Las negras contradicciones verdes de Joe Biden – Por Alfredo Jalife Rahme

Por Alfredo Jalife Rahme

El grave problema del pretendido “liderazgo global” de Estados Unidos con sus medidas para el cambio climático en casi un cuarto de siglo es la geopolitización de la “agenda verde”. Así, el Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 por Clinton, con su vicepresidente fariseo Al Gore –que se ostenta como el supremo ambientalista de la Vía Láctea–, fue rechazado campantemente en marzo de 2001 por Baby Bush. Bill Clinton y Baby Bush se tiraron mutuamente la pelota del rechazo porque su aplicación le iba a costar a su país 4 millones de millones de dólares.

De igual manera, Trump, con la mano en la cintura, rechazó el Acuerdo Climático de París, de 2016 –firmado por la dupla Obama/Biden– y que, en gran medida, conforma la matriz operativa del COP26 que ha tenido 25 reuniones anticipadas con exagerada cacofonía estridente, pero sin ninguna concreción. Ni la Cumbre del G-20 en Roma ni la Cumbre del COP26 en Glasgow, Escocia, contaron con la insustituible presencia de las otras dos superpotencias del “nuevo (des)orden tripolar”, China y Rusia, lo cual deslegitima cualquier resolución intrínsecamente no-vinculante, aunque el zar Vlady Putin (https://reut.rs/2Y8TKOw) y el mandarín Xi (https://bit.ly/3CFxsmL) participaron con sendas teleconferencias en las que se mostraron dúctiles para mitigar, según las circunstancias de cada nación, el “innegable” cambio climático.

El problema de Biden no es global, ni siquiera contra China, Rusia y Arabia Saudita, sino doméstico, donde su propio correligionario demócrata, el senador Joe Manchin –por Virginia Occidental, segundo estado productor de carbón detrás de Wyoming, no se diga sus recursos de gas lutita/esquisto– inhibe su idílica agenda verde que resulta también perniciosa para los estados petroleros de Texas y Oklahoma. Resulta y resalta que Biden pregona una cosa, mientras hace lo contrario, como es el caso del incremento “por primera vez en siete años” de la “cantidad de electricidad en Estados Unidos generada” por el impío carbón, según el rotativo británico Daily Mail (31/10/21), muy cercano al MI6, que afirma que la credibilidad del atribulado presidente ha quedado seriamente erosionada.

Debido al disparo del costo del gas natural –que por cierto afecta a México desde la inconcebible ingenuidad de López Portillo– “ha cambiado de nuevo al carbón” (¡megasic!), según la Administración de Información Energética de Estados Unidos.

Los conocedores apuntan que el surgimiento del uso del carbón en dicho país “es el resultado de políticas que demonizan al gas natural”. Ya se sabe que tanto Biden como Bill Gates libran una guerra geopolítica contra el gas natural para derrumbar el liderazgo de Rusia, Irán, Qatar y Turkmenistán (https://bit.ly/3GNUb2b). Otro problema yuxtapuesto radica en que el gas natural sigue siendo el primer generador de electricidad en Estados Unidos, delante del carbón, que aumentó 22 por ciento en lo que va del año de las plantas nucleares (siendo éste el primer país en este rubro), muy por delante de las incipientes energías eólica/solar y la hidráulica (https://bit.ly/31kb701).

En forma sorprendente, el rotativo globalista pro-“verde”, The New York Times, expone la flagrante contradicción de Biden quien, mientras “empuja a la energía limpia, busca una mayor producción de petróleo” (¡megasic!). El mismo Biden asintió al decir que “parece una ironía que pida a los países ricos en energía impulsar la producción de petróleo”, mientras “implora al mundo aplacar el cambio climático” (https://nyti.ms/3q1ZWDI).

Según The New York Times, Darren Woods, jerarca de Exxon Mobil, ante un panel de la Cámara de Representantes asentó que “en el presente no disponemos de las fuentes adecuadas de energía alternativa”, por lo que “el petróleo y el gas seguirán siendo necesarios en el futuro previsible”.

Los jóvenes europeos que comulgan con la agenda ambientalista no están dispuestos a demoras y contemplaciones para descarbonizar al planeta cuando Biden tiene a sus mayores críticos en su propio partido, no se diga con la mayoría de los republicanos. Quizá el verdadero mapa de ruta y cronograma del COP26 se decida en la elección crucial a gobernador de Virginia; no en Glasgow ni en Roma.

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