Por Thierry Meyssan
En su investidura como presidente, el 20 de enero de 2021, Joe Biden pronunció un discurso desbordante de buenas intenciones [1]. Pero el propio Biden se encargó de contradecir ese discurso, con sus actos, e incluso con sus palabras.
El discurso de investidura de Biden pretendió ser una oda a la democracia y un llamado a la unidad nacional.
Pero acusar a su predecesor Donald Trump y a los electores de este último de oponerse a la democracia resultó grotesco en boca de un presidente electo gracias a una votación no democrática. No podemos olvidar que el conteo de los sufragios se realizó principalmente a puertas cerradas, sin testigos ni observadores, como en una dictadura. Por cierto, resulta extremadamente chocante el silencio de los países «democráticos» sobre ese problema.
Además, llamar a la unidad nacional rodeado de un puñado de privilegiados y bajo la protección de 25 000 soldados armados hasta los dientes fue cuando menos surrealista.
El resto del discurso fue un anuncio del regreso del imperialismo, justificándolo con el excepcionalismo estadounidense. El presidente Joe Biden declaró: «Somos una gran nación. Somos buenos» (…) «Queremos instaurar la justicia racial y hacer que Estados Unidos vuelva a ser la primera fuerza del Bien en el mundo» (sic). Habría que ver qué piensan de eso los afganos, los iraquíes, los libios, los sirios, los yemenitas y los libaneses.
Nada de esto es nuevo pero muchos ya creían terminada la pesadilla del imperialismo.
El historial de Joe Biden
Joseph Robinette Biden Jr., de 78 años, entró en el mundo de la política hace más de medio siglo. Ha sido senador 7 veces (desde 1973 hasta 2009) y 2 veces vicepresidente de Estados Unidos (durante los 2 mandatos presidenciales de Barack Obama).
Electo al Congreso por el Estado de Delaware, Joe Biden participó en las acciones de Estados Unidos contra los paraísos fiscales que no estaban aún bajo control estadounidense. ¿Objetivo? Obligar los poseedores de los capitales allí depositados a transferirlos a lo que se ha convertido en mayor paraíso fiscal del mundo: el Estado de Delaware.
A lo largo de todos sus mandatos, Joe Biden se ha dedicado principalmente a defender los intereses del Pentágono.
Durante las guerras contra Yugoslavia, Joe Biden se pronunció por la entrega de armamento a los musulmanes bosnios y apoyó tanto la presencia allí de la Legión Árabe de Osama ben Laden como la participación de tropas de Arabia Saudita e Irán [2]. Junto a su amigo, el senador republicano John McCain, el demócrata Joe Biden empujó el presidente (también demócrata) Bill Clinton a intervenir militarmente en Kosovo.
Durante la guerra contra Afganistán, Joe Biden fue la primera personalidad política que viajó a ese país para respaldar al presidente “afgano”, pero con nacionalidad estadounidense, Hamid Karzai.
Joe Biden promovió la idea de iniciar una guerra contra Irak y de asesinar al presidente iraquí Saddam Hussein. Posteriormente, Joe Biden dio su apellido a un plan para desmembrar Irak en 3 países diferentes, bajo criterios confesionales, siguiendo la estrategia Rumsfeld/Cebrowski [3].
Ya convertido en vicepresidente de la administración Obama, Joe Biden participó en las operaciones de intoxicación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre la situación en Libia, justificando así la destrucción de ese país. Biden participó también en la propaganda contra Siria y aportó su apoyo a los yihadistas. Sin embargo, después de la intervención rusa a favor de la República Árabe Siria, cuando la Casa Blanca quiso retirar su dispositivo de ese país, Joe Biden atribuyó a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Turquía la responsabilidad de los crímenes perpetrados por sus amigos yihadistas, para luego retractarse.
Joe Biden es también todo un pilar de Hollywood. Se encargó personalmente de hacer cerrar sitios web de descarga pirata de films –como el conocido sitio Megaupload– y de que fuesen arrestados los creadores de esas webs para proteger así las ganancias de los grandes estudios.
El estado de salud de Joe Biden no le permite gobernar
Todos saben que el nuevo presidente de Estados Unidos está senil. Durante su campaña electoral a menudo confundía personas y lugares y llegó incluso a promocionar iniciativas que lanzaría su hijo Beau Biden, fallecido hace 5 años. Por consiguiente, Joe Biden no ejercerá personalmente el poder. Por ahora, quien toma las decisiones en su lugar es el director de su equipo de trabajo, Ron Klain. Es muy posible que el Congreso compruebe rápidamente la incapacidad de Joe Biden para ejercer la presidencia y ponga sus poderes en manos de la vicepresidente, Kamala Harris.
En este momento, Ron Klain es un ferviente defensor de los intereses de las transnacionales deseosas de seguir obteniendo jugosas ganancias en China. Su esposa, Monica Medina, se presenta como defensora del medioambiente, fue empleada de la familia Wharton –propietaria de la cadena de supermercados Walmart– que es parte del reducido grupo de multimillonarios globales que deben sus fortunas al éxodo de empresas hacia China.
Primeros pasos de Joe Biden como presidente
La página web de la Casa Blanca anuncia las 6 prioridades del nuevo presidente:
1. el clima (o sea, una revolución en el uso de «energías limpias»);
2. la equidad racial («equidad», pero no igualdad);
3. la economía (se trata de regresar a la situación anterior a la aparición del Covid-19);
4. la salud (Joe Biden pretende simplificar el sistema de salud y reducir sus costos);
5. la inmigración (su objetivo es facilitarla);
6. restaurar el estatus global de Estados Unidos.
El mismo día de su investidura, el presidente Joe Biden firmó un tren de decretos. Pero esas disposiciones ilustran sólo una parte mínima del programa descrito y fueron redactadas por personalidades de la “extrema izquierda” del Partido Demócrata –suponiendo que la etiqueta “extrema izquierda” tenga algún sentido en esa formación política.
La primera declaración de Joe Biden como presidente buscaba convertir el día de su investidura en una jornada de unidad [4]. Invocando a san Francisco de Asís, como antes había invocado a san Agustín en su discurso, Joe Biden afirmó que la democracia ha prevalecido –en alusión a los «deplorables» electores que votaron por Donald Trump y que no respetan nada– y exhortó cada estadounidense a escribir el próximo capítulo.
El presidente Biden anunció después su intención de volver al Acuerdo de París sobre el cambio climático [5]. En contradicción con la presentación divulgada por los medios de difusión, en realidad se trata de volver al sistema de compensación financiera que otorga derechos de emisión de gases con efecto invernadero –sistema cuyos únicos beneficiarios serán los dueños de la bolsa de Chicago y que probablemente no aportará ninguna mejoría a la situación del medioambiente [6].
El primer decreto (eso son en realidad las «Executive Orders» de los presidentes estadounidenses) habla de hacer avanzar la «equidad» racial [7]. El objetivo es la «equidad», no la igualdad, porque la igualdad supondría que todos los humanos son iguales y que, por ende, no existen las razas. Pero el presidente Biden piensa que la humanidad se divide en razas diferentes y que es conveniente dar lo mismo a cada raza, equitativamente, independientemente de la cantidad de personas de cada una. Se trata de una posición antidemocrática, típica del pensamiento neopuritano [8]. Joe Biden tiene un largo historial como amante de los chistes racistas –incluso sobre Barack Obama– y este decreto para hacer olvidar ese rasgo de su personalidad.
La segunda proclamación de Biden pone fin a las prohibiciones «discriminatorias» sobre la entrada en Estados Unidos [9]. El presidente Trump había prohibido la entrada a Estados Unidos a los nacionales de países donde las embajadas estadounidenses son incapaces de determinar si esas personas son yihadistas o no. Dado el hecho que el señor Biden y sus amigos han devastado el Gran Medio Oriente (o Medio Oriente ampliado), los países afectados por esa devastación son todos de población principalmente musulmana y el nuevo presidente considera que esa medida de seguridad era discriminatoria hacia los musulmanes.
Un segundo decreto del presidente Biden hace obligatorio el uso de la mascarilla quirúrgica en todas las dependencias federales [10]. El presidente Joe Biden quiere imponer la aplicación de todas las recomendaciones científicas contra el Covid-19 y dice querer proteger a sus funcionarios imponiendo el uso obligatorio de mascarillas. Sin embargo, el Center for Disease Control and Prevention (CDC, la agencia federal de lucha contra las epidemias) acaba precisamente de pasar revista a toda la literatura médica mundial sobre ese tema para evaluar la eficacia del uso de mascarillas… y llegó a la conclusión de que es inútil en la vida diaria pero que puede reducir los riesgos en las concentraciones de personas que cantan o gritan a coro –como los encuentros deportivos, conciertos y ceremonias religiosas. Ignorando sus propias conclusiones, el obediente CDC adaptó inmediatamente sus consejos científicos al discurso del nuevo presidente.
El tercer decreto revisa la política de inmigración [11]. De conformidad con la ideología llamada «woke» (en español “despierta”), se trata de detener la construcción del muro en la frontera con México y de organizar la llegada de migrantes sudamericanos. Una columna de cerca de 10 000 hondureños se puso inmediatamente en marcha hacia el «país de la libertad».
Otro decreto modifica las reglas para la realización del censo [12]. El presidente Trump había excluido del censo a inmigrantes ilegales. Ahora, según el texto del decreto del presidente Biden, al incluirlos en el censo es posible aumentar la cantidad de parlamentarios asignada a los Estados estadounidenses que favorecen la inmigración. Es bastante inusual que una administración monte tan abiertamente una componenda electoral.
Una carta del presidente Joe Biden al secretario general de la ONU anuncia que Estados Unidos anula su decisión de retirarse de la Organización Mundial de la Salud (OMS) [13]. El presidente Trump había decidido salir de la OMS porque esta última había pasado de ser dependiente del CDC estadounidense a ser dependiente de China. En ausencia de nuevos elementos, la decisión de Biden es de orden puramente ideológico.
El resto es por el estilo, como la decisión de permitir que cada persona escoja con qué género desea identificarse… independientemente de su sexo [14]. Por eso el apartado dedicado a la correspondencia (Contact us) en el sitio web de la Casa Blanca abre ahora a los internautas nuevas posibilidades en cuanto a especificar su género: masculino, femenino, neutro, otro [15]. De hecho, las nuevas disposiciones deberían permitir que cada deportista decida si quiere competir en la categoría masculina o en la femenina.
Es posible que esos textos no tengan otro objetivo que satisfacer a ciertos electores o que hayan sido redactados por alguna camarilla o facción neopuritana… pero también es posible que indiquen el rumbo que ha escogido el presidente Biden. Eso resulta particularmente sorprendente cuando sabemos que Donald Trump, ya fuera de la Casa Blanca, está siendo ignorado por el Partido Republicano, lo cual quiere decir que no había ninguna razón para “hacer leña del árbol caído”, corriendo con ello el riesgo de provocar a los electores que votaron por él.
Esta manera de actuar, absolutamente contra todo lo que había hecho su predecesor, resulta especialmente pueril y torpe sobre todo porque eso no bastará para calmar a la “extrema izquierda” del Partido Demócrata. Para el día de la investidura se esperaban manifestaciones de los “trumpistas” y no las hubo. Pero, al día siguiente, fueron los Antifas quienes provocaron desórdenes en varias grandes ciudades, al grito de «Fuck Trump! Fuck Biden!».
De hecho, la torpeza del presidente Biden alimenta la división que puede conducir a la guerra civil.
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