“Los militares son tontos, son animales estúpidos para ser utilizados como peones en la política exterior”
–Henry Kissinger
El Golpe Cívico Militar no fue solo una aventura de un sector de las FFAA para tomar el Gobierno y realizar sus negocios. Por encima de ellos estaba la oligarquía argentina y por encima de ambos las cabezas del Poder Real del clan financiero-petrolero Rockefeller y su mano derecha, Henry Kissinger, instrumentador junto a la CIA de las sangrientas dictaduras en América Latina y en Argentina.
El periodista estadounidese Jim Lobe, explicó en forma detallada hace ya un tiempo la implicancia del ex Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en el impulso a la dictadura cívico militar en la Argentina:
“Dos días después del último golpe militar en Argentina, perpetrado el 24 de marzo de 1976, el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, ordenó a sus subordinados “alentar” la dictadura y ofrecerle apoyo financiero. La noticia salió a la luz 30 años después del golpe de Estado, al difundirse la transcripción de un diálogo oficial cuyo contenido había permanecido en reserva durante todo este tiempo, revelado por el independiente Archivo de Seguridad Nacional (NSA) con sede en Washington. El documento muestra a un Kissinger nada interesado en el alerta del entonces secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, William Rogers, quien le advirtió que la junta militar intensificaría la represión contra disidentes de un modo que el apoyo estadounidense se volvería muy embarazoso. Aunque la junta militar “hoy tiene buena prensa, la línea básica de toda la interferencia es que debieron hacerlo (el golpe) porque ella (la depuesta presidenta Isabel Martínez de Perón) no podía gobernar el país”, dijo Rogers a su jefe. “Por eso pienso en que no podemos en este momento apresurarnos a abrazar al nuevo régimen, que dentro de tres a seis meses será menos popular con la prensa”, agregó. “Pero no podemos hacer lo contrario tampoco”, insistió Kissinger. “Sean cuales sean las posibilidades que ellos tengan, necesitarán un poco de aliento nuestro”. “Quiero impulsarlos”, continuó Kissinger, al tiempo que pedía revisar las instrucciones al embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, para su primera reunión con el aún no designado canciller de la dictadura. “No quiero darles la impresión de que son hostigados por Estados Unidos”, explicó. Al mes siguiente, Washington aprobó una partida de asistencia militar para Argentina por 50 millones de dólares”.
Continúa analizando Jim Lobe: “La transcripción del diálogo del 26 de marzo de 1976, obtenida por el analista del NSA Carlos Osorio, fue uno en una serie de documentos publicados en el sitio web de la organización, algunos de los cuales habían sido adquiridos también por el diario argentino Clarín y el investigador John Dinges, autor del libro “The Condor Years” (“Los años del Cóndor”). Entre ellos figuran una serie de escalofriantes documentos recogidos por Osorio de varias fuentes sobre los primeros días del Plan Cóndor, un esquema de coordinación entre los aparatos represivos de las dictaduras militares en el Cono Sur en los años 70 y 80 para silenciar a disidentes dentro de la región e incluso fuera de ella. Los documentos publicados incluyen varios memorandos del Departamento de Estado (cancillería) y el de Defensa de Estados Unidos sobre la cantidad de víctimas de la represión argentina. Uno de ellos indica que desaparecieron 15.000 personas entre 1975 y 1978. Otro documento chileno obtenido por Dinges y también publicado en el sitio del NSA ubica los muertos y desaparecidos por la dictadura argentina en 22.000 entre 1975 y mediados de 1978. “Esta junta está poniendo a prueba el presupuesto básico de que Argentina es ingobernable”, dijo Rogers, para quien el régimen se disponía a hacer “un considerable esfuerzo para involucrar a Estados Unidos” en la dictadura, “particularmente en el campo financiero””.
El impulso de Kissinger en todos los diálogos revelados es muy claro:
““Es nuestro interés” que se consolide la dictadura, observó Kissinger. Pero Rogers acotó que el gobierno de Estados Unidos debería “esperar una gran represión, probablemente un buen baño de sangre” en Argentina. “Creo que deberán reprimir no solo a los terroristas sino también a los disidentes de sindicatos y partidos”, añadió. La política marcada por Kissinger hacia Argentina es consistente con la dispuesta para el caso de la dictadura del chileno general Augusto Pinochet”.
Reunión en Washington 26 de marzo 1976
Transcripción completa:
MR. ROGERS: En Argentina, aunque la Junta ya ha tenido un relativo éxito, estamos tratando de hacer estimaciones sobre lo que va a suceder. Requerimos a la Misión (la Embajada) y a Washington que hagan sus evaluaciones para compararlas. Pero creo que las estimaciones preliminares deberán ser que lo que ocurre será cuesta abajo. La Junta está testeando la proposición básica de que Argentina no es gobernable y que ellos tendrán éxito donde el resto ha fallado. Creo que esas serán las opciones. Pienso que veremos un considerable esfuerzo para involucrar a Estados Unidos, particularmente en el terreno del financiamiento. Y creo que que veremos un buen acuerdo.
SECRETARY KISSINGER: Sí, pero eso será en nuestro interés.
MR. ROGERS: Si hay una chance de que tengan éxito y si no piden que pongamos mucho sobre la mesa. Lo que estamos tratando de hacer, cuando y si vienen con ese plan, es lo que estamos preparados para hacer hace seis meses. Trabajamos como intermediarios en un sensible programa de asistencia internacional, usando bancos privados e instituciones monetarias.
Cuánto podremos avanzar en eso, no lo sé; pero creo creo que vamos a escuchar de ellos muy tempranamente en términos de programas financieros.
Creo que es esperable también un incremento de la represión, probablemente un baño de sangre, en Argentina en el corto plazo. Creo que irán fuertemente no sólo contra los terroristas sino también contra los disidentes, sus sindicatos y sus partidos.
SECRETARY KISSINGER: Pero –
MR. ROGERS: Lo que quiero decir es que aunque hoy tienen buena prensa, la línea básica del golpe es que lo hicieron porque ella no podía gobernar el país. Por eso pienso que no tenemos que precipitarnos en ir a abrazar este régimen, que de aquí a tres o seis meses será menos popular en la prensa.
SECRETARY KISSINGER: Pero tampoco debemos hacer lo contrario.
MR. ROGERS: Oh, no; obviamente que no.
MR. McCLOSKEY: ¿Qué decimos sobre el reconocimiento? (del nuevo gobierno)
MR. ROGERS: Bueno, lo vamos a reconocer esta mañana en respuesta formal a su requerimiento de reconocimiento, como lo hemos hecho con otros países de América Latina. Pero más allá de eso, Hill mantendrá su boca cerrada. (Robert C. Hill, posteriormente fue embajador en Buenos Aires).
SECRETARY KISSINGER: Sí, ¿pero qué significa eso en términos concretos? Cualquier chance que tengan, van a necesitar respaldo nuestro. ¿Qué les está diciendo Hill?
MR. ROGERS: ¿Qué? Oh, nada. Él no ha hablado con ellos aún. No ha sido invitado a hablar con ellos. Él está listo para ir a hablar con ellos cuando envíen un pedido de reunión. Los Generales que están ocupando los puestos ministeriales son temporales, probablemente estén una semana, hasta que la Junta decida a quiénes van a nombrar. Se van a tomar una semana para las designaciones.
Creemos que conocemos el nombre del Ministro de Relaciones Exteriores, que es la clave para el apoyo.
SECRETARY KISSINGER: ¿Quién?
MR. ROGERS: Probablemente un amigo llamado Litella (tachado y sobre escrito Vanele, ninguno de los dos fue finalmente nombrado en dicho cargo) con quien hemos trabajado en el pasado. Creo que estamos en posición de trabajar con él.
SECRETARY KISSINGER: Pero puede ver las instrucciones sobre qué le darás a Hill si alguien –
MR. ROGERS: Sí.
SECRETARY KISSINGER: – porque quiero alentarlos. No quiero dar la sensación que son acosados por Estados Unidos.
MR. ROGERS: No. Mi preocupación en primera instancia es por la postura pública.
SECRETARY KISSINGER: Estoy de acuerdo con eso.
El caso de Chile en América Latina es emblemático y además es uno de los más documentados para analizar la participación de las élites globales y de Henry Kissinger en los golpes de Estado que sufrieron nuestros países. Las minas de cobre de las familias Rockefeller y Rothschild fueron nacionalizadas en 1971 por Salvador Allende. Dos años después, la Junta Militar de Gobierno pagó una indemnización de US$250.000.000 a la empresa Anaconda Copper Mining Company, propiedad de ambas familias. Así relata el mismo David Rockefeller en sus “Memorias” el gobierno de Allende y su determinación para acabar con el mismo:
“Lo más emblemático de esos años sombríos en América Latina fue Chile durante la presidencia de Salvador Allende a comienzos de los ‘70. La historia se ha vuelto bien conocida y bastante controvertida. Allende, un marxista confeso y líder del Partido Socialista de Chile, hizo campaña en 1970 sobre la plataforma de una reforma agraria radical, la expropiación de todas las corporaciones extranjeras, la nacionalización de la banca, y otras medidas que hubiesen puesto a su país directamente en la senda del socialismo. En marzo de 1970, mucho antes de la elección, mi amigo Agustín (Doonie) Edwards, propietario de El Mercurio, el principal diario de Chile, me dijo que Allende era un embaucador soviético que destruiría la frágil economía chilena y extendería la influencia comunista a la región. Si Allende ganaba, advertía Doonie, Chile se convertiría en otra Cuba, un satélite de la Unión Soviética. Insistió en que los Estados Unidos debían impedir la elección de Allende. Las preocupaciones de Doonie eran tan intensas que lo puse en contacto con Henry Kissinger. Más tarde me enteré que los informes de Doonie confirmaron la [información de] inteligencia ya recibida de fuentes de inteligencia oficiales, lo que llevó a que el gobierno de Nixon aumentara sus subsidios financieros clandestinos a grupos opositores a Allende. Pese a esta intervención, Allende ganó la elección por un estrecho margen… Una vez en el cargo, el nuevo Presidente, fiel a sus promesas electorales, expropió las propiedades norteamericanas y apuró el paso en la confiscación de tierras de la élite y su redistribución al campesinado. La mayor parte de las propiedades de Doonie Edwards fueron tomadas, y él y su familia huyeron a EEUU, donde Donald Kendall, alto ejecutivo de Pepsico, contrató a Doonie como vicepresidente, y Peggy [esposa de Rockefeller] y yo los ayudamos a instalarse”.
Con Pinochet como instrumentador del gobierno posterior al golpe se inauguraría la etapa más oscura de la historia chilena y latinoamericana con miles de muertos, secuestrados y torturados.
Henry Kissinger, Thomas Karamessines y Alexander Haig (asistente militar de Henry Kissinger y de la Operación 40), en una reunión del 15 de octubre de 1970, hablaron de la promoción de operaciones encubiertas para un golpe de Estado en Chile, conocido como “Track II”. Las órdenes de Kissinger a la CIA fueron “continuar manteniendo la presión sobre cada punto débil de Allende a la vista”
(“continue keeping the pressure on every Allende weak spot in sight”)
La nota manuscrita tomada por el director de la CIA Richard Helms, que registran las órdenes del presidente norteamericano Richard Nixon, para fomentar un golpe de estado en Chile.
“15 de Septiembre de 1970: Chances de 1 a 10 quizá, pero salven a Chile!; vale la pena el gasto, no preocuparse; sin involucrar a la embajada; $10.000.00 disponibles, más si es necesario; trabajo a tiempo completo con los mejores hombres que tengamos; plan de operaciones;
hagan que grite la economía; 48hs para un plan de acción”.
(1 in 10 chance perhaps, but save Chile!; worth spending; not concerned; no involvement of embassy; $10,000,00 available, more if necessary; full-time job–best men we have; game plan; make the economy scream; 48 hours for plan of action.)
Volviendo a la Argentina: Concretado el Golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Isabel Perón, Henry Kissinger fue consultado por la Junta Militar para saber si contarían con el apoyo a la masacre de decenas de miles de personas que los sectores más recalcitrantes de las FFAA en alianza con las oligarquías vernáculas, calculaban que tendrían que realizar para poder imponer los planes económicos y políticos de Washington: “Lo que tengan que hacer, háganlo rápido” fue la respuesta de Kissinger, sabiendo que no podrían ocultar por mucho tiempo los crímenes sistemáticos de la dictadura.
David Rockefeller por su parte ubicó en el estratégico Ministerio de Economía a uno de sus empleados y miembros del directorio internacional de su Chase Manhattan Bank: José Alfredo Martínez de Hoz. Sus otros representantes en el país, en el sector petrolero fueron los empresarios de la familia Bulgheroni.
El resto, es una triste y lamentable historia conocida: miles de muertos y desaparecidos, desindustrialización del país, desarticulación de sus aparatos productivo y sindical y la destrucción de toda organización política capaz de resistir ese proyecto.
David Rockefeller y Henry Kissinger junto a Videla, Martínez de Hoz y exponentes de la oligarquía local a fines de los años ’70:
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