Por Emir Sader *
El autor pinta un cuadro político vivo del Brasil, que puede funcionar como un espejo de los procesos que se están desarrollando en otros países de América Latina. Comprender con claridad lo que analiza es un buen camino para entender al resto de los pueblos.
Los medios brasileños hacen como si nada importante estuviera ocurriendo en el nordeste de Brasil. Habría solamente un viaje de Lula, que a veces es informado en medio de alguna chicana política. No reproducen ninguna foto de Lula rodeado por un mar de pueblo. Es como si el pueblo no existiera o fuera apenas una invención de Lula. Además de ser excluido del presupuesto, el pueblo brasileño es excluido de los medios. A falta de poder explicar por qué, a pesar de las incesantes acusaciones a Lula, su popularidad solo aumenta, prefieren ocultar el fenómeno más importante del año en Brasil.
La incomodidad que la primera caravana de Lula provoca es tal que la derecha prefiere tratar de esconderla. “De lo que no se puede hablar, es mejor callar”, decía Wittgenstein. Es lo que hacen la derecha brasileña y los que, ubicados en el campo popular, no logran explicar el fenómeno Lula, e intentan obviarlo, como si tal cosa fuera posible.
Sin embargo, es imposible entender a Brasil sin entender el PT, sin entender a Lula. Por lo que han significado y por la forma en que marcaron a todo el campo político y a la memoria de pueblo. Un parlamentario del PSDB, en una crisis de sinceridad, alcanzó a decir que habría que matar a Lula. Lo que no se puede entender, mejor intentar su eliminación mágica.
La caravana de Lula, sin embargo, hace aflorar a la superficie el Brasil real escondido por los medios. Si alguien tenía dudas de las relaciones de Lula con el pueblo brasileño, puede ver en las escenas emocionantes de la caravana, imágenes explicitas y masivas de un amor plenamente correspondido entre Lula y el pueblo brasileño. Y no se trata solamente de escenas románticas, porque ellas tienen su raíz en las profundas trasformaciones de la vida de millones de personas, que quieren agradecer a Lula por ello, protegerlo de sus enemigos y mostrar toda su disposición de apoyarlo para que él vuelva a ser presidente de Brasil y dar continuidad a las transformaciones que tanto bien le han hecho a su vida.
Por otra parte, quien intente analizar al PT separado de Lula, como si ello fuera posible, se quedará con una visión reductiva, internista, organizativa, y no política del partido. El PT es el partido de Lula, es el partido que ha protagonizado, liderado por Lula, los más importantes procesos de trasformación económica, social, política e ideológica de Brasil. Desde ese punto de vista el PT y Lula son indisociables, con sus particularidades, sus avances y sus tropiezos.
El hecho de que Lula sea el gran líder político nacional hace que él obligadamente trascienda al PT, que él sea más grande que el partido. Pero ello ocurre con todos los grandes líderes populares. Ellos nacen dentro de un partido, se asocian estrechamente a ese partido, pero se proyectan como líderes nacionales.
No es posible entender al PT sin Lula, como no es posible entender a Lula sin el PT. Ellos están tan imbricados, que uno solo existe con el otro, en el marco de sus particularidades.
La ofensiva de la derecha ha afectado a ambos, a Lula y a PT. Ahora, cuando Lula se lanza a caravanas por todo Brasil, el PT se revigoriza, cobra nuevas fuerzas, al ritmo de los percusionistas que acompañan a Lula, retoma vínculos estrechos con las bases populares que han llevado el PT a las cuatro victorias en las elecciones populares. (Solamente en la provincia de Bahía, durante el paso de Lula, hubo 5 mil afiliaciones al PT.)
En el Nordeste, la masa lulista, beneficiaria de las políticas de los gobiernos del PT, se reconocen en Lula y lo proyectan como su gran esperanza de un futuro mejor. Una masa que, a la vez, en la mayor parte de las provincias de la región ha elegido y reelegido a gobernadores de izquierda y a bancadas parlamentarias progresistas.
El PT tiene ahora la posibilidad de rejuvenecerse, de ganar para sus filas a amplios sectores de la masa que se movilizan al compás de los viajes de Lula. Con su discurso Lula es el gran director de orquesta. Un discurso que ataca duramente el desmonte de lo mejor Brasil ha construido a lo largo e este siglo que, a la vez, se compara con las conquistas de que todos han sido beneficiarios en los gobiernos del PT. Que paralelamente apunta hacia los caminos de la retomada del crecimiento, de la distribución de la renta y de la inclusión social.
Porque Lula representa la esperanza concreta de que ese camino puede ser retomado. Lula no está luchando por su candidatura, Lula no está luchando por su inocencia frente a acusaciones sin fundamento. Lula está luchando por rescatar la democracia. El rescate que pasa por su derecho a ser candidato de nuevo a la presidencia de Brasil y a desenmascarar las acusaciones que le son dirigidas sin ninguna prueba.
El PT tiene una nueva oportunidad de reconstruirse como partido, después de haber sufrido los más duros y continuados ataques que a partido en la historia política de Brasil. Puede recomponer y renovar sus filas, con el ingreso de nuevas generaciones de militantes, de mujeres, de jóvenes, de negros, de trabajadores de los más distintos sectores de la muy diferenciada sociedad brasileña.
Ya al inicio de la caravana por el nordeste brasileño, que yo tengo la oportunidad de seguir, es posible darse cuenta del vigor renovado que el PT revela, con la movilización y la reincorporación de militantes que habían tomado distancia del partido, sea también por el ingreso de simpatizantes para dentro de sus filas, sea por la adhesión de los que se dan cuenta de que se trata de la única alternativa política real para superar la gigantesca crisis en que el gobierno golpista lanza a Brasil. Se dan cuenta de que el PT es el partido de Lula, es el partido que representa los intereses de las grandes masas populares de Brasil.
Los cambios en la dirección del PT, con la elección de la joven senadora Gleisi Hoffmann para su presidencia, es la otra cara de esa renovación. Ella se ha proyectado, rápidamente, como una gran líder política nacional, sumando a su firme actuación en el Parlamento a su actuación dinámica como dirigente partidaria, que encarna, junto a Lula, la nueva fase del PT, con diálogo estrecho con todos los movimientos del campo popular y con toda la militancia del partido.
La caravana a su vez funciona como un proceso de movilización popular y de construcción de la nueva plataforma de la izquierda. En lugar de seminarios cerrados entre cuatro paredes, Lula desarrolla un amplio proceso de discusión y de elaboración democrática, con participación directa de las más amplias capas de la población. En sus intervenciones, Lula retoma, cien años después, el “pan, paz y tierra”, para proponer que hoy día en Brasil el slogan sea: “trabajo, educación y casa propia para todos”.
El PT recobra su vigor al compás de las caravanas de Lula. Así que cuando se termine esta, otras están programadas. Acusando los efectos espectaculares de esta primera, los medios intentan desconocerla, para no tener que publicar las formidables fotos del mar de gente que se acerca a Lula desde todas partes. El Poder Judicial, mientras desarrolla su implacable persecución a Lula, aun sin ninguna prueba en contra de él, basado solamente en “indicios”, que no logra comprobar, acelera la condena de Lula batiendo records de rapidez en el primer proceso su en contra, dándose cuenta de que la popularidad del ex presidente solo aumenta, conforme pasa el tiempo.
Brasil ya no será el mismo después de esta primera caravana y el propio PT tampoco será el mismo. La dinámica de las caravanas no se detendrá, teniendo a Lula como su líder y buscando que el PT se constituya como la gran orquesta, para que el pueblo brasileño pueda reencontrarse consigo mismo y volver a danzar de alegría al sonido que solo se puede escuchar en democracia.
* Emir Sader (1943) Sociólogo y Politólogo brasileño, Licenciado, Maestría en Filosofía Política y Doctoro en Ciencias Políticas en Filosofía por la Universidad de São Paulo; en esta misma universidad, trabajó como profesor hasta que se jubiló. También fue Investigador en el Centro de Estudios Socio- Económicos de la Universidad de Chile y Profesor de Política en la Universidad Estatal de Campinas.
Dirige el Laboratorio de Políticas Públicas (LPP) de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, de la cual es profesor emérito.
Fuente: www.pagina12.com.ar – 30-8-17