La salvación por los judíos de León Bloy (I) – Por Juan Manuel de Prada

La salvación por los judíos (I)
Por Juan Manuel de Prada

Nos dedicamos a releer en estos días ‘La salvación por los judíos’, la obra de trasfondo escatológico que Léon Bloy consideraba la más importante entre todas las suyas. Desde luego, se trata de la más ansiosa por presenciar la Segunda Venida de Cristo, que según las Escrituras vendrá precedida o acompañada por la conversión del pueblo judío, en medio de terribles hecatombes. Raissa Maritain (esposa de Jacques y dedicataria de la obra) define ‘La salvación por los judíos’ como un «gran poema lírico y religioso» en el cual «la exégesis de Léon Bloy es un horno ardiente de símbolos que prolongan al infinito el sentido de las realidades divinas». Pero, en realidad, lejos de prolongarlo «al infinito», lo fijan en un hecho determinante sin el cual tales realidades divinas no pueden cumplirse plenamente, que es la conversión de los judíos, implorada durante siglos por la Cristiandad y hoy eludida en la prédica eclesiástica.

Bloy no podía eludir esta realidad sobrenatural tan gigantesca y sobrecogedora, proclamada por el mismo Cristo (Jn 4, 22) y ratificada por el Apóstol de los gentiles (Rm 11, 12 y 15). La salvación por los judíos, que Bloy califica sin modestia como «el testimonio cristiano más enérgico que se haya escrito a favor de la raza primogénita», es una exégesis vehemente y desaforada de estos versículos, que nos recuerdan que la conversión de los judíos prefigurará el final de la Historia, el Juicio Final y la resurrección de la carne.

El «agente provocador» de ‘La salvación por los judíos’ fue el panfleto antisemita ‘La France juive’ (1886), de Edouard Drumont. Bloy acusa a Drumond de querer «reemplazar el famoso becerro de oro con un cerdo del mismo metal» (es decir, de pretender arrebatar a los judíos el monopolio del Dinero para que los pueblos católicos degenerados disfruten también de él, traicionando al Pobre que cuelga del madero). Pero su réplica no es, desde luego, un burdo alegato projudío; de ahí que, hace apenas unos años, un tribunal francés decretase la censura parcial de la obra de Bloy.

Resulta, en verdad, irrisorio (pero a la vez muy expresivo del lodazal de abyección en el que chapotea Occidente), que se censure a Bloy, quien calificó el antisemitismo como «el bofetón más horrible que Nuestro Señor haya recibido jamás en su Pasión que dura siempre, el más sangriento y más imperdonable, pues lo recibe sobre el rostro de su Madre». Pero la ofuscación moral de nuestra época es también un inequívoco signo apocalíptico.

‘La salvación por los judíos’ se zambulle en las interioridades tenebrosas del misterio que envuelve al pueblo judío, en el que se dirime el destino de la humanidad. Y lo hace, por supuesto, con el estilo violento y exasperado que caracteriza a su autor, auténtica piedra de toque para lectores tibios; pues la escritura de Bloy, sobresaltada de imprecaciones feroces y exabruptos proféticos, quema como el plomo derretido y alcanza la médula de nuestra sensibilidad adormecida.

(Concluirá)

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