Macri: cuando se cae el personaje del coaching y aparece el cinismo

El neoliberalismo ha venido trabajando las subjetividades burguesas para convertirlas en el tipo de persona que pueblan el gobierno Macri (incluido él). Las “maravillas” posibles del coaching y marketing político pueden hacer aparecer en escena personajes durante el tiempo que dura la “obra teatral”. Sin embargo esa “representación” llega a sus límites y aparecen en escena las personas reales de carne y hueso.

Ello lo explica bien Juan Carlos Aguilo y nos hace notar los “riesgos” de salirse del guión. Es que el problema es que no es posible guionar las 24 hs. del día de cada personaje.

Cansado del personaje
Por Juan Carlos Aguilo
Magister en Administración Pública. Docente/Investigador UNCuyo.
La Tecl@ Eñe

No esperemos otra cosa cuando este señor habla. El sujeto atraviesa al personaje. El personaje construido por especialistas en coaching y marketing político que mintió descaradamente en la campaña para acceder a la presidencia de la Nación no puede sofocar al sujeto y su inconsciente. En esos niveles residen sus verdaderas convicciones sobre los temas y problemas que afligen a las mayorías nacionales.

No puede el personaje Presidente evitar que el sujeto exprese, con torpeza, casi como con descuido, con un cinismo que exacerba nuestras fibras morales y políticas, lo que piensa de una de las construcciones políticas y sociales más preciadas para la mayor parte del pueblo argentino: la Educación Pública, laica y gratuita como derecho universal para todos los ciudadanos. Poderosa idea constitutiva de la Nación Argentina, disputada en su construcción por diferentes intereses, combatida y defendida a lo largo de los años, materialmente imperfecta en su desarrollo, pero eficaz en cuanto condensación del ideal de construcción de una patria de todos y para todos.

El guionado personaje que responde a los intereses privatistas de la Educación Pública – entre las muchas tareas de privatización a la que él y su equipo ha sido encomendado por sus patrones – tiene aprendido un discurso descalificador sobre los resultados de una supuesta forma de medición de la calidad de la educación argentina, discurre sobre la misma con sus habituales dificultades expresivas y cuando parece que va a concluir satisfactoriamente su alocución denigratoria, se desliza y finalmente cae.

Se “cae” del personaje y su subjetividad emerge para pavor de sus entrenadores que tendrán que poner en marcha, una vez más, todo el complejo dispositivo de blindaje mediático y campañas sucias de “call center” para atenuar el impacto de sus dichos.

Aunque cabría preguntarse, ¿a pesar de lo políticamente incorrecto del desliz discursivo que denota su profundo desprecio por los bienes públicos y la flagrante incoherencia con sus – ya lejanos – slogans de campaña, están ellos escandalizados por el desacierto presidencial?

Tiendo a pensar que ellos, el presidente, su equipo, las corporaciones a las que responden y los sectores concentrados para los que gobiernan no consideran esta frase como un desacierto. Ni siquiera lo visualizan como una provocación frente a las grandes mayorías que consideramos a nuestra Educación Pública como uno de los atributos distintivos de la historia nacional; tampoco creo que les preocupe la categórica supremacía histórica que en todo sentido tiene la educación pública sobre la privada.

Están constituidos subjetivamente por la concepción ideológica del predominio del individualismo por encima de la construcción colectiva que vehiculiza el lazo social solidario y por la preponderancia despótica del despliegue del capital y el mercado en la sociedad.

Por eso, intuyo, que cansados de los personajes construidos para no espantar a esa clase media argentina tilinga y arribista que, a pesar de su deterioro económico, sigue dándoles su apoyo; las subjetividades del presidente y su equipo se relajan y expresan lo que piensan y sienten. O no logran mantener el estado de alerta y necesaria atención que el imperativo del guion requiere y hablan por sí mismos. Y entonces, cabría revisar el calificativo de cinismo expresado más arriba y ocuparlo de otra manera. El impúdico y obsceno cinismo fue el de la campaña o el de algunos momentos actuales cuando, todavía, con candidez y superficialidad expresan preocupación por la cosa pública, el bienestar general y la mejora del destino colectivo.

Aunque pueda tener reminiscencias a ciertas banalidades más dramáticas y trágicas de la historia nacional, han venido a esto y por esto. Son actores y ejecutores conscientes del ajuste estatal que retoma el camino de la desregulación económica que conduce a la degradación del lazo social iniciado por la dictadura cívico-militar y continuada en los noventa.

Por eso su furia contra la “anomalía” kirchnerista.

Nos debemos, entonces, la dura y convocante tarea de la recreación de una fuerza política que, discursiva y materialmente, vuelva a asumir la disputa por el control popular de los bienes públicos y la riqueza nacional frente al proyecto privatista y concentrador a la que estos personeros del capital financiero y mediático concentrado devenidos en asépticos y neutrales personajes pretenden llevarnos.

Fuente: http://www.lateclaene.com/aguilo-juan-carlos?fb_comment_id=308743319249587_364684260322159

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