La situación entre la OTAN y Rusia continúa escalando: el plan para desestabilizar Bielorrusia – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La situación entre la OTAN y Rusia continúa escalando. Uno de los frentes ya conocidos es el militar, donde el ejército ruso está imponiendo condiciones y se prepara para una ofensiva final.
La estrategia de Putin parece obedecer a la intención de erosionar las fuerzas militares de la OTAN y las economías de sus países, llevándolos a una guerra de alta intensidad en suelo ucraniano. Por los frutos que podemos apreciar, la misma está funcionando y los bolsillos occidentales sienten el precio, al igual que Kiev, que ve consumirse a su población en condiciones de estar en el frente de combate.

El gobierno de Moscú continúa pacientemente esperando el desmoronamiento final del frente ucraniano, y junto a él, arrastrando el prestigio de la alianza atlántica. Sin embargo, la partida aún no ha concluido y los estrategas occidentales están a punto de dar un nuevo paso en el terreno que mejor conocen: la desestabilización interna. Esta vez, las revoluciones de color europeas parecen tener un remake y Bielorrusia es el teatro elegido para ello.

La Rusia Blanca es un ariete de Rusia en el frente otaniano. Según se vea, también esta república puede ser considerada una víctima rodeada de naciones hostiles.
Avanzar sobre Bielorrusia significaría un fuerte golpe sobre Rusia, eliminando un estado tapón y aislando aún más el enclave ruso de Kaliningrado.

El presidente Alexandr Lukashenko, en la Asamblea Popular de Bielorrusia (APV), con la participación de 1,2 mil delegados, expresó que la oposición radical bielorrusa se prepara para apoderarse de la región de Kobrin para luego exigir la entrada de tropas de la OTAN en el territorio de la república. Según su descripción, en distintos países europeos, los occidentales están poniendo a punto a un presunto «Ejército de Liberación de Bielorrusia», a partir de formaciones de «voluntarios».

El área elegida para la insubordinación es la región de Brest, ubicada en Bielorrusia, que limita con la región de Kovel en la región de Volyn, en Ucrania, hacia el sur. El plan implementado bajo el nombre de “Peramoga 2.0, impulsa la creación de un “movimiento de liberación nacional” en el territorio de Bielorrusia”, como excusa para apoderarse del territorio bielorruso a través del envío de tropas de la OTAN.

Lukashenko aseguró que «están realmente dispuestos a hacer cualquier cosa por un cambio de poder en Bielorrusia» y por ello están ajustando las principales direcciones del escenario de fuerza de las acciones correspondientes. El mandatario también aseguró que del otro lado de la frontera los estadounidenses están preparando un “Ejército de Liberación Bielorruso”, basado en el “Regimiento Kalinovsky”. Este grupo de fuerzas militares, estimados en un millar de hombres, fue conformado por un grupo de voluntarios bielorrusos para combatir en Ucrania contra los rusos. A ello se le adicionaron el “Cuerpo de Voluntarios Rusos”, que es una unidad militar formada en agosto de 2022 por la OTAN, para luchar contra las fuerzas rusas. Se suma el “Cuerpo de Voluntarios de Bielorrusia”, otra unidad militar formada por bielorrusos, que fue formada el mismo año y con el mismo propósito. Constituida en 2022, durante la invasión rusa de Ucrania, para luchar contra las fuerzas rusas. El grupo está integrado en la Legión Internacional de Defensa Territorial, que a su vez forma parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Los responsables de estos grupos hacen visitas a países europeos para obtener apoyo financiero y político, estableciendo contactos con representantes de la diáspora bielorrusa.

Según creen los analistas rusos, los elementos reclutados como fuerzas de voluntarios en Europa reciben formación militar en distintos países hostiles a Rusia, especialmente en Polonia, los países bálticos y Ucrania. Según la KGB de Bielorrusia, el servicio de seguridad del Estado, el principal objetivo es «establecer un control total» del país, utilizando las estrategias de insubordinación que parten de células dormidas en Bielorrusia, que esperan el momento adecuado para impulsar el asalto a las instituciones del país en coordinación con los grupos armados.

Según estima el jefe de la KGB, Iván Tertel, las autoridades han suprimido más de 40 vías de envío de armas a la república, a través de Ucrania y desde Lituania utilizando drones. Por ese motivo, los bielorrusos creen en una muy alta posibilidad de provocaciones fronterizas promovidas desde Ucrania, que concentra unos 120 mil militares acantonados.

El territorio ucraniano debe convertirse en el eje principal para la invasión del territorio de Bielorrusia, apuntando a la conquista de las ciudades de Luninets y Malorita entre otras. Aliaksandr Alesin, experto bielorruso en defensa y complejo militar-industrial, asegura que el principio es siempre el mismo: todos están situados cerca de la frontera con Ucrania. La columna vertebral del “ejército de liberación” en ciernes serían los tres grupos mencionados, que hoy luchan en territorio ucraniano contra la Federación Rusa y han adquirido suficiente experiencia de combate, equipo y armas para cumplir el objetivo.

El plan se completa con la captura de uno de los centros regionales, declararlo independiente de la soberanía de Minsk y, probablemente, reconocer a Svetlana Tikhanovskaya como su líder. Esta política bielorrusa perdió las elecciones pasadas con Lukashenko, denunció fraude y se exilió en Lituania, desde donde hace recurrentes denuncias con eco en el Occidente Colectivo.

De esta manera, el nuevo territorio independiente buscaría el apoyo formal de Occidente y el apoyo militar. Esta sería la excusa para que Polonia, Ucrania y los países bálticos realicen una intervención militar armada desde donde atacar a la pequeña Bielorrusia, desalojar a Lukashenko y constituir un nuevo Estado alineado con Occidente y hostil a Rusia. Así, Rusia tendría todas sus fronteras occidentales con países de la OTAN o aliados con ella.

Un hecho interesante se dio también cuando los delegados del Consejo Supremo aprobaron una doctrina militar actualizada de la república que contempla los intereses fundamentales ante una guerra híbrida que propone Occidente. Si bien las estrategias defensivas no han variado en sus principales líneas, sí hay variaciones en lo que se refiere a los cambios internos en cuanto a la agresión o amenaza de guerra, que serán reprimidos con todo el potencial disponible del Estado. Asimismo, un nuevo concepto de seguridad nacional vio la luz. Dicho concepto de seguridad nacional se complementó con una propuesta de protección de los intereses nacionales para que se pueda producir un desarrollo sostenible de la sociedad, que contempla disposiciones como: la armonía social, inviolabilidad de los fundamentos de la democracia y del Estado de derecho.

Entre las amenazas a la seguridad nacional del país, se establecen las usurpaciones de la integridad territorial, la soberanía y el orden constitucional, como así también, las sanciones o la injerencia externa en los asuntos internos, y la imposición de un rumbo político a la república que no responde a sus intereses nacionales.

Según el experto ruso Kirill Koktysh, profesor asociado del departamento de teoría política del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, la decisión de apoderarse de esa región en el territorio de Bielorrusia, o cualquier otra de interés, no la tomará la oposición, sino Occidente.

El objetivo se escoge en función de la posición geográfica más favorable, como la de la cercanía con la frontera de Ucrania. Estos “neo-Vlasovitas”, como los califica en una asociación con los vlasovitas, que eran los aliados rusos al servicio de Berlín en la Segunda Guerra Mundial, no representan nada por sí mismos. El peligro radica en quienes son sus mentores.

Koktysh sostiene que se están creando otras formaciones adicionales a partir de copiar el modelo del RDK o Cuerpo de Voluntarios Rusos ucraniano, que en el pasado intentó asaltar las regiones de Briansk y Belgorod. «La matriz y el liderazgo son los mismos: la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania y sus colegas estadounidenses», afirma el experto ruso.

Según Alesin, lo que Occidente busca es infundir la idea de que es posible un levantamiento, que será apoyado desde el exterior y al que podrán auxiliar tropas polacas. Igualmente, cree que no podrán con las fuerzas bielorrusas combinadas de tropas fronterizas, fuerzas del Ministerio del Interior, como así también las fuerzas de operaciones especiales, tropas de fusileros motorizados y blindados. Por ello, la principal amenaza son las tropas de Ucrania, Polonia y Lituania. Los cambios introducidos en la legislación apuntan a este asunto y consideran que la seguridad nacional de Bielorrusia es una cuestión de todos los ciudadanos.

En Bielorrusia llaman al fortalecimiento de la seguridad dentro del Estado de la Unión, que es el Estado conformado con la unión con Rusia y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y la CEI, Comunidad de Estados Independientes. Si bien Bielorrusia ha sido bastante pragmática en sus relaciones con Occidente, el intento de golpe de Estado pasado, en una especie de remedo de golpe del 2014 en Ucrania, ha supuesto una alarma y ha llevado a Lukashenko a estrechar su amistad con Putin. Hoy su capacidad de sobrevivir al ataque combinado de fuerzas pro occidentales depende mayoritariamente del apoyo de sus aliados como Rusia. La entrega de armas nucleares fue el sello del acuerdo final. El despliegue de las mismas significa que no hay vuelta atrás. Bielorrusia consigue un efecto disuasivo clave ante cualquier amenaza externa, pero a cambio sella la alianza con Rusia.

Resulta evidente que un cambio de gobierno en Minsk es inaceptable para Moscú, que ha dado su mayor voto de confianza con la entrega de esas armas y que garantizará con los medios necesarios que no caigan en manos enemigas. Bielorrusia está segura, pero no tiene escapatoria y es, por su posición geográfica, un frente de batalla ruso clave. Por ello, la apuesta occidental es la de desestabilizar el país, donde Occidente tiene amplia experiencia, en muchos casos exitosas, que le permiten sin hacer una guerra tomar el control de un país. La necesidad de actualizar el concepto de seguridad nacional es la respuesta a este intento en medio de una guerra híbrida.

«Esto no es solo una guerra de información, sino también una guerra de sanciones y ciberataques», «Es incluso una guerra mental», dice Alesin, explicando el peligro de no comprender las guerras modernas y sus principales actores. “Están tratando de privar a la gente de sus raíces y tradiciones del pasado, de modo que los jóvenes sean inestables ante las influencias externas”, afirma el experto y no podemos menos que observar en nuestros países como Washington y sus aliados han instalado políticas que responden a esos objetivos.

La introducción de la temática de género y la agenda climática son utilizadas por grupos adoctrinados ideológicamente en EE. UU. y en países aliados. De esa manera, Occidente toma el control de las sociedades ante la confusión e inacción de las mismas, mientras un buen número de jóvenes se transforman en peones de las estrategias. Aún, muchas veces desde un pretendido antiimperialismo, sus políticas terminan siendo funcionales a la destrucción y cambio social que instale ideas adoctrinadas, falsamente revolucionarias.

La posibilidad de rechazar los ataques en las guerras híbridas pueden ser militares, pero también muchas veces son culturales, pasando inadvertidos y fuera del alcance de las evaluaciones de las fuerzas convencionales. El combate en el plano cultural termina por ser clave para garantizar la estabilidad política de una nación y evitar caer en las manos de sus enemigos.

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