Cabe repetir una vieja expresión: “¿Mujeres? ¡Mujeres las de mis tiempos!”
Una prueba de ADN es todo lo que ha hecho falta para demostrar que los historiadores estaban equivocados. Los restos mortales del que se pensaban era un poderoso vikingo ha resultado ser, en realidad, el cuerpo de una mujer cuya vida podría haber inspirado las aventuras de la princesa guerrera Xena. Los científicos se equivocaron en el sexo, pero acertaron en su origen y labor: era vikingo y no sólo combatió en batallas, sino que pudo liderarlas.
El esqueleto fue hallado en una tumba descubierta y excavada por el arqueólogo sueco Hjalmar Stolpe a finales de siglo XIX, y desde entonces se asumió que correspondía al cuerpo de un hombre. Se le había dado sepultura a mediados del siglo X junto con armas mortales y dos caballos, elementos indicadores de los guerreros más laureados. Su cuerpo fue enterrado junto con armas mortales y dos caballos, elementos indicadores de los guerreros laureados.
Los arqueólogos e historiadores que trabajaron en el descubrimiento dejaron constancia de los resultados de la investigación -a cargo de las universidades de Uppsala y Estocolmo- en el American Journal of Physical Anthropology, pero ahora una segunda investigación ha tirado por tierra los anteriores estudios.
Hace unos años, la osteóloga Anna Kjellström de la Universidad de Estocolmo, advirtió que el esqueleto tenía pómulos finos y huesos de cadera propios de una mujer, por lo que se procedió a realizar un análisis de ADN que confirmó las sospechas.
“En realidad es una mujer de unos 30 años y bastante alta, mide alrededor de 1,70 metros de altura”, declaró a ‘The Local’ la arqueóloga Charlotte Hedenstierna-Jonson de la Universidad de Uppsala, directora de esta última investigación. El descubrimiento marca la primera prueba genética de que las mujeres eran guerreras vikingas, según la publicación científica Phys.org. Las nuevas conclusiones indican que era una poderosa líder militar. En su tumba encontraron una espada, un hacha, una lanza, flechas de armadura, un cuchillo de batalla, escudos y dos caballos, además de una especie de juego de mesa en su regazo con el que se habrían planificado las batallas.
En 2014, otro estudio publicado en la revista ‘Early Medieval Europe’ echó por tierra la creencia popular de que las mujeres vikingas permanecían en los territorios ya conquistados y su único rol era ocuparse de las granjas mientras los hombres libraban las guerras. La investigación concluyó que las mujeres no sólo no permanecían en un segundo plano, sino que podrían haber igualado en número a los hombres en los campos de batalla.
Fuente: www.lavanguardia.comBarcelona – 09/09/2017