Crisis de sobreproducción. Un sistema que para sobrevivir debe seguir produciendo aunque el consumo no alcance, a pesar de que la inversión en publicidad bate cada día su récord histórico. El consumo inducido por esta publicidad se logra a costa del endeudamiento de las familias frente a los bancos que dan los créditos, pero aún así, no se llega a consumir todo lo que se produce.
Las imágenes que aquí se ven corresponden a los sobrantes de la producción de terminales automotrices de Europa y EEUU. Millones de vehículos han quedado parados desde el año 2009 ya que no han podido venderse mientras nuevos modelos salen al mercado.
Parados al sol durante años es producción que se va destruyendo (corrosión de motores, daño en la pintura y plásticos del interior, etc.) Tampoco es posible venderlos a un bajo precio ya que esto reduciría sustancialmente las ventas de los nuevos modelos.
Este fenómeno que ocurre en la rama automotriz también se da en otras áreas importantes de la producción. Esto es así porque el sistema capitalista aumenta permanentemente la productividad con mejoras tecnológicas y mayor explotación de la mano de obra, pero al mismo tiempo concentra la riqueza, lo que disminuye el poder adquisitivo de las masas que explota. Esta contradicción es inherente al sistema y se presenta de forma cíclica.
Pudo resolverse en el pasado con el Estado de Bienestar, distribuyendo un poco mejor la riqueza para así favorecer la demanda, pero en la actual situación global hacer algo así podría poner al borde de la quiebra a gran parte de las empresas (de hecho la tendencia actual es justo la contraria: mayor ajuste, recorte de gasto, mayor liberalización, etc.).
En las décadas recientes se intentó mantener el sistema a través de la deslocalización de la producción (China) para abaratar mano de obra y aumentar ganancias, y por medio del crédito al consumo, lo que derivó en una hipertrofia financiera, una deuda que nadie podrá pagar.
Por otra parte, reducir la producción implicaría dejar a millones de personas desempleadas, sin salario y por lo tanto sin consumo, lo que generaría un círculo vicioso. Sin embargo, esto suele ser lo que ocurre.
La consecuencia es mayor desempleo que abarata a la mano de obra (por competencia entre los mismos trabajadores para conseguir trabajo) y mayor concentración de la producción en pocas manos (por la quiebra de las empresas más débiles y la compra por parte de las más fuertes). Tras esta destrucción productiva el sistema entonces se reinicia quitándose de encima lo que sobraba.
En un mundo donde millones sufren hambre, ¿tiene justificación tal derroche de recursos?
En un mundo que atraviesa una crisis ecológica sin precedentes, ¿tiene sentido producir lo que no se necesita?
Quizá sea hora de comenzar a pensar una economía con centro en el ser humano y no en el lucro de unos pocos.
Imágenes:
Puerto de Sheerness en Kent, Inglaterra
Baltimore, Maryland, EE.UU.
San Petersburgo, Rusia
Avonmouth, Reino Unido
Corby, Reino Unido
Puerto de Civitavecchia en Italia
Puerto de Valencia, España
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Que interesante información casi desconocida, pero que triste saber que es casi imposible cambiar esa realidad.