Jorge Molina Araneda
La etapa del capitalismo, que se expresa en la globalización financiera, muestra una serie de facetas que es necesario estudiar con detenimiento. Ignorarlas nos colocará en una posible indefensión individual y colectiva.
En los últimos quince años unos 100 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza y, sin embargo, la distancia que los separa de los más ricos apenas ha variado. Diversas mediciones de la norma internacional usada para la desigualdad, el Coeficiente Gini, coinciden con el dato anterior, como por ejemplo:
El Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), en 2014, aplicando el Gini obtuvieron los siguientes resultados: África Subsahariana tiene un nivel de desigualdad del 56,5, seguido por América Latina (52,9) y bastante lejos de Asia (44,7) y Europa del Este y Asia Central (34,7).
De acuerdo con CEDLAS: “América Latina es muy desigual desde la colonia. Parte de las brechas actuales tienen su raíz en una larga historia de sociedades elitistas, con sistemas políticos poco democráticos y modelos económicos excluyentes. Los avances que se lograron a partir de 2000 sólo han compensado la profundización de la desigualdad en la década de los 80 y 90 que llevó a que la región consiguiera el mote de la más desigual del planeta”.
Por otro lado, siguiendo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y a la Fundación Oxfam (2014), el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza de la región. Si esta tendencia continuara, dentro de solo seis años el 1% más rico de la región tendría más riqueza que el 99% restante.
Entre 2002 y 2015, las fortunas de los multimillonarios de América Latina crecieron en promedio un 21% anual, es decir, un aumento seis veces superior al del PIB de la región. Gran parte de esta riqueza se mantiene en el extranjero, en paraísos fiscales, lo que significa que una gran parte de los beneficios del crecimiento de América Latina está siendo acaparada por un pequeño número de personas muy ricas, a costa de los pobres y de la clase media.
Amén, la CEPAL calcula que la tasa impositiva media efectiva para el 10% más rico solo equivale al 5% de su ingreso disponible. Como resultado, los sistemas tributarios de América Latina son seis veces menos efectivos que los europeos en lo referente a la redistribución de la riqueza y la reducción de la desigualdad.
Por otra parte, siguiendo a Sergio Melnick, exdirector de la Oficina de Planificación Nacional de Chile durante el régimen militar, junto a su hermano Jorge Melnick en su libro Infierno o Paraíso: “El 1% de la población mundial es dueño del 40% de la riqueza total. Más de un tercio de los más ricos del mundo vive en Estados Unidos; un 27% en Japón; 8% en Alemania; 6% en Gran Bretaña, 5% en Francia y un 4% en China. Ahí está lo que podemos llamar la híper opulencia y la mayor extravagancia… La economía entre 1950 y 2000 se expandió unas 50 veces, mientras la población se duplicó… Al margen de la distribución que, como hemos señalado, es muy desigual”.
En el año 2016 el Banco Mundial publicó un artículo llamado “Diferencias entre ricos y pobres no solo en dinero”, el cual, grosso modo, señalaba que si menos de 100 personas controlan la misma cantidad de riqueza que los 3.500 millones más pobres del planeta, el resultado puede expresarse con una sola palabra: desigualdad.
La desigualdad, asimismo, no se define únicamente por la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos. También se evidencia en el acceso a agua potable, electricidad, saneamiento, educación, salud y otros servicios básicos. La expansión de la economía a comienzos de este siglo ayudó a millones de personas a salir de la pobreza extrema. Y si bien América Latina registró las tasas más altas de crecimiento en su historia, la región sigue siendo la más desigual del mundo.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), acabar con la pobreza para 2030 implica que cada año 50 millones de personas deberían comenzar a tener ingresos por encima de US$1,90 al día. Es decir, cada semana aproximadamente 1 millón de personas tendrían que salir de la pobreza durante los próximos 15 años. ¿Es posible? La clave para poner fin a la pobreza está no solo en el crecimiento económico, sino también en la importancia de reducir las desigualdades entre los que tienen más y los que menos tienen (el 40% más pobre). Para la ONU, la desigualdad de los ingresos en los países en desarrollo aumentó un 11% entre 1990 y 2010.
Si bien el crecimiento económico ha sido clave para mejorar la vida de los más pobres de Latinoamérica, la distribución del ingreso económico no ha sido del todo equitativa, lo que trae aparejado problemas familiares y sociales que gatillan un enorme descontento popular, velado y explícito, hacia el sistema político y económico imperante.
Por último, en cuanto a estadísticas, y como broche de oro para las consecuencias que ha acarreado el neoliberalismo a Latinoamérica en particular, y al mundo en general, la Fundación Oxfam en su informe Economía para el 99% de la población (2017) señala que: “Tan solo ocho personas (ocho hombres en realidad) poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas; lo que demuestra que la brecha entre ricos y pobres es mucho mayor de lo que se temía. Las grandes empresas y los más ricos logran eludir y evadir el pago de impuestos, potencian la devaluación salarial y utilizan su poder para influir en políticas públicas, alimentando así la grave crisis de desigualdad”. El informe también demanda un cambio fundamental en el modelo económico de manera que beneficie a todas las personas y no sólo a una élite selecta, que nosotros denominaremos como la élite de la opulencia.
Capitalismo: doctrina e historia
Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y el desmembramiento de la Unión Soviética (URSS) en 1991 corrió a través del mundo una alarmante voz que propalaba que el socialismo había fenecido, tal como lo planteó Fukuyama en su libro “El Fin de la Historia y El último Hombre”. El capitalismo devenido en neoliberalismo, este último creado en el laboratorio chileno a cargo de los economistas con posgrados en la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago y su sanguinaria doctrina del shock, era el victorioso campeón de la batalla ideológica bregada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial… ¡Marx definitivamente ha muerto! ¡El socialismo ha muerto! ¡Triunfó la “libertad”.
Para adentrarnos en el capitalismo debemos conocer sus principales elementos legitimadores, los cuales son: a) El socialismo está finalizado, por lo acontecido en Europa durante el siglo XX; b) La necesidad del capitalismo como forma única y esencial de desarrollo; c) La competencia perfecta, entre individuos, es la regla funcional del mercado, cuyo cumplimiento acarrea el verdadero bienestar.
De lo anterior surge la pregunta, ¿por qué un cúmulo de intereses particulares y egoístas, como señaló Adam Smith, derivan en un interés colectivo? Para demostrar que la propiedad del capital y la acumulación de riqueza son moralmente aceptables, los partidarios del libre mercado suelen recurrir a la mano invisible del mercado la cual guía a los individuos a actuar en su propio interés y de manera colateral implantar un bien colectivo. Otra teoría capitalista es la denominada filtración o chorreo, la que sostiene que la prosperidad de los que están en la cima social y económica se filtra a los niveles inferiores y hace que todos sean más ricos. Situación falaz ya que en ese tipo de sociedad se acrecienta la desigualdad y se exacerba el individualismo.
La creencia capitalista tiene como motor los intereses privados, siempre y cuando se cumpla el requisito de que este proceso sea autorregulado por la oferta y la demanda. Esta creencia se ciega ante el hecho que la autorregulación requiere de dos condiciones. Una de ellas es que la autoridad o gobierno se abstenga de intervenir, porque al hacerlo introduciría distorsiones al sistema de construcción de precios. La otra condición es que los participantes del proceso económico sean equivalentes en su poder de afectar la libertad del proceso de intercambio, es decir, que ninguno incida más que el otro. Si esto fuese así se haría innecesario cualquier papel de la autoridad en el nivel macro, lo cual no sería capaz de ofrecer soluciones eficaces y justas puesto que siempre en una relación comercial existe un cierto grado de asimetría de información, por el cual uno de los agentes económicos queda en desventaja en relación al otro.
Finalmente, si el sistema capitalista fuese tan perfecto y beneficioso para la población surge la pregunta, ¿por qué existe tanta pobreza e indigencia en el orbe? John Maynard Keynes decía que “El capitalismo es la asombrosa creencia de que los hombres más perversos harán cosas por el mayor bien común”. Siguiendo esta frase, realicemos una breve reseña histórica acerca de la moralidad de este sistema:
La historia del capitalismo en Latinoamérica comienza el siglo XV con el proceso de descubrimiento y colonización, destinado a la expansión del comercio, a la obtención de propiedades territoriales y a la extracción de riquezas (oro y plata). En Sudamérica, en el año 1879 se produjo una guerra entre Chile Perú y Bolivia, que por más que muchos historiadores conservadores catalogaran como conflicto heroico, fue más una pugna entre distintos gobiernos por el dominio de la riqueza mineral: el salitre.
La Primera Guerra Mundial tenía como telón de fondo una expansión política y comercial de las principales potencias de Europa. La Segunda Guerra Mundial principia con el afán del fascismo y el nazismo de abrir espacios para el desarrollo de las burguesías nacionales; como por ejemplo: la expansión fascista colonizadora de África y la expansión colonizadora alemana en Europa en busca de pueblos a esclavizar y sojuzgar en busca de riquezas materiales.
Neoliberalismo: doctrina y falacias
Fue el sistema económico surgido en Chile tras el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, contra el gobierno constitucional de Salvador Allende. Este sistema posee una santísima trinidad: la reducción al mínimo del Estado, la privatización de empresas y servicios públicos y un gasto social prácticamente nulo… Lo vivimos y pensamos en nuestro diario quehacer, es aquello que el pensador marxista italiano Antonio Gramsci denominaba hegemonía.
El neoliberalismo dice ser pariente del liberalismo clásico, aquel que respetaba las libertades públicas e individuales, que se oponía tenazmente a las monarquías absolutas y que amparaba y propugnaba el libre comercio. De aquel liberalismo clásico, eso sí, en lo único en que tiene cierta semejanza es en el “amparo al libre mercado”, y lo ponemos entre comillas porque sabemos que este sistema favorece la concentración de la riqueza a través de monopolios y oligopolios.
De acuerdo con el libro El otro modelo (2013), el neoliberalismo trata de ejercer superioridad filosófica y económica en base a dos falacias, a saber:
- A) Que el denominado Estado del Bienestar (que provee seguridad a los ciudadanos entendiendo derechos sociales como universales), constituye un camino de servidumbre, como lo denominó Friedrich Von Hayek, pues las prácticas de aquel Estado debilitarían a las instituciones democráticas, fomentando prácticas clientelísticas del Estado hacia el ciudadano. En síntesis, por esta vía se llega al totalitarismo y a la esclavitud. Para demoler el argumento anterior, diremos que no hay Estados occidentales que a través de la práctica de derechos sociales universales hayan arribado al totalitarismo servil del ser humano.
- B) El desarrollo se alcanza cuando el Estado no interviene en materia económica. Ante esto, señalaremos que “Desde el siglo XX todos los Estados que han alcanzado el desarrollo lo han hecho merced a una política industrial atizada desde el Estado”.
Karen Hudes y la conspiración
Karen Hudes es graduada de la escuela de Derecho de Yale y trabajó en el departamento jurídico del Banco Mundial durante 20 años. En calidad de asesora jurídica superior, tuvo suficiente información para obtener una visión global de cómo la élite domina al mundo. De este modo, lo que cuenta no es una ‘teoría de la conspiración’ más. De acuerdo con la especialista, citada por el portal Exposing The Realities en el año 2012, la élite usa un núcleo hermético de instituciones financieras y gigantes corporaciones para dominar el planeta.
Hudes también señala; basada en un estudio del Instituto Federal Suizo de Tecnología, de Zürich, que analizó las relaciones entre 37 millones de empresas e inversores de todo el mundo y que descubrió que existe una “súper-entidad” de 147 megacorporaciones muy unidas que controlan el 40% de toda la economía mundial; que un pequeño grupo de entidades, en su mayoría instituciones financieras y bancos centrales, ejercen una enorme influencia sobre la economía internacional entre bambalinas. “Lo que realmente está sucediendo es que los recursos del mundo están siendo dominados por este grupo… Los corruptos capturadores del poder han logrado dominar también los medios de comunicación”.
Según Hudes, también dominan las organizaciones no elegidas y que no rinden cuentas pero sí controlan las finanzas de casi todas las naciones del planeta. Se trata del Banco Mundial, el FMI y los bancos centrales, como la Reserva Federal estadounidense, que controlan toda la emisión de dinero y su circulación internacional.
La cúspide de este sistema es el Banco de Pagos Internacionales (BPI):
“Una organización internacional inmensamente poderosa, de la cual la mayoría ni siquiera ha oído hablar, controla secretamente la emisión de dinero del mundo entero. Es el llamado el Banco de Pagos Internacionales [Bank for International Settlements], y es el banco central de los bancos centrales. Está ubicado en Basilea, Suiza, pero tiene sucursales en Hong Kong y en Ciudad de México. Es esencialmente un banco central del mundo no electo que tiene completa inmunidad en materia de impuestos y leyes internacionales (…). Hoy, 58 bancos centrales a nivel mundial pertenecen al BPI, y tiene, por mucho, más poder en la economía de los Estados Unidos (o en la economía de cualquier otro país) que cualquier político. Cada dos meses, los banqueros centrales se reúnen en Basilea para otra «Cumbre de Economía Mundial». Durante estas reuniones, se toman decisiones que afectan a todo hombre, mujer y niño del planeta, y ninguno de nosotros tiene voz en lo que se decide. El Banco de Pagos Internacionales es una organización que fue fundada por la élite mundial, que opera en beneficio de la misma, y cuyo fin es ser una de las piedras angulares del venidero sistema financiero global unificado”.
Finalmente, de acuerdo con Hudes, la herramienta principal para esclavizar naciones y gobiernos enteros es la deuda…
“Quieren que seamos todos esclavos de la deuda, quieren ver a todos nuestros Gobiernos esclavos de la deuda, y quieren que todos nuestros políticos sean adictos a las gigantes contribuciones financieras que ellos canalizan en sus campañas. Como la élite también es dueña de todos los medios de información principales, esos medios nunca revelarán el secreto de que hay algo fundamentalmente errado en la manera en que funciona nuestro sistema”.
Fuente: Rebelión – 19-7-17
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