Cómo los multimillonarios llegan a ser multimillonarios

James Petras *

El sueño americano, hoy en vías de desaparición, exige una metodología que está muy lejos de la ética puritana tan proclamada. El self-made man del norte es lo más parecido a un pirata. De algo de esto trata el autor.

Estados Unidos tiene el mayor índice de desigualdad, la tasa de mortalidad más alta, los impuestos más regresivos y el mayor subsidio público a banqueros y multimillonarios que ningún otro país capitalista desarrollado. En este ensayo examinaremos las raíces socio-económicas de la desigualdad y la relación entre la concentración de riqueza y el retroceso de las clases trabajadora y asalariada.

La evasión impositiva, en todas sus formas, es una de las fuentes más constante de la riqueza de los multimillonarios. Contrario a lo que dice la propaganda mediática a favor de los negocios, entre un 67 y un 72% de las corporaciones no pagan ni un céntimo después de los créditos y exenciones fiscales que reciben… mientras que los trabajadores pagan de un 25 a un 30% de sus ingresos en impuestos. La tasa de la minoría de corporaciones que pagan impuestos fue del 14%.

Según el Servicio de Renta Interna de EE.UU. (IRS, según sus siglas en inglés), la evasión impositiva de los multimillonarios asciende a $458 mil millones de dólares por año, casi un billón de dólares en pérdida de ingreso público cada dos años, según este cálculo moderado.

Las corporaciones más grandes de EE.UU. guardan más de 2,5 billones de dólares en paraísos fiscales del exterior, donde no pagan impuestos o pagan impuestos bajísimos de menos del 10% de tasa impositiva.

Mientras tanto, las corporaciones estadounidenses en crisis se beneficiaron de una ayuda de más de $14,4 billones de dólares (Bloomberg solicitó 12,8 billones) de dinero público, de fondos combinados entre el Tesoro y la Reserva Federal, provenientes mayoritariamente de los contribuyentes estadounidenses, que en su mayoría son trabajadores, empleados y jubilados.

Los banqueros que se beneficiaron del rescate con dinero público invirtieron los préstamos sin interés o con bajas tasas de interés y ganaron miles de millones, la mayor parte de los cuales provino de ejecuciones hipotecarias de viviendas de la clase trabajadora.

A través de resoluciones judiciales favorables y ejecuciones hipotecarias ilegales, los banqueros desalojaron a 9,3 millones de familias. Más de 20 millones de personas perdieron sus propiedades, a menudo debido a deudas ilegales o fraudulentas.

Una pequeña cantidad de estafadores financieros, incluyendo ejecutivos de los principales bancos de Wall Street (Goldman Sachs, J. P. Morgan y otros), pagaron multas, pero nadie fue a la cárcel por el gigantesco fraude que causó la miseria de millones de estadounidenses.

Hay otros banqueros estafadores, como el actual Secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, que se enriquecieron con ejecuciones hipotecarias ilegales de miles de viviendas en California. Algunos fueron enjuiciados, pero todos fueron exonerados, gracias a la ayuda dada por líderes del Partido Demócrata durante el gobierno de Obama.

Silicon Valley y sus multimillonarios innovadores hallaron nuevas maneras de evadir impuestos usando paraísos fiscales en el exterior y deducciones impositivas dentro del país. Incrementan su riqueza y las ganancias corporativas pagando localmente salarios en el umbral de pobreza a sus trabajadores manuales y de servicios. Los ejecutivos de Silicon Valley “ganan” mil veces más que los trabajadores del sector productivo.

Las desigualdades de clase son enfatizadas con las divisiones étnicas: los multimillonarios blancos, chinos e indios (de la India) explotan a trabajadores afroamericanos, latinoamericanos, vietnamitas y filipinos.

Los multimillonarios en conglomerados comerciales como Walmart, explotan a los trabajadores pagándoles salarios de miseria y proveyéndoles beneficios escasos o nulos. Walmart obtiene $16 mil millones de dólares de ganancias por año gracias a que solo le pagan a sus trabajadores entre $10 y $13 dólares por hora y dependen de la asistencia estatal y federal para que les brinda a las familias empobrecidas el servicio Medicaid [1] y cupones para alimentos. El plutócrata de Amazon Jeff Bezos explota trabajadores pagándoles $12,5 por hora mientras que él ha acumulado más de $80 mil millones de dólares en ganancias. El CEO de la empresa UPS gana $11 millones por año explotando a sus trabajadores con un pago de $11 por hora. El CEO de Federal Express, Fred Smith, gana $16 millones anuales y le paga a sus trabajadores $11 por hora.

La desigualdad no es un resultado de la “tecnología” ni de la “educación” -eufemismos contemporáneos que alimentan el culto de superioridad de la clase dominante- como les gusta decir a los economistas y periodistas liberales y conservadores. La desigualdad es el resultado de los salarios bajos, las enormes ganancias corporativas, las estafas financieras, la evasión impositiva multimillonaria y la entrega de miles de millones del tesoro público a las corporaciones. La clase gobernante domina la “tecnología” de explotar el Estado a través del saqueo de su erario y de la clase trabajadora. La explotación capitalista de trabajadores del sector productivo con salarios bajos provee miles de millones adicionales a las fundaciones filantrópicas multimillonarias asociadas para pulir su imagen pública usando otra forma de evasión de impuestos: las “donaciones”, que sirven para exaltar su propia importancia.

Los trabajadores pagan impuestos desproporcionados en educación, salud, servicios públicos y sociales y subsidios a los multimillonarios.

Los multimillonarios en la industria armamentista y los conglomerados de seguridad y mercenarios reciben más de $700 mil millones de dólares del presupuesto federal, mientras que más de 100 millones de trabajadores estadounidenses carecen de atención sanitaria adecuada y sus hijos asisten a escuelas en edificios deteriorados.

Trabajadores y jefes: tasas de mortalidad

Los multimillonarios y sus familias disfrutan de una vida más larga y saludable que los trabajadores. No necesitan ni de seguros médicos ni de hospitales públicos. Un CEO vive un promedio de diez años más que un trabajador y disfruta de veinte años más de condiciones de vida saludable.

La atención médica privada provee los tratamientos más avanzados y seguros, incluyendo los medicamentos más efectivos, lo que permite que los multimillonarios y su familia vivan más y en mejores condiciones. La calidad del servicio médico en general, y la alta capacitación de los profesionales a cargo presentan un agudo contraste con el servicio médico disponible para el resto de la población. Esta situación crea un apartheid, o sistema segregado, en la atención médica en EE.UU.

Los trabajadores son tratados y maltratados por el sistema de salud: Reciben tratamiento médico inadecuado y, a menudo, inepto; atención superficial de parte de asistentes médicos sin experiencia y terminan siendo víctimas de una extendida práctica de exceso de medicación con narcóticos y otros medicamentos altamente adictivos. La medicación excesiva recetada por “profesionales” incompetentes ha contribuido de manera significativa a la muerte precoz de trabajadores, ha incrementado los casos de sobredosis de opiáceos, discapacidad causada por adicciones y el descenso en la pobreza, que muchas veces trae consigo la pérdida del hogar. Estas prácticas irresponsables han creado ganancias multimillonarias adicionales a las empresas aseguradoras de élite, las cuales pueden suspender las pensiones y las responsabilidades de los seguros médicos cuando los trabajadores lesionados, enfermos, discapacitados o adictos salen del sistema o mueren.

La reducción de la expectativa de vida de los trabajadores y miembros de su familia es un motivo de celebración para Wall Street y la prensa financiera. Más de 560.000 trabajadores murieron por el uso de opiáceos entre 1999 y 2015, lo que contribuyó a bajar la expectativa de vida de los asalariados y redujo las responsabilidades para pagar pensiones tanto de Wall Street como del Seguro Social (Social Security).

Las desigualdades son acumulativas y afectan a varias generaciones y sectores sociales. Las familias de los multimillonarios, hijos y nietos, heredan miles de millones. Tienen acceso privilegiado a las escuelas y a las clínicas más prestigiosas; y convenientemente se enamoran de personas igualmente privilegiadas y bien conectadas con las que unen fortunas y forman imperios financieros aún más grandes. Su riqueza les permite comprar una cobertura de prensa favorable, incluso servil, y les garantiza acceso a los abogados y contadores más influyentes para encubrir estafas y evasión impositiva.

Los multimillonarios contratan a innovadores y managers de maquilas -con diplomas en negocios (MBA)- para que inventen nuevas maneras de recortar los salarios, incrementar la productividad y asegurarse de que las desigualdades se profundicen aún más. Los multimillonarios no tienen que ser ni los más brillantes ni los más innovadores, puesto que ellos pueden simplemente comprar en el “libre mercado” ese talento y descartarlo a su antojo.

Los multimillonarios compran a otros o se unen a otros, formando directorios entrelazados (interlocking directorates [2] ). Bancos, tecnología de la información, fábricas, almacenamiento, alimentos, artefactos, laboratorios farmacéuticos y hospitales están directamente relacionados con las élites políticas que se deslizan por las puertas rotatorias para reunirse con el FMI, el Banco Mundial, el Tesoro de EE.UU., los bancos de Wall Street y los prestigiosos bufetes de abogados.

Consecuencias de las desigualdades

En primer lugar, los multimillonarios y sus asociados políticos, legales y corporativos ejercen un dominio sobre los partidos políticos. Designan a los líderes y a todo aquel que desempeñe un puesto clave asegurándose que los presupuestos y las medidas políticas incrementarán sus ganancias, erosionarán los beneficios sociales de las masas y debilitarán el poder político de las organizaciones populares.

En segundo lugar, se traslada el peso de la crisis económica sobre los hombros de los trabajadores: los echan y los vuelven a contratar a tiempo parcial, como mano de obra temporal. Los rescates con dinero público, aportado por los pagan impuestos, son subsidios que los multimillonarios reciben gracias a la doctrina que sostiene que los bancos de Wall Street son demasiado grandes para fracasar y los trabajadores son demasiado débiles para defender su salario, trabajo y estándar de vida.

Los multimillonarios compran a las élites políticas, que a su vez designan a las autoridades del Banco Mundial y del FMI que tienen la tarea de establecer políticas que congelen o reduzcan los salarios, recorten las obligaciones de las corporaciones y de la salud pública y aumenten las ganancias privatizando empresas públicas y facilitando el traslado de las corporaciones a países con salarios e impuestos más bajos.

Como resultado, los trabajadores -que reciben pago por hora o por mes- están menos organizados y tienen menos influencia; trabajan más por menos dinero, sufren mayor inseguridad laboral y más lesiones -físicas y mentales- en el lugar de trabajo, caen en el deterioro y la discapacidad, salen del sistema, mueren anticipadamente y más pobres y, en el proceso, proveen ganancias inimaginables para la clase multimillonaria. Incluso las adicciones y la muerte son fuente de ganancia -como puede atestiguar la familia Sackler, fabricante de Oxycontin [3].

Los multimillonarios y sus acólitos políticos sostienen que una agudización del sistema impositivo regresivo incrementaría inversiones y puestos de trabajo. Los datos dicen otra cosa. El grueso de las ganancias repatriadas se usa para comprar acciones de la propia cartera con el fin de incrementar las ganancias de sus inversores; no se invierten en la economía productiva. Los conglomerados entienden que menos impuestos y más ganancias es igual a más compras de empresas (más concentración) y mayor migración hacia países con salarios más bajos. En realidad, los impuestos son menos de la mitad de lo que dice la tasa y son un factor principal en la agudización de la concentración de riqueza y poder -ambos causa y efecto a la vez.

Las élites corporativas, los multimillonarios del complejo Silicon Valley-Wall Street están relativamente satisfechos de que sus preciosas desigualdades sean garantizadas y expandidas con los presidentes Demócratas y Republicanos, mientras continúan los “buenos tiempos”.

Lejos de la élite multimillonaria, los capitalistas locales también claman por mayor inversión pública en infraestructura para expandir la economía interna, menos impuestos para aumentar las ganancias y más subsidios estatales para incrementar la capacitación de la fuerza de trabajo mientras se reducen los fondos para salud y educación pública. No son conscientes de la contradicción que esto involucra.

Dicho de otra manera, la clase capitalista como un todo, la nacional y la internacional, persiguen las mismas políticas regresivas, promoviendo la desigualdad en su lucha por incrementar su parte en las ganancias.

Ciento cincuenta millones de contribuyentes asalariados han sido excluidos de las decisiones socio-políticas que influyen directamente en su salario, empleo, tasas de impuestos y representación política.

Ellos entienden o por los menos tienen la vivencia de cómo funciona el sistema de clases. La mayoría de los trabajadores conocen las injusticias derivadas de los falsos “tratados de libre comercio” y del sistema impositivo regresivo que abruman a la mayoría de los trabajadores.

Sin embargo, la desesperación y hostilidad del trabajador se enfoca directamente contra los “inmigrantes” y contra los “liberales” que han apoyado la importación de mano de obra barata y poco calificada con el disfraz de “libertad”. Esta imagen “políticamente correcta” de la mano de obra importada sirve para encubrir una política que ha servido para abaratar los salarios, beneficios y condiciones de vida del trabajador de EE.UU, ya sea en la tecnología, construcción o sector productivo. Los conservadores adinerados, por otra parte, se oponen a la inmigración con el disfraz de “ley y orden” y para bajar el gasto social -a pesar del hecho de que todos ellos usan los servicios de niñeras, tutores, enfermeras, doctores y jardineros. Sus sirvientes pueden también ser deportados si fuera conveniente.

Los temas planteados a favor o en contra de los inmigrantes eluden la causa de origen de la explotación económica y la degradación social de la clase trabajadora: la alianza entre la clase multimillonaria y la élite política.

Para revertir las prácticas impositivas de carácter regresivo y la evasión de impuestos, los bajos salarios y el incremento de las tasas de mortalidad causado por narcóticos y otras causas que se pueden prevenir -que redundan en ganancias para las compañías aseguradoras y la industria farmacéutica- es necesario forjar alianzas que conecten a los trabajadores, pensionados, estudiantes, discapacitados, ciudadanos desalojados, deudores, subempleados e inmigrantes como una fuerza política unificada.

¡Es más fácil decirlo que hacerlo, pero al menos hay que intentarlo! Absolutamente todo está en juego: vida, salud y felicidad.

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Notas de la traductora:

[1] Medicaid es un programa que provee servicios médicos a las personas de recursos limitados. Cofinanciado por el gobierno federal y los gobiernos estatales, es administrado por cada estado, el que tiene amplio poder de decisión para determinar quién puede acceder al programa.

[2] Intelocking directorate se refiere a la relación entre miembros de directorios de diferentes corporaciones en la que la misma persona forma parte de varios directorios. La conexión cobra mayor relevancia cuando los productos de las empresas involucradas se supone que deben competir en el mismo mercado, pero, por conflicto de intereses no lo hacen y, por tanto, no cumplen con las leyes federales antimonopólicas, como la ley Clayton, que prohíbe específicamente la existencia de directorios entrelazados.

[3] Oxycontin: analgésico opiáceo de acción prolongada.

* James Petras (1937) – Sociólogo estadounidense; Licenciado en Sociología por la Boston University; Doctorado de la University of California en Berkeley; Profesor de la Binghamton University de Nueva York, de la Universidad de Pensilvania, y Profesor Adjunto en Saint Mary’s University, de Halifax (Canadá).

Fuente: Rebelión – 11-10-17

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