La sociedad carcelaria y los vigilantes: Totalitarismos posmodernos – Por Cristian Taborda

Por Cristian Taborda

Totalitarismos posmodernos

El filósofo francés Michel Onfray en su libro “Teoría de la Dictadura” (Robert Laffont, 2019) hace algunos años describía una incipiente sociedad totalitaria la cual destruye la libertad, abole la verdad y niega la naturaleza. Onfray advierte sobre el advenimiento de una nueva dictadura posterior y diferente a los totalitarismos del siglo XX. Agrego aquí el término incipiente, sobre sociedad totalitaria, por qué cuando escribía el francés aún no había ocurrido el evento pandemónico, el punto de inflexión, donde lo que de alguna forma estaba latente se volvió manifiesto y ya no sólo es totalitaria la sociedad, sino que ha regresado el Estado totalitario bajo un estado de excepción global.

Esta vez el totalitarismo posmoderno es global como el pánico, tal como indica su etimología, total. Conservando sus aspectos fundamentales como la difusión del terror, la administración del miedo, la acción psicológica, la propaganda y la biopolítica, la administración del cuerpo y el control de la población. Sobre este punto vale recordar que frenar la propagación de la epidemia del Tifus fue una de las justificaciones sobre el Gueto de Varsovia. Y agrega aspectos novedosos o distópicos como la utilización de la tecnología, la digitalización de la vida, la creación de una realidad virtual que oficia como refugio a la restricción de vivir la realidad, un alejamiento del mundo, donde como dijera Pasolini “Ya no se trata, como en la época mussoliniana, de un alistamiento superficial, escenográfico, sino de un alistamiento real que les ha robado y cambiado el alma”.

El pánico y la administración del miedo

Bajo este régimen se utiliza la consigna del cuidado de la salud pública como fundamento para la creación de un Estado médico-policial. Pero para ello es necesario un enemigo a vencer y movilizar emociones en este caso bajo el pánico constante y el terror televisado, una telepresencia del miedo constante que uniforme la opinión pública y se transforme en el pensamiento único indiscutido, con los medios de comunicación cumpliendo un rol bélico, armas de comunicación masiva, dentro de la “guerra informativa” funcionando como un aparato ideológico del Estado en el cual “el terror debe ser sentido instantáneamente por todos, en todas partes a la vez, aquí y allá, a escala de un totalitarismo global” (1).

El pánico y la administración del miedo se vuelven esenciales para el control social, donde el Estado hace del miedo una gestión política. Instalado el terror y el pánico generalizado desde arriba, se pasa a la administración del miedo y a un control horizontal, un “hecho social” que coacciona, un terror colectivo que hace a cada uno agente de coacción o represión estableciendo una autovigilancia social, cada uno es un delator, puede denunciar a quien transgrede la norma vigente, se crea un auto patrullaje en una sociedad de delatores que denuncian a sus próximos ante las autoridades de forma espontánea, cada agente es un penitenciario. El Estado no necesita de la represión generalizada ya que cuenta con colaboradores en cada esquina. La política pasa de la búsqueda del bien común a la gestión administrativa del miedo y el “cuidado de la vida” (gestión del cuerpo), la higiene social y la delación para la preservación de la salud pública.

El régimen carcelario y el dispositivo de vigilancia

En este marco se desenvuelve el gobierno argentino que motiva la delación y gobierna en base al pánico permanente. Donde podemos ver la propaganda oficial y de acción psicológica de la “cuidadania” (sic) que se parece mas a una campaña del miedo que un llamado a la concientización y la militancia fundamentalista del encierro con el conteo de muertos y contagiados (evitando siempre dar la cifra de recuperados claro) durante todo el día indicando la omnipresencia y omnipotencia del virus.

En la misma línea y más a fondo que el gobierno nacional recientemente el intendente Horacio Rodríguez Larreta hizo un llamado a denunciar al 911 a aquellos vecinos que incurrieran en la osadía de reunirse en sus departamentos con familiares, agregando que disponía de cinco mil agentes, a modo de brigadas civiles, que irían casa por casa a controlar. Algo similar ya se vio durante el año pasado cuando agentes de tránsito impedían circular por las veredas si no se contaba con el permiso obligatorio o los mismos ciudadanos haciendo auto patrullaje y televigilancia denunciando a sus vecinos mediante grabaciones con los celulares que luego a modo de escrache público difundían reiteradamente los medios de comunicación. Utilizar el miedo como forma de gobierno y la vigilancia como control social, instalando la desconfianza entre ciudadanos, con delatores, y prohibiendo las reuniones, son procedimientos y formas de conservar el poder ya descritos en la antigua Grecia como tiránicos.

Construir una sociedad de control, de televigilancia y panóptico digital, como un régimen carcelario tecno, es la forma de ordenar la sociedad desde la gestión política del miedo. El encarcelamiento con sus mecanismos de vigilancia y castigo funciona continuamente y coacciona contra quien infringe la norma, con el desviado, el anormal, de ello se trata, de normalizar la conducta del desviado, del agente patógeno el cual igual que al virus hay que combatir porque pone en peligro la salud pública y la sociedad, en última instancia extirpar del cuerpo social la patología. A los “anormales”, en este caso quienes pretenden cometer la “locura” de mantener los lazos afectivos con sus familiares, los que creen en la educación de los niños, los que no se resignan a perder el trabajo y la libertad, a todos ellos, los medios los etiqueta como “negacionistas”, “locos”, “criminales”, que ponen en peligro la “nueva normalidad” resistiéndose a la higiene social y la autoridad, o autoritarismo, del poder médico. “Lo carcelario vuelve natural y aceptable ser castigado” (2) en este caso, además, vuelve natural ser deshumanizado o como dijera Pasolini, citado arriba, desalmados.

(1) VIRILIO, Paul. Ciudad pánico: el afuera comienza aquí.- 1a, ed.-Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2006.

(2) FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión.- 1a, ed.-Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2002.

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