino que, a pesar de los embates de la oligarquía y el imperio (verdaderos enemigos que, lisa y llanamente, no quieren que el pueblo argentino exista), continúa defendiendo la dignidad del trabajo y abogando por aquella Argentina que ansiaba una sola clase de hombres. En todo caso, nivelando hacia arriba.

No es nostalgia. Se lee en presente. Y se leerá en futuro. ¿Existe la clase obrera?, se preguntan varios progresistas que se autodenominan peronistas pero niegan una y otra vez la doctrina y en la misma pregunta está cifrada la respuesta: “Ya no”.

Argumentan con las diferencias del país del ´45.

Jamás citan el Perón del Modelo (no lo conocen), sólo hablan de la gloriosa juventud que lo trajo al país (en maridaje con el viejo facho, con Isabel y la Triple A y demás lugares comunes del parnaso del mito infame que nos legaron por “izquierda”… nada de la centralidad de la columna vertebral y el poder real, el poder popular, centrado en la noción de organizaciones libres del pueblo, unidad nacional, comunidad organizada. Y varios etc., etc.).

Entonces hacen un rápido repaso de las últimas dos décadas y acusan y piden a una supuesta “aristocracia obrera” conducida por “burócratas sindicales” que debe nivelar para abajo frente al arrollador fenómeno de la exclusión social.

Como si fueran tres locos malos los laburantes sindicalizados que atentan contra la comunidad nacional en su conjunto (el enemigo siempre adentro del campo nuestro: así se justifica la ruptura suicida de nuestro gobierno con la CGT y toda la serie de disparates en torno al mundo sindical que ahonda la división también suicida del ala política con el ala sindical).

Se les olvida la nota central que debería guiar cualquier análisis de la realidad argentina: la matriz colonial legada por Martínez de Hoz y mantenida hasta la actualidad. Si no se señala esa, difícilmente pueda pensarse una Argentina en que no prime la cultura del descarte y la muerte por hambre.

A lo que hay que agregar que dejada de lado una agenda de mayorías, ponen en el centro de las urgencias la necesidad de una agenda de “mujeres” y/o de “jóvenes”, per se.

Sin entender que las agendas de minorías sin un plafón de acuerdos programáticos que las vincule a los problemas estructurales de toda la comunidad nacional está condenada a ahondar la división del movimiento nacional. Punto para el enemigo. y Así estamos.

No obstante, a Dios gracias Perón nos legó el Modelo sindical argentino que, a pesar de los embates de la oligarquía y el imperio (verdaderos enemigos que, lisa y llanamente, no quieren que el pueblo argentino exista), continúa defendiendo la dignidad del trabajo y abogando por aquella Argentina que ansiaba una sola clase de hombres. En todo caso, nivelando hacia arriba.

Como pide Francisco cuando llama al movimiento sindical no a desaparecer sino a construir un “nuevo contrato social humano para el trabajo” ligado a lo que denomina, desafíos trascendentes para el bien común. Y clama: “Vivir las periferias puede convertirse en una estrategia de acción, en una prioridad del sindicato de hoy y de mañana”. Y recuerda el sentido mismo de la palabra sindicato: “viene del griego “dike”, es decir justicia y “syn” juntos. Es decir: “justicia juntos.” Y en tal sentido, es taxativo: “No hay justicia juntos si no es junto con los excluidos de hoy”.

Para comunitariamente sacarlos de la exclusión, no naturalizarla con categorías plantadas en el posibilismo (nunca debatir la necesidad de una reforma tributaria real o la recuperación de los principales  resortes de la economía en manos extranjeras o un programa de generación de trabajo genuino para la Argentina… con programa liberal y/o desarrollista, ambos administradores de la dependencia, la exclusión social seguirá reproduciéndose trágicamente).

Y otro a Dios gracias: el movimiento obrero que logró acuerdos con todo el arco de organizaciones sociales, midiendo los tiempos estratégicos y el nivel de conciencia mayoritaria de los trabajadores argentinos (que no está en los libros, ni en las urgencias de una clase política podrida de “animémonos y vayan”…) el próximo 21 mostrará que su peso es infinitamente mayor al agrupamiento de algunos dirigentes o la junta de firmas contra una ley (más allá de buenas intenciones), porque toda la historia argentina ha mostrado que la relación de fuerzas entre el pueblo y la oligarquía se altera realmente cuando la lucha obrera organizada llega a la calle, agita conciencias adormiladas por el demoliberalismo y enciende corazones descreídos, aislando verdaderamente al enemigo que sabe cuál es el motor real que puede sepultarlo. Ayer, hoy y mañana.

El 21 es la cita obligada para los trabajadores argentinos y para todos los sectores de la comunidad que vislumbran en aquel “hay 2019” que  alguien  lanzó es, fundamentalmente, el renacer de una esperanza en lo nuestro y en nuestras capacidades colectivas

* Iciar Recalde – Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata (UNLP); Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); fundadora del Centro de Estudios Juan José Hernández Arregui.

Fuente: www.manoamanonoticias.com.ar – 10/02/2018

 

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