Por Osvaldo Fernández Santos *
“Los monstruos existen pero son demasiado poco numerosos para ser verdaderamente peligrosos; los que son realmente peligrosos son los hombres comunes.” Primo Levi.
El laboratorio de terrorismo de estado que se inició en Jujuy durante los primeros días del año 2016, no tiene plazos pero sí objetivos, obvio. La venganza clasista, en una provincia regida históricamente por el PJ, la iglesia, los Blaquiers & cía., contra la organización que construyó poder popular (al que llamativamente, los sectores más reaccionarios, los progres, y la izquierda dogmática, coinciden en denominar: Estado paralelo) y su líder, no se haya limitado por las categorías de lo temporal, ni del Derecho Nacional e Internacional; y a su vez, es sintónica con la condición de existencia de un gobierno expoliador de derechos y conquistas sociales.
Los atropellos institucionales de diputados radicales votando la ampliación del Tribunal Superior de Justicia provincial un día, y a la semana siguiente convirtiéndose en los nuevos supremos, es el requisito sine qua non de las violaciones actuales de los derechos humanos contra los militantes de la Túpac Amaru en general y Milagro Sala en particular. El republicanismo de la UCR (Semana trágica, Patagonia Rebelde, elecciones del 63, leyes de Obediencia Debida y Punto Final, ley Banelco, asesinatos de la Alianza al comenzar y finalizar su gobierno) es uno de los grandes mitos argentinos, que hasta empalidece al delirio purificador de Carrió, o por lo menos lo emplaza.
El “reingreso de Argentina al mundo” de las financias internacionales, vino de la mano del reingreso al mundo de las condenas internacionales por las violaciones a los Derechos Humanos. El laboratorio jujeño ha sido un facilitador de la desaparición forzada y asesinato de Santiago Maldonado, en tanto y en cuanto, su vigencia aportó: al horror de la indiferencia de amplios sectores de la población, a la estigmatización de la familia del joven, y a las excusas y justificaciones entusiastas de los “peligrosos hombres comunes” definidos por Primo Levi. Asimismo, operó como la antesala de ensayo del autoritarismo nacional, donde la desconstrucción vertiginosa del Estado de Derecho va dejando inermes a los sujetos, producto de la vivencia de terror psíquico que genera la imposibilidad de saber cuáles son las reglas del juego que rigen la convivencia.
Es indudable que los tormentos contra Milagro Sala buscan el escarmiento de quienes se atreven a enfrentar a los poderes fácticos, pero también el disciplinamiento social y político para evitar todo atisbo de esperanza y rebeldía. A esto se agrega el odio clasista, y la singular posición del gobernador Gerardo Morales, cuya transparencia vengativa excede el marco de la lucha de clases, denotando una sobre-implicación personal sobre la cual no se disponen de elementos para saber acerca de su determinación, pero sobran datos duros de actos de persecución y desprecio para certificar su existencia.
La doctora Gómez Alcorta, abogada de Milagro Sala, refiriéndose a uno de los últimos atropellos contra su defendida, el secuestro (efectuado durante la madrugada de un sábado en vísperas de un fin de semana largo, sin notificar a la defensa) llevado a cabo en la “pseudo prisión domiciliaria” y el traslado al penal del Alto Comedero, sentenció que: “Lo que busca esta resolución del juez y su ideólogo, el contador Morales, es que Milagro esté muerta”.
El razonamiento de la doctora Gómez Alcorta es impecable y permite la complementación desde una lectura psicoanalítica. El entramado de vejaciones, tormentos físicos, escenas propiciadoras de vivencias de muerte e indefensión, violencias psicológicas, difamaciones, campañas de desprestigio, humillaciones, hostigamiento a familiares y amigos, orquestadas por el gobernador jujeño; resulta pertinente inscribirlo en la lógica de un objetivo más siniestro que la búsqueda de la muerte de Milagro. La metodología perversa desplegada es afín con una meta propiciatoria de la desconstrucción de la subjetividad de la dirigente popular, de la renuncia a su identidad. Labora sobre la búsqueda de la muerte psíquica por medio del quiebre autopreservativo: “si querés vivir, debes renunciar a ser quien sos”.
Más allá que las dignas posiciones cotidianas de Milagro Sala dan cuenta de la elección de la auto-preservación por ahora sin renunciar a la auto-conservación de la vida, el abandono de esta última es una posibilidad cierta, sobre todo considerando el diagnóstico descriptivo de trastorno depresivo mayor con ideación suicida, realizado por los peritos psiquíatras de la Corte Suprema de Justicia.
En tiempos “normales” de existencia, la auto-conservación (de la vida) y la auto-preservación (de la identidad) del yo, marchan sin mayores conflictos, pero en momentos excepcionales, como el laboratorio de terrorismo de estado jujeño, se tensa la armonía entran en colisión, realizando cada sujeto elecciones singulares sobre cual polo del conflicto intrayoico prioriza. En el caso de Milagro Sala, la transformación de la orden humillante de saludar a los gendarmes carceleros en un saludo acompañado por la pregunta: ¿Dónde está Santiago Maldonado?; la respuesta al trato despectivo y autoritario del juez Pullen Llermanos, la cual ubica bajo los términos: “… no sos patrón de estancia vos. Simplemente un juez. Seguí inventando causas…”; la carta, en la cual tras el secuestro y nueva mortificación, le pide a sus compañeros que: “… no dejen que esto se repita con ningún argentino”, y el saludo a la madre de Santiago Maldonado en el día de la madre, no dejan lugar a dudas: Milagro ha elegido la preservación de la identidad.
Malas noticias para las fantasías del señor Morales, infortunio personal que no lo des-responsabiliza de su accionar perverso, ni de sus factibles consecuencias.
* Osvaldo Fernández Santos – Psicólogo, Psicoanalista; Perito Psicólogo – Poder Judicial Pcia de Buenos Aires
Fuente: La Tecl@ Eñe, 1° de noviembre de 2017